Un milagro

La risa ha de ejercerse como trabajo diario, autónomo y sacrificado.

Quien compuso la sinfonía de la exaltación merece un manjar de chocolate amargo. Y es que cuando acaba la geometría comienza la canción que eleva la vida para ahogarnos en ella, como nos ahogamos en la tragedia, pues la risa ha de ejercerse como trabajo diario, autónomo y sacrificado.

No encuentro mejor labor ni mejor plan que provocarnos la fuerza de la carcajada que me hace vomitar de felicidad, hasta tener que retomar el aire para poder regresar a la respiración habitual, secarse las lágrimas y volver a reír, esta vez de forma más pausada, hasta que poco a poco cesa. 

Y cuando por fin acabe, deseo que vuelva a empezar. Y si es de risa, me quiero morir todos los días.

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