Aquí estamos de nuevo. Tú allá, sonriendo como siempre, aunque sufriendo como nunca detrás de esos gestos que nunca se permiten la imperfección. Yo acá, rearmando mi vida, creyendo que la tormenta del tiempo tiene un final cercano. Uno que nos conviene. Uno que, por fin, nos deje tener el baile que nunca se dio. Es el reencuentro que siempre sueño, mas no el que estaba esperando. Te amo. No te entiendo. Te amo. El tiempo corre…
Íbamos y veníamos. Éramos y no éramos. Estábamos pero no estábamos. Entramos en un reprise infinito, un bucle infernal de frases hechas y fachadas, de mentiras para convivir. Nos engañamos porque pudimos, aún sabiendo que el destino es volver al punto muerto hasta que aprendamos a hacerlo bien. Soltamos y sujetamos. Vamos de un todo o nada radical. Destruimos y construimos a placer nuestras historias. Te amo. No te entiendo. Todo se repite…
Se siente como si se fuera la vida, aunque esa noche de septiembre bajo los árboles lo contradice. Y henos aquí, una vez más, en esta repetición endemoniada donde una taza con café es el puente a la locura y tu mirada ansiosa por respuestas es la luz sobre el camino. El deja vu es real. No hay marcha atrás. Te amo. No te entiendo. Te amo. El tiempo corre… Concedo.