Furia: poesía y narrativa en comunión

A inicios de este año, Almadía entregó al lector una obra que muchos estábamos esperando: Furia, la primera novela de la poeta Clyo Mendoza, quien ya nos había sorprendiendo con sus poemarios Anamnesis (Cuadrivio, 2018) y Silencio (Fondo Editorial del Estado de México, 2018), con el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz en 2017.

Furia es una novela compleja, pues el lector navega en ella como en un sueño: a veces lineal y otras veces se anda por este en fragmentos inconexos o repetitivos que, conforme se avanza, se va encontrando las piezas para darle forma al rompecabezas/la historia.

En doscientas cincuenta y cinco páginas, Clyo Mendoza entrega al lector una novela conformada por pequeñas historias particulares/independientes que al final se complementan con otras, porque la vida es al final eso: una serie de acciones que sin darnos cuenta pueden modificar/afectar las vidas de otros.

Aquí se cuenta la historia de Vicente Barrera: un donjuán mexicano, de esos que en cada pueblo visitado van enamorando a una mujer y dejándole de recuerdo un hijo; y, quizá, por eso la vida lo castiga convirtiéndolo en un perro salvaje, iracundo. Y también es la historia de María y Salvador: una pareja donde el amor es tan poderoso que los convierte en uno solo, de forma tal que esa conjunción termina por convertirlos en una especie de ente maquinal, loco.

Toda la novela acontece en un desierto rodeado de pueblos: caldo de cultivo para la generación de historias extrañas, mágicas, oníricas y cruentas. Un desierto donde puedes irte cuarenta días con sus noches a un viaje de autoconocimiento y enfrentarte a tus demonios con el afán de salir purificado o un desierto donde el sol te puede cocinar hasta dejarte irreconocible. Un desierto que por ratos puede generarte espejismos o donde pueden abandonarte después de haberte violado, golpeado y dejado agonizando, esperando que el desierto termine por matarte, consumirte y nunca nadie pueda encontrarte. Y eso es otra que a uno le sorprende a leer Furia, pues Clyo logra trasladar en imagen y narrativa todo lo bueno y malo que el desierto significa para los mexicanos.

Por su ambiente desértico, estilo poético y compleja estructura, Furia me recordó a ¡Absalón, Absalón! de Faulkner o las diversas obras que he leído de Daniel Sada, en especial Luces artificiales y Casi nunca; pero con un estilo y una voz tan propia, única y bien definida que alegra el alma.

Furia es el sueño que nos inunda por semanas, días o meses y al que volvemos voluntaria o involuntariamente para descubrir una verdad, descifrar el sendero a seguir o enfrentarnos con nuestros más oscuros pensamientos.

Furia es una novela que se lee, relativamente rápido, debido a su ritmo poético, pero que exige —al menos a mí— detenerse para descansar de algunas escenas cruentas y otras eróticas, y algunas más donde la violencia y el erotismo danzan tan bella y acompasadamente que atrapa/espanta.

Furia como un viaje que detona ideas y sensaciones que uno desea no tener.

No miento ni creo exagerar al escribir que Clyo Mendoza ha logrado impregnar en su novela la voz, el ritmo, la estética y el estilo que puede verse en su poesía. Un gran logro, pienso, puesto que muy pocos escritores salen avante; se me ocurren Cristina Rivera Garza, Julián Herbert, Pedro Ángel Palou y Eloy Urroz, quienes pueden afirmar que son buenos poetas y narradores.

Furia de Clyo Mendoza es uno de esos libros que permite confirmar que la narrativa mexicana y latinoamericana goza, aún, de buena salud.

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