Éste es el final de la historia de los cuarenta y siete hombres leales —salvo que no tiene final, porque los otros hombres, que no somos leales tal vez, pero que nunca perderemos del todo la esperanza de serlo, seguiremos honrándolos con palabras.
Historia Universal de la Infamia; Jorge Luis Borges.
A quien corresponda:
Iba a redactar una carta. Aunque no sé todavía si es una carta, una reclamación o una declaración de hechos. O todo junto.
Para empezar, estoy dudando si puedo denominar a estas palabras “carta”. La fórmula comúnmente usada, ‘Querido’ o ‘Estimado’, es simplemente impensable. Nadie con un poco de sensatez lo utilizaría. Por otro lado, no puedo ser desagradecido, no es la forma en la que fui educado, buscar la palabra ‘gracias’ sería lo indicado; sin embargo, no encuentro la forma de agradecer y al mismo tiempo reclamar, exigir explicaciones o buscar responsables. Porque no los hay o no existen. No lo sé. Esto es un dilema.
Ver el dolor, la frustración, impotencia alrededor mío y sentir que tengo (tenemos) el deber de confortar, mitigar y acompañar. Poder, por otro lado, teclear estas letras es señal inequívoca de algún tipo de bienestar. El que sea. Saber que cuento con movilidad corporal, tiempo, incluso claridad mental para tratar de interpretar todo esto que siento, es una bendición. No puedo congratularme -entro en conflicto- al pensarme feliz. Al escuchar las noticias o ver redes sociales no crece en mí malestar o indignación. Y a pesar de todo lo anterior, volteo a mi memoria, recreo el camino recorrido desde enero y me encuentro hoy aquí, de alguna manera satisfecho, sin rencor, no importando que en el trayecto me haya perdido por completo.
Así que, si es posible, me gustaría decirte que eres una mierda, que has causado tanto dolor, tristeza, crisis, desesperanza, muerte, ansiedad y depresión, que no existe la forma de perdonarte jamás; pero al mismo tiempo y con la misma intensidad, te agradezco por estar aquí, por dejarme respirar, comer, poder abrir los ojos, sentir, compartir, por haberme ayudado a encontrar parte de mi vida perdida y amistades que no existían, que ahora (por el momento) viven en una IP, pero se encuentran en el lugar donde pongo la felicidad. También esto lo hiciste tú y no está demás aclararlo.
Pero hoy no tengo ganas de hurgar en mi memoria. Este año ha sido (y sigue siendo) un desgaste mental, anímico y físico, por lo que te pido, 2020, que te vayas y no vuelvas más nunca. Nadie te va olvidar, lo sé, pero nadie, jamás, querrá recordarte.
Atte.
Juan Pablo
PD: Cierra al salir, por favor.