Para Alejandro, Zuzell, Papá y Capri.
En el horizonte se asoma
el viento,
en la bahía héroes
de papel se arrojan
al abismo que dibujan
la arena y la sal,
antorchas le acompañan
mientras la tibieza
de sus manos ronda
por mis hombros;
sus antorchas desaparecen
hundiéndose en la oscuridad
del abismo;
el calor del tequila
me eleva, el tiempo se
detiene y
la felicidad ronda de nuevo
desde el centro
del mar.
En la casa amarilla
vuelvo a encontrar
a Eufrósine,
bailando en la piscina,
fumando en la cocina,
capturando la dicha,
hablando de una
isla que ya no existe,
dinamitando estatuas,
cocinando el temporal.