Foto: Àngels Marzo.

José Mateos y su Primavera, año cero

El jerezano vuelve a regalarnos un poemario profundo y verdadero de lectura imprescindible.

Ensayista, dramaturgo, pintor, editor (dirige la Editorial Canto y cuento) y siempre poeta. El polifacético José Mateos vuelve a hacer lo más difícil: acercarnos con palabras claras a lo indecible; aproximarse con paso sereno a las lindes remotas del más hondo misterio. Sin pirotecnias retóricas, lejos de forzamientos, piruetas o esguinces poéticos; apartado voluntariamente de grupos literarios, tendencias y premios, el jerezano parece entender la poesía como un camino de vida, solitario en las adversidades mas de frutos compartidos. Generosidad y nobleza obligan. Esta vez nos regala Primavera, año cero, un poemario profundo y verdadero de lectura imprescindible, publicado por la exquisita editorial Milenio. 

El poema que abre el libro, a modo de prólogo, apunta ya el escenario sórdido hacia el que nos dirigimos (melancolía, sombra,/…cárcel…) y la intención de hallar (un idioma distinto,/para ignorantes), eso que pueda salvarnos (que parece, en la noche,/ nieve que cae), algo que podamos agradecer.

En la primera parte, nos rodea, casi logra asfixiarnos, un aire denso, viciado y opresivo de ángeles exterminadores que amenazan en sueños (soplaré sobre el mundo/ fuego De Dios — me dijo—./ No salgas esta noche); pesadillas que superan la noche (Cuando despierto/ el mundo/ me vigila/ como a un enemigo); Edipos delirantes, Dionysios desquiciados, bacantes trasnochadas con ansias de destrucción… 

Pero vamos encontrando también, en medio de estas aguas turbias, casi sin darnos cuenta, motivos para la esperanza: un manantial de pequeñas inmensidades, lo eterno en un instante, destellos de belleza que se aprecian más claramente en la segunda parte. 

Necesidad de encuentro con quien sufre, a pesar del riesgo (y sin saber quién eres,/ me dispongo a buscarte); sacrificio y entrega (Más que nunca es ahora,/ … el momento de darse); una encina hablando para quien sepa escucharla; el canto celebratorio del mirlo, esa pequeña alegría que surge entre las ruinas y nos consuela; la certeza de que la pandémica realidad que nos confina no podrá destruirnos (aunque parezcan cerradas,/ abiertas están, abiertas,/ las puertas y las ventanas).

Como decíamos, ya en la segunda parte se desata más claramente la luz y el poeta encuentra motivos para la alegría, a pesar de los pesares, en los pequeños milagros cotidianos que nos hieren de vida y trascendencia: el perfume embriagador de la flor de azahar, la brisa moviendo las hojas de un álamo, el hipnótico aroma del jazmín, un puñado de tierra, el canto de un jilguero, el fluir de un río y todas las declinaciones de la primavera restándole poder a la recurrencia incómoda de lo funesto (y pienso en cruces blancas, en fosos y cadáveres). 

La tercera parte tiene un marcado cariz elegíaco, se recuerda en sus poemas a los padres ausentes (¿Qué vas a hacer, cuando amanezcas otra,/ con tu hijo más torpe, allí en la muerte,/ donde ya sé que no se muere nunca?) con la consciencia de que, de alguna manera, siguen siempre  junto a nosotros (…me asusta tener no sé qué gesto/ que yo recuerdo idéntico a uno tuyo); el sentido recuerdo de una amiga muerta (Y cómo/ le cuesta al alma ahora/ aprender lo que sabe); la hermosa pregunta lanzada al aire, mientras recuerda a José Jiménez Lozano, plena de consuelo y sugerencias (¿No sería más justo/ aprender de la tierra/ cuyas rojas heridas/ siempre florecen?) y ese atrevimiento, esa valentía casi franciscana, de hablarle, sin bajar la mirada, a la hermana sombra, a la hermana muerte.

Los tres últimos poemas del libro quieren, y logran, invitarnos a la fiesta amorosa de la resurrección (yo solo soy lo que dejó la muerte), que solo puede ser posible si, como dice el epílogo, somos (un leve despedirse/ y un quedarse en nada), lo que ya nunca tendrá un final, como (el agua que resbala entre las manos), esa primavera nacida del mirar asombrado, la que siempre se repite y siempre será la primera.

2 thoughts on “José Mateos y su Primavera, año cero

  1. Dan ganas de abrazar esta primavera que nos abraza a pesar y en medio del frío. Una reseña que deja ser al libro y nos desemboca en él. Y ganas dan también de leer a un reseñista cuya sensibilidad se concreta en lo certero.

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