Llego a la estación exhausta, me siento en un banco y decido en un suspiro que tengo que seguir buscando. Barcelona está gris y tiene el ceño fruncido.
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Llego a la estación exhausta, me siento en un banco y decido en un suspiro que tengo que seguir buscando. Barcelona está gris y tiene el ceño fruncido.
A los tres se nos desdibujaron historias diferentes que cayeron en el olvido por no volver a ellas, y volvimos a formar surcos, los unos a los otros, en nuestros reencuentros puntuales.
Un cementerio y una cripta se asemejan lo que un charco a un mar: el contenido es el mismo, pero el continente les define y les jerarquiza, y su importancia la decretan las visitas.
Le devolví la sonrisa a un papel con un puñado de líneas, ciudades y códigos.