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El América, Reinoso y 1930

Reinoso jugaba en México cuando se produjo el golpe militar en el Palacio de la Moneda contra el gobierno de Salvador Allende.

El América enfrentó el 20 de febrero de 1927 al Colo-Colo, el primer equipo extranjero que visitó México. Perdió 6-1. El cuadro local jugaba con Suinaga -del colegio Franco-Inglés-, “Viejo” Sánchez y “Oso” Cerrilla en el medio campo. Cuenta Manuel Seyde que el cuadro chileno mostró en el campo de la Verónica sus milagros con la pelota. “El público estaba estupefacto y los chilenos, como si se entrenasen, prodigaban sus habilidades. El futbol no era, por lo visto, un refriega innoble y desordenada, sino un poco de prestidigitación en medio de un baile ondulante” (La fiesta del alarido, página 43).

El América nació –dice Seyde- en la casa de la Tía Calita -doña Calixta Cortina viuda de Domínguez, tía de Germán Núñez Cortina- en Alzate 136, en la colonia Santa María. Allí se reunieron Florencio y Eduardo Domínguez Cortina, Rafael Garza, Carlos y Luis Brehm, Rafael Rosales, Francisco y Adrián Orive, Leobardo Salido, Emilio y Luis Fabre, Manuel y José de la Garza. Pensaron, originalmente, en ponerle “Récord” al nuevo equipo, nacido oficialmente el 12 de octubre de 1916. Se fusionaron, después, el Colón y el Unión. Guillermo Gómez Arzápalo fue elegido presidente; Juan Andrade Pradillo, vicepresidente; Wenceslao Mijares, secretario; Alfredo García Besné, prosecretario y Luis Fabre, tesorero. Su domicilio social fue Uruguay 66, en el centro de la Ciudad de México. Desde 1920 se llamó, ya, invariablemente, América.  

El futbol llegó a Chile en 1899, en Valparaíso, en donde un grupo de británicos formó el Valparaíso FC; seis años después nueve equipos crearon la Asociación Chilena de Futbol, la segunda más antigua de Sudamérica, después de la Argentina. En 1910 nació, en La Florida, un suburbio de Santiago, el club de ciclismo Audax Italiano (Colo Colo nacería en 1925 con disidentes del club Magallanes). De ascendencia italiana, fomentó principalmente el ciclismo. En el 21 instituyó su rama futbolística y en 1924, mientras el América ganaba su primer título de la Liga Mayor mexicana, el Audax se coronó en la Liga Metropolitana, precursora del profesionalismo en Chile. Tres años después (1927) se hizo de la Liga Central y poco tiempo después -a diferencia de los cremas americanistas- se le dio por jugar solamente con futbolistas nacionales; parecido que tendría con Colo-Colo, con el que disputará una peculiaridad: el Clásico Criollo, como lo llamaban los aficionados locales. En 1960, mientras el América pasaba por un mal momento en México, el Audax fichó a Carlos Enzo Ezequiel Reinoso Valdenero, nacido en 1945 en Santiago.  

Todos los jugadores que lograron el primer campeonato de la Liga Mayor del América eran de origen mexicano. Hasta entonces, los equipos campeones de la liga nacional habían tenido ascendencia inglesa o española. Los Cremas obtuvieron cuatro campeonatos seguidos (1924-25; 25-26; 26-27 y 27-28). Durante los festejos del segundo título, Germán Núnez Cortina leyó unos versos para la conmemoración. Inspirado en los Cadetes de Gascuña, esa épica romántica francesa cuyo personaje principal fue Cyrano de Bergerac, escribió: 

Son los campeones americanos
que a Récord tienen por capitán
son quimeristas, son embusteros
y a la vez nobles, firmes y enteros. 
Blasón viviente, por doquier van
son los campeones americanos
que a Récord tienen por capitán

En la evocación, Núñez Cortina nombró a los “mitoteros” y “revoltosos” ganadores por su nombre, apellido o apodo. No escapó un tajo de nacionalismo: cuando acometen los hispanos/no paran mientes los mexicanos/que en campo extraño luchando están. El poema vale por un dato histórico. Por lo que se sabe, fue la primera vez en la que alguien se refirió al cuadro como “los aguiluchos americanos”. Los Canarios o Cremas serían bautizados como Águilas hasta 1981, cuando el 65 aniversario de la creación del club.

Entre mediados y finales de los 20 se produjo en la capital una euforia por el joven equipo amarillo. Cuentan las crónicas que en la final del 26, las flamantes gradas del Parque España estaban hinchadas de espectadores. Desde su origen, el América fue casa de muchachos de Orizaba que vinieron a darle un perfil más acabado a su estilo de juego. El equipo –en palabras del presente- fue “un frenesí de mexicanismo”. Maristas, clasemedieros y nuevos aficionados al balompié decidieron unirse a sus pálidos colores. 

La Ciudad de México había visto crecer al Necaxa y al Atlante, equipo modesto de la colonia Roma que había causado sensación en la Liga Nacional mientras el América triunfaba en la Mayor. Cinco días después de la derrota americanista ante Colo-Colo, el Atlante enfrentó al visitante contra el que perdió 1-3. En ese mismo año el futuro club azulgrana entraría al -entonces- máximo circuito del futbol mexicano; ya con figuras emblemáticas de las incipientes selecciones nacionales de los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928 y del Mundial de 1930: Nicho Mejía y Juan “Trompito” Carreño. Sería el Atlante uno de los primeros rivales del Audax italiano en territorio mexicano durante una gira de preparación. La portada del 19 de marzo de 1933 de la revista Futbol dedicó un especial a la visita con una fotografía en la portada de Amparo Arozamena vestida con el uniforme azulgrana.  

El América comenzó a ser la sensación en la vida deportiva del Distrito Federal desde el final de la administración de Álvaro Obregón, quien en 1921 había organizado el Torneo del Centenario en medio de los festejos del primer siglo de la consumación de la Independencia de México. En el partido inaugural de aquel minicertamen Obregón dio la patada inicial y luego fue espectador especial desde el palco presidencial del parque España, en el Paseo de la Reforma. El España venció al Asturias en la final después de un ríspido encuentro en el que sobresalieron los gritos antihispanos de la tribuna. 

Juan de Dios Bojórquez, nacido en Sonora (1892) y diputado del Constituyente del 17, era embajador de México en Guatemala en 1923, después de ocupar cargos en las carteras de Trabajo y Estadística Nacional. Hombre de la Revolución, el agrónomo Bojórquez se afilió a la simpatía por el América con la responsabilidad diplomática como bandera. Lo invitó a jugar un partido amistoso en la capital guatemalteca en el que ganó sin problemas. Luego, dice Seyde, en 1926 -como embajador en Cuba- lo “hizo” participar en una serie de partidos en La Habana. 

El América perdió ante el Fortuna y venció al Olimpia y al Iberia. “Y hace explosión en la estación de Buenavista en el primer recibimiento fervorosamente popular”. En 1930, Juan de Dios Bojórquez se conviertió en presidente del club. Y en 1934, por decisión de Plutarco Elías Calles, en secretario de Gobernación. Bojórquez moriría en la Ciudad de México en 1967, un año después de que el América ganara su primer título profesional; ese fue el segundo campeonato de un equipo capitalino en el futbol de la Primera División Profesional. El anterior, el del Atlante, en 1947. 

De las filas del América salieron el primer delegado y el primer capitán  de una selección mundialista mexicana, la que jugaría la fase final de Uruguay de 1930: Eduardo Sota y Récord. En ese año de 1930 Carlos Montero se convirtió en presidente de la Federación Mexicana de Futbol. 

También fue Récord el encargado de abanderar el desfile del 20 noviembre de 1933. Un año más tarde, Antonio Correa fue nombrado como presidente de la Liga Mayor y Récord como entrenador nacional. Siete de los integrantes del equipo nacional que hace el viaje con Rumbo a Roma, para jugar el premundial de Italia 34 ante Estados Unidos fueron campeones americanistas. En la Noche Buena de ese año se organizó un homenaje a los americanistas que presidieron Bojórquez y Marte R. Gómez, futuro secretario de agricultura. Ambos, priistas de cuño.

Al final de los años 30 –y durante las dos décadas siguientes- llegó el crepúsculo al “mexicanísimo” América. El Asturias, el España y el Necaxa (ex Luz y Fuerza) comenzaron una larga competencia por los fichajes extranjeros: En el España sobresalió José Manuel “El Charro” Moreno (por 25 mil pesos, el 12 de julio de 1944), a quien muchos cronistas llamaron el mejor foráneo del futbol mexicano de la primera mitad del siglo. Moreno, nacido en el mismo año que el América en Buenos Aires, había sido integrante de una de las mejores versiones de River Plate de Argentina. Al lado de Pedernera, Peucelle, Cesarini y Ferreyra, y había ganado todo lo posible con La Maquinita rojiblanca. Al lado de Lángara -otro grande de los extranjeros en México-, Moreno hizo campeón al club hispano. 

En 1929, el Necaxa contrató –por 150 dólares a la semana- a Julio Lores, el primer peruano importado, quien sería cuatro veces campeón con los Rayos entre 1932 y 38. Lores, dos veces campeón de goleo, vestiría la camiseta de la selección mexicana entre 1935 y 38. Conformó el quipo nacional en los Centroamericanos de San Salvador (1935) y Panamá (1938) en los que logró la medalla de oro. 

La Guerra Civil española estalló en 1936. El conflicto, en el que México fue un primerísimo actor de reparto, produjo la llegada de dos grandes experiencias europeas: la Selección Vasca y el FC Barcelona. Entre esas escuadras vinieron varios de los mejores futbolistas del mundo: Vantolrá, Munlloch y Pagés, del Barsa. Lángara, Regueiro, Blasco, Cilaurren y Iraragorri, vascos que, poco después, conformarían el Euskadi. Todos ellos integrantes de la selección española que perdió las semifinales de 1934 ante Italia. México no asistió al certamen de Mossolini porque perdió 4-2 ante los estadunidenses con cuatro goles del astro de ascendencia Italiana, Aldo Donneli. 

Sin estar afiliada a la FIFA, la Liga Mayor se enfrentó al final de los 30 y comienzos de los 40 a un tema complicado para el que no tenía respuestas correctas: el número de extranjeros en las canchas del futbol nacional. En 1940 llegó a la presidencia del club César Martino, ex gerente del Banco Obrero. En ese año, el tema de la profesionalización del futbol nacional comienzó a tomar forma. En 1943-44 se jugó la primera liga profesional. Fueron los años en los cuales el América fue el “consentido de la derrota” (en la temporada de 1945-46 recibió 101 goles en 30 partidos). 

El 24 de enero de 1945, cinco semanas antes del nacimiento de Carlos Reinoso, el Diario Oficial de la Federación publicó un decreto presidencial de Manuel Ávila Camacho en el que se limitaba a cinco los jugadores extranjeros en la cancha. El España y el Asturias se dieron el lujo de jugar con nueve y con diez no nacionales al comienzo de esa temporada. La cifra obligatoria de mexicanos subió a siete en 1946-47, año en el que los clubes españoles abandonaron el profesionalismo para desarrollar, por su cuenta, la promoción del futbol amateur.  

Paradójicamente, en esos años el América fichó al uruguayo Roberto Scarone y a los argentinos Florencio Cafaratti, Ignacio Díaz y Mateo Nicolau. El primero de Banfield, y los otros de San Lorenzo. Scarone había militado en Peñarol y en Gimnasia y Esgrima La Plata. Y en la campaña de 1965-66 hizo campeón al equipo como director técnico. 

Entre 1945 y 2025 el América ha utilizado a un poco más de mil jugadores profesionales; más 275, extranjeros, la mayoría de ellos argentinos. 

Carlos Reinoso fue el segundo chileno, en 1970. Antes había contratado a Perro Berra García, quien promovió la realización del primer partido nocturno en México: el 28 de marzo de 1940 en el Parque España. Reinoso fue el mejor goleador del Audax italiano –que desde 1957 no es campeón de liga- en 1968. Fue refuerzo en ese año de la Universidad Católica en el Torneo Internacional en el que la Católica enfrento al Santos, al Vastas, a la U de Chile y a la selección de Checoslovaquia, contra la que anotó dos goles. Fue refuerzo de Colo-Colo en el cuadrangular en el que participó el América en 1970. Al final de su carrera, Reinoso participó en 364 partidos profesionales con el América, nueve temporadas; una de las carreras más largas para un no nacional en en mismo club mexicano. Anotó 81 goles (siete más en liguillas) y fue campeón de la Copa Interamericana. De su popularidad nació el cómic Pirulete y su pandilla, que compitió con el de Borjita, el último gran ídolo del futbol mexicano, quien -pese a las exigencias de la tribuna- no jugarían un solo partido en el Mundial de México 70. 

El 22 de julio de 1959, después de una desastrosa administración de Isaac Bessudo, el dueño de la refresquera Jarritos, Emilio Azcárraga Milmo se convirtió en el propietario del club América, que por entonces ya jugaba el papel antagónico del Guadalajara, al que en los años sesenta se calificaría como El Campeonísimo. Mientras las Chivas jugaban el papel de modestas con puros jugadores de origen mexicano, el América -el viejo mexicanísimo– de Fernando Marcos (según cuenta él mismo en su libro Mi amante el futbol) se convirtió en el “Millonarios”, aunque –según el técnico- no tenía los recursos suficientes siquiera para pagar los pants y las maletas deportivos. En 1961, Azcárraga contrató a Guillermo Cañedo como presidente de la escuadra, a la que no tardaría en hacer campeona de Copa. En ese año Marcos dejó la dirección técnica en manos de Ignacio Trelles. 

Dos años después de la legada de Cañedo al cargo se produjo el primer gran acontecimiento de la televisión deportiva mexicana. En Baden-Baden, Alemania, durante la sesión anual del Comité Olímpico Internacional, la Ciudad de México fue elegida como sede los Juegos de la XIX Olimpiada de la era moderna. Un año después, en Tokio, la Federación Internacional de Asociaciones de Futbol entrega la cuarta sede de la fase final de la Copa del Mundo a un país latinoamericano: México. 

El Mundial de 1970 hace posible que todo el planeta observe a las grandes figuras del balompié internacional con los colores de sus respectivas selecciones nacionales. Cambió para siempre el relato del deporte: los ojos de miles de millones podían presenciar a distancia todos los juegos del más popular de los torneos. 

El primer partido de futbol transmitido por la televisión fue el del Preston contra el Huddersfield de la Copa Inglesa de 1938. Algunos de los encuentros del Mundial de Suiza 54 se transmitieron en países y europeos y casi todos los de Chile 62 se grabaron para retransmitirse, con días de diferencia, en otros lugares del mundo. En 1966 fueron pocos los duelos cubiertos por televisión a color y en directo. En 1970 solamente 153 mil casas mexicanas tenían televisión. La llegada de las coberturas de la mayoría de los enfrentamientos de la liga de la Primera División después de la cita mundialista no sólo aumentó el número de seguidores del balompié, también el consumo de aparatos y de marcas publicitarias ligadas al juego ya más popular del país.  

El Mundial de 1986, el primero del que se tienen datos confiables de audiencia, se acumularon a nivel mundial más de 13 mil millones de espectadores.

El fichaje de Carlos Reinoso, el más caro en la historia del profesionalismo nacional, sólo puede entenderse con la expansión y consolidación del negocio de la pelota, en las cuales la astucia de Azcárraga jugó un papel determinante. En efecto, después del triunfo ante el Toluca, en la primera liga con playoffs, el América se convirtió en el gran rival del Guadalajara (la competencia entre las dos ciudades más importantes de la República se reforzó a través de sus respectivos clubes: el de los “puros mexicanos” contra el de los “extranjero millonarios”) que, después de sus ocho campeonatos entre el final de los 50 y 1970, no volvería a ser campeón de liga sino hasta la década de los ochenta: 1987. 

La tortilla había dado la vuelta.  

Reinoso jugaba en México cuando se produjo el golpe militar en el Palacio de la Moneda contra el gobierno de Salvador Allende. Fue cedido para jugar los partidos de La Roja en la eliminatoria, en la que Chile se vio obligado a disputar un partido contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cuadro que se negó a participar en el partido de vuleta en rechazo a la asunción al poder de Augusto Pinochet. La URSS quedó descalificada. Chile llegó a Alemania 74 como representante de la Conmebol. Reinoso jugó los tres partidos de La Roja. 

Aquel fue el primer Mundial a el que México no asistió por clasificación en la cancha. Perdió ante Trinidad y Tobago en el duelo crucial del premundial de Haití. El recién fallecido Manuel Lapuente fue protagonista y desdeño.