Los conflictos armados están regidos por el derecho internacional humanitario, cuyo propósito es proteger a los civiles y limitar el sufrimiento humano. Una de las normas fundamentales es la prohibición de la hambruna como táctica de guerra. Lamentablemente, bloquear el acceso a alimentos en zonas bajo asedios es una práctica común en los conflictos armados, y Gaza no es una excepción. En medio de una crisis humanitaria sin precedentes, Israel emplea la hambruna como táctica de guerra, convirtiendo la escasez de alimentos en un instrumento recurrente de coerción y control sobre la población palestina. Esta situación agrava el sufrimiento de un pueblo ya afligido por décadas de conflicto y privaciones.
Actualmente, Gaza atraviesa una situación de hambruna extrema, caracterizada por la escasez total de alimentos que amenaza con resultar en muertes a corto plazo, indigencia y niveles críticos de desnutrición. Esta emergencia se ve agravada por los esfuerzos de Israel para restringir el acceso de la ayuda humanitaria en la región, lo que ha generado una escasez crónica de alimentos y recursos básicos. Se estima que más del 80% de las personas que sufren hambruna en el mundo se encuentran en Gaza. Esta realidad desgarradora ocurre ante la mirada pasiva de la comunidad internacional, mientras que más de 1,1 millones de gazatíes se encuentran al borde de la inanición. Incluso antes de la guerra, Gaza ya enfrentaba un bloqueo asfixiante que restringía severamente el acceso a recursos básicos.
En este contexto, surgen organizaciones internacionales humanitarias cuyo objetivo es mitigar los estragos de la guerra y llevar ayuda vital a Gaza, principalmente alimentos. Sin embargo, en medio de los violentos episodios, los trabajadores humanitarios también han sido blancos de los ataques. Recientemente, la comunidad humanitaria recibió un golpe devastador con la noticia del asesinato de siete trabajadores humanitarios que proveían alimentos. Estos actos elevan la cifra a al menos 196 trabajadores humanitarios asesinados por las Fuerzas de Defensa de Israel desde octubre de 2023. Israel está llevando a cabo una guerra en la que no solo busca acabar con la población palestina, sino también reprimir e intimidar a aquellos que demuestren actos de solidaridad con ellos.
Los recientes ataques dirigidos intencionalmente contra los trabajadores humanitarios han detenido las operaciones de ayuda, dejando a la población palestina en una situación de extrema vulnerabilidad. Alrededor del 30% de los gazatíes ya experimentan niveles catastróficos de hambre, cifra que amenaza con aumentar con la retirada del personal humanitario. No obstante, no es la primera vez que Israel ataca deliberadamente convoyes de ayuda humanitaria e impide el acceso de ayuda humanitaria en la región. Este patrón de comportamiento no solo socava los esfuerzos de la comunidad humanitaria que garantizan la supervivencia de la población palestina, sino que también amenaza con perpetuar un ciclo de sufrimiento y violencia nunca antes visto en Gaza. Las acciones de Israel desafían flagrantemente las normas internacionales y ponen en peligro la vida de civiles y trabajadores humanitarios que arriesgan su vida por ayudar a los más vulnerables.
A pesar de que la comunidad internacional ha condenado enérgicamente los actos de violencia, las palabras por sí solas no son suficientes para abordar la gravedad de la situación. La tragedia en Gaza y el sacrificio del personal humanitario son un recordatorio doloroso de la urgente necesidad de tomar acciones concretas para poner fin de inmediato a las hostilidades y garantizar el acceso seguro de la ayuda humanitaria en la zona. En este contexto, es fundamental reconocer que el acceso a los alimentos es un derecho humano básico e inalienable, que debe ser protegido en todo momento, incluso durante conflictos armados. Los alimentos nunca deben ser un arma de guerra.