En mayo de 2023, Turquía llevó a cabo elecciones presidenciales en medio de una gran incertidumbre económica. La crisis económica, el desastre del terremoto y el ataque terrorista a principios de año fueron eventos que colocaron al país en la agenda internacional e influyeron en las decisiones de los votantes. Con una ubicación estratégica entre Europa y Asia, la membresía en la OTAN y una influencia significativa en Medio Oriente, Turquía es un actor geopolítico importante. El resultado de estas elecciones, en el marco de la celebración del centenario de la fundación de la República turca, desempeña un papel crucial en la estabilidad política y económica de la región. El futuro de este país forjado en el nacionalismo y secularismo artificial, así como su impacto en el panorama geopolítico están estrechamente ligados a los resultados de estas elecciones históricas.
Mustafa Kemal Ataturk fue el fundador y primer presidente de la República de Turquía, en 1923. Su liderazgo tuvo un impacto significativo en la política y sociedad turca y su legado continúa siendo fundamental en la construcción de la identidad y sistema político del país. Bajo su mandato se estableció un sistema político secular y se promovió una nueva identidad nacional turca con el objetivo de modernizar y occidentalizar a Turquía, después del colapso del Imperio Otomano. El secularismo pretendía romper con los lazos del pasado otomano y la influencia de la civilización islámica, considerados factores que contribuyeron al declive del Imperio Otomano. Lejos de la definición oficial, donde el secularismo se refiere a la separación entre la religión y Estado, en Turquía se refería al control y supervisión de la religión por parte del Estado. Esto implicó la implementación de una serie de reformas radicales como la abolición del califato, la adopción de un sistema educativo secular, así como restricciones en las prácticas y expresiones religiosas.
La promoción de una visión secular y occidentalizada de la identidad turca durante el mandato de Ataturk generó divisiones y tensiones sociales, especialmente entre las minorías y grupos con identidades religiosas y culturales diferentes. Como respuesta a estas políticas, surgieron grupos de oposición y partidos políticos que representaban intereses religiosos como el Partido de la Justicia y desarrollo (AKP), cuyo líder es Recep Tayyip Erdogan. El AKP promueve una agenda política con un enfoque más conservador y religioso y encontró apoyo entre aquellos que se sintieron excluidos por las políticas seculares. Contrario a las políticas de Ataturk, el AKP reemplazó el autoritarismo secular por un autoritarismo musulmán fomentando un estado islámico y un mayor papel para la religión en la esfera pública. Erdogan asumió el cargo de primer ministro en 2003 y posteriormente se convirtió en el presidente del país en 2014. Desde entonces, el país ha experimentado una mayor centralización del poder y una creciente polarización política.
La reelección presidencial de Erdogan en 2023 reafirma el interés una parte significativa del electorado turco por contar con un presidente capaz de proteger y garantizar la seguridad del país. Pese a la incertidumbre económica, los votantes continúan priorizando su seguridad sobre la economía y perciben al AKP como el partido con mayores herramientas para garantizar la seguridad país. Esto ha resultado en un fortalecimiento del aparato de seguridad e inteligencia, así como en un aumento de la vigilancia, detenciones y represión de presuntos disidentes. Estas políticas restrictivas se han justificado en nombre de la seguridad nacional, particularmente en respuesta a amenazas como la guerra en Siria y los ataques terroristas. Sin embargo, resurgen las preocupaciones sobre el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión y la independencia judicial.
El triunfo de Erdogan es un renacimiento del autoritarismo en Turquía, una tradición política que ha prevalecido en el país a lo largo de su historia. Durante su liderazgo se ha observado un debilitamiento gradual de las instituciones democráticas y un deterioro de las libertades individuales. Sus políticas han transformado a Turquía en un país cada vez menos liberal y democrático, evidenciándose una regresión de la democracia y una tendencia hacia un régimen autoritario, incluso una dictadura. Aunque Erdogan justifica sus acciones bajo el argumento de que reflejan la voluntad de la mayoría, esta realidad plantea interrogantes sobre el equilibrio entre la voluntad popular, la preservación de los principios democráticos y la protección de los derechos y libertades individuales en Turquía.
A 100 años de la fundación de la República de Turquía, el país se ve confrontado por múltiples desafíos que socavan la visión de una nación estable y cohesionada. A pesar de la necesidad de continuidad y un liderazgo sólido bajo el presidente Erdogan, la imagen de un país sólido se desvanece ante los estragos del terremoto, la crisis económica y las frustraciones políticas. El gobierno en turno lleva más de 20 años en el poder con promesas de un gobierno más eficiente, pero su efectividad es cuestionada en la práctica. Su capacidad para abordar estos desafíos dependerá de su habilidad para mantener relaciones constructivas con los actores regionales y así mantener su estabilidad y progreso.
Garantizar el respeto a los derechos humanos y la democracia será determinante para modelar el camino de una Turquía fuerte y estable en los próximos años, cuyo futuro político es de gran relevancia internacional.