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Gloria, un vagón y los olores de Nueva York

Por: Héctor Gutiérrez
Fotos: Cristina Gutiérrez

Como de costumbre, el metro olía a una combinación de extraños con caras conocidas y sudor. Se ha vuelto tan familiar el olor que son raras las veces que lo noto.

Descendí por la calle veinticuatro envuelto en un océano de neoyorquinos, cada uno participando en una vida diferente. En el metro de la ciudad más grande del mundo, todas la vidas son efímeras: la mayoría existen durante unas calles hasta que se bajan del vagón y nunca se les vuelve a ver.

Desde que tengo memoria, les he dado nombres e historias a los personajes del metro. Quizás esta práctica se deriva de mi inclinación a la escritura –un arte que mezcla la realidad y lo fantástico–, pero a veces pienso que es el vestigio de un síndrome. Este síndrome se sufre al vivir en mundos que no existen y así, creando personas que resultan ser exactamente lo que uno espera de ellas, nada más.

Es un martes por la noche y me encuentro entre dos cuerpos sudados viajando por el subterráneo. Para vivir en Nueva York, el ser humano tiene que abandonar la intimidad por la vida pública. Los que no pueden hacerlo pertenecen a los pocos que aunque ricos, se aíslan en los rascacielos más altos donde los demás nos volvemos puntos inofensivos–puntos que no tienen que toparse unos en entre otros para sobrevivir. Pero el dólar ha subido tanto que este contacto humano, en vez de invasivo, se tiene que convertir en algo acogedor.

Después de veinte minutos se vacía la mayoría del vagón y soy libre de asignarle vidas ficticias a los extraños que permanecen. La víctima de hoy es una mujer a la que llamó Gloria.

Gloria es de las muchas personas en Nueva York que usan gafas de sol dentro del metro. Varios lo hacen por indolencia, pero presiento que Gloria sólo se está protegiendo de personas como yo.

Y le funciona. Sin verle los ojos, es imposible descubrir sus secretos.

Su vestido inspira una vida en los rascacielos, pero esas personas no toman el metro. Entonces Gloria trabaja en las nubes y vive en el suelo, lo que es peor. Vivir en las nubes es muy similar a vivir en el suelo: mientras que uno sea ignorante del otro, nunca va a sentir que algo le falta. Pero en el caso de Gloria, ella lo tiene muy presente.

Como muchas mujeres, Gloria viste un aspecto frío para alejar cualquier peligro. Me observa fijamente a los ojos, sosteniendo la mirada como si quisiera descifrar mis intenciones. Al pasar unos momentos, me sonríe. Es una sonrisa que, aunque extraña, me inspira familiaridad. Este gesto me hace dudar si debería ser yo el que sospeche de ella.

Pasan las calles y Gloria me devuelve la mirada en varias ocasiones. Sigo sin poder escribirle una historia y menos con la presión del tiempo. Es difícil adivinar el siguiente movimiento, ya que no existe un perfil exacto de personas como ella.

Es decir, personas que visten gafas de sol en la obscuridad; personas que le sonríen a extraños en el metro; personas que te inspiran un nombre, pero no una historia.

Cuando anuncian la llegada a Harlem, me levanto con los hombros encorvados. Sacudo el polvo inexistente de mis pantalones, alineándome con la puerta. Siento un gran vacío extendiéndose por mi pecho al no poder conjurar una historia que tenga sentido, pues los ojos de Gloria siguen cubiertos y la sonrisa que me ha dado solo ha logrado confundirme.

Esta mujer es la manifestación humana del bloqueo del escritor: otro tipo de síndrome que amenaza el flujo de historias que hacen que el mundo gire.

Poco a poco el vagón se detiene. Le lanzó una mirada final hacía su esquina, pero Gloria me gana. Cuando la encuentro, sus ojos sonríen con la misma familiaridad que la de un viejo amigo

Nos vemos, Héctor“, dice Gloria mientras yo abandono el tren.

Me detengo en la plataforma con ojos perplejos. La sonrisa persiste en sus labios, aún cuando se cierran las puertas del vagón. Sin ninguna promesa de detenerse, la gran caja metálica se desvanece en la obscuridad para jamás ser vista como la he dejado.

Como una explosión inversa, todo hace sentido.

En ese momento descubro que Gloria se llama Margo y que no es una mujer que trabaja en las nubes, sino que vive en los escombros de mi mente. He pasado tanto tiempo confeccionando mundos ficticios, que lo falso se ha vuelto real y lo conocido me resulta foráneo.

Me siento desnudo antes sus palabras, como si por primera vez un extraño del metro me haya asignado una historia ficticia, la cual, al ser acertada, revela más de lo que uno querría de su vida pública.

Permanezco en la plataforma como un faro de luz entre el mar de gente que emerge hacia el nuevo vagón. Les advierto silenciosamente que pongan más atención al mundo, pero nadie me escucha. Regresa el olor a caras conocidas y sudor, pero ya no confió en mi memoria.

Todas las caras me resultan familiares.

Ese martes, descubro la magia de la experiencia humana, que en una ciudad de millones estamos unidos por el deseo de permanecer ajenos a la realidad.

Y desde ese día, los extraños del metro vierten sus secretos hacía mí, como si fuera un viejo amigo del que no recuerdan su nombre, pero aún así le confían su historia.

8 respuestas en “Gloria, un vagón y los olores de Nueva York”

Me encantó la historia de Gloria. Me atrapó desde el principio. Es de esas historias que disfruto tanto, porque logra perfectamente transportarte al tiempo y al espacio donde está redactada. Capaz de hacerte sentir un pasajero mas del metro de NY.

Felicidades Héctor por tan buena historia! Me encanto y realmente me transporto al metro de NY! Excelentes fotos! Genial, más historias con esta frescura por favor!

Gracias por llevarme en tu recorrido! He podido recordar incluso sonidos del 🚇 en NY. Felicidades también a la selección de fotos, que al ser en blanco y negro, nos permite un desarrollo más profundo a la imaginación.

Me encantó la historia y la manera en que desarrollas una realidad mágica que hace al lector sentir emoción, humor y suspenso al mismo tiempo. ¡Increíble! Definitivamente la voy a compartir con mi grupo. Felicidades.

Muy buena historia. El estilo de la narrativa me gustó mucho y llena al lector de emoción, humor y suspenso. ¡Increíble! Y la fotografía le da mucho carácter. Definitivamente lo voy a compartir compartir con mi grupo.Felicidades.

Una gran narrativa que te envuelve con el estilo de escritura. Su forma poética esta muy bien balanceada con el estilo moderno del escritor. Que sigan publicando mas historias del autor, por favor!

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