Hoy en tu cumpleaños habrías de verme. Quiero pensar que te sorprendería, quizá no, siempre me dijiste que llegaría muy muy lejos, de hecho más de lo que yo misma imaginé.
Fuiste tú también quien aseguró que era más probable que me quedara en el país antes que mudarme a España, por mucho que lo deseaba.
Hoy habrá velas, estoy segura, no sé si también pastel. Estarás rondando los 50 y con las miles de trasnochadas, las canas estarán invadiendo tu cabellera.
Siempre disfrutaste trabajar en las madrugadas, pero tu cuerpo no. Te cobró muy caro las facturas y ni así aprendí yo.
Justo hoy, te escribo de madrugada, mientras cae por quinto día consecutivo una lluvia que en nada se parece a aquella que nos empapó en una carretera serrana.
Ese fue por mucho el mejor de nuestros viajes, aunque después de él, Magdalena no me hiciera ni sombra. Insististe en que la diferencia de edades era mucha y te dije lo mismo que hoy pienso: que en unos años ni se notaría.
Yo nunca dejé de seguir tus pasos, tu ejemplo. No me titulé pero acabé la universidad en la misma escuela que tú y aunque me negué a aprender idiomas, tengo en mente una segunda carrera.
Cuando era posible y nadaba, recordaba tus clases de buceo. Nunca entendí cuál era el disfrute en practicar en una fría fosa pública, pero aún así te veías pleno cada que regresabas del Plan Sexenal.
Han pasado dos décadas y nunca he dudado en que tenía que coincidir contigo… hoy hay tantas memorias que comienzan a desdibujarse.
Me asombra hasta la incredibilidad que un día nos correteáramos con las manos llenas de pastel por los blancos pasillos de ese sitio que entre guindas y grises nos acogió tantas noches.
No puedo creer las fiestas que armábamos, el uso y abuso de los equipos a nuestra disposición… ahí aprendí lo mismo computación básica que edición, redacción, música, pintura, electricidad y hasta geografía.
No me va a alcanzar la vida para dejar de amarte, para amanecer un día sin preguntarme si realmente al final del camino nos habremos de reencontrar.
No me alcanzará, como no me ha bastado vivir a dos ciudades de distancia de ti para olvidarte. De nada sirvió borrar tus números y bloquearte de redes sociales para no saber de ti. Aquí sigues y en un momento de debilidad, tu fantasma y el mío hicieron las paces.
Hoy en tu cumpleaños deseo que seas feliz, que mires en el espejo al hombre que yo vi tantas veces, que encuentres en tus ojos negros la luz que me guía, en tu escurridiza figura mi amor eterno, en tu horrible cinturón mis carcajadas, en tus manos cuidadas las mejores historias y en tu corazón el sueño que un día compartimos.