Si habrás de ver la mar agitada,
no dudes que el huracán se aproxima,
aunque vengan las tempestades,
las plagas y los jinetes,
el miedo no te tumbará,
pues ya has construido ciudades
que no se han derrumbado ante
lo desconocido.
Hay montañas que quedan por ver,
en donde plantar tu bandera de luz,
enfréntate y vele a los ojos;
solamente te encontrarás a ti,
ni leopardos de siete cabezas,
ni dragones;
cuando suenen la trompetas,
y el tercer día sea oscuro;
sal al combate;
afortunado aquel, que cae peleando.
Aunque los jinetes broten del Éufrates,
blande tu espada y tu escudo;
resiste aunque la cruz te haya abandonado;
con orgullo, tú, guerrero de los últimos días,
peleaste cuando todo caía,
aunque el carmesí brote de tu pecho,
no hay profeta más verdadero que tú;
que la muerte abrazó en batalla
y cayó, de brazos abiertos,
esperando el sol.