Julia

¡Julia tienes derecho a ser escuchada! ¡Por favor, no esperes a que sea demasiado tarde!

Casi diario te veo mirándote al espejo, llena de inseguridades fabricadas, recorriendo con tus dedos obsesiones ajenas que no encajan con tu cuerpo.

Desde tus ojeras se columpia la desilusión incesante. Lloras en silencio, te jalas el pelo, arañas tu piel y te vuelves a ver. No te gustas, creo que quisieras desaparecer.

Desde mi ventana puedo ver que llevas en tus ojos un mensaje onírico que nadie puede descifrar y quieres gritar y gritar, pero callas porque te enseñaron que calladita te ves más bonita.

Y tú quieres verte bonita, porque él ya no te mira como antes lo hacía. ¡Mujer, eres divina!

Lo he escuchado incontables veces vociferar; amenazándote y criticándote.

Tú no dices nada, sólo esperas a que se vaya para desmoronarte en tu cama. Entonces me siento impotente, quisiera ayudarte, sacarte de ahí.

Me asomo por la ventana y te busco la mirada, pero sólo me sonríes y luego te desvaneces lentamente entre las sombras de tu habitación.

Cuando te sientes mejor, pasas el tiempo arreglándote, como si los cosméticos pudieran reparar todo el daño que te ha causado.

¡MUJER, DEJA DE MAQUILLAR TU DOLOR!

Querida, la violencia es vivir atrapada en un cuarto oscuro sin salida. Los golpes no son caricias y el amor no es un cúmulo de heridas.

Sé que no sales sin él y que muchas veces te deja encerrada. Sólo te visitan tu mamá y un par de amigas. Antes de que lleguen, te he visto hacer maletas y después de que se van, deshacerlas.

Ojalá te atrevieras; ojalá pudieras irte con alguna de ellas y dejar de contarles que tu vida es perfecta.

Sé que te llamas Julia, que tomas café por las mañanas, que te encanta el chocolate tanto como a mí, y que disfrutas de ver revistas por la tarde.

También sé que tienes miedo y aunque sólo compartimos el espacio que hay entre tu edificio y el mío, siento que compartimos algunos secretos íntimos, y yo estoy al otro lado, dispuesta a estirarte mi mano.

Imagino un encuentro fortuito en el que te abrazo y te digo “¡NO ESTÁS SOLA!“.

Te he dejado mi teléfono con una nota que dice “¡Si me necesitas, llámame!“, esperando que lo hagas.

¡Julia, tienes derecho a ser escuchada! ¡Por favor, no esperes a que sea demasiado tarde!

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