Babosada y media sobre cine (I)

¿Se puede ver algo con nuevos ojos? Si somos distintos, ¿la película es otra?

¿Un nuevo año es sinónimo de ver nuevas películas? ¿O ver con nuevos ojos las mismas? En el chat de purgante se generó un debate en torno a la revisión de películas como, todavía, un descubrimiento. ¿Se puede ver algo con nuevos ojos? Si somos distintos, ¿la película es otra? ¿La película cambia, permanentemente, con nosotros? Sea como sea, me propuse escribir algunas líneas sobre tres películas -sean ficción, documental, o lo que salga con la etiqueta que sea- semanales. Algunas nuevas, algunas viejas; algunos estrenos, otros archivos traspapelados en el cajón, pero todas con algo que contar y a partir de lo cual puede generarse conversación.

  1. The Departed (Martin Scorsese, 2005)

Decidí empezar el 2021 con una de mis películas favoritas. Cada que vuelvo a Los Infiltrados le encuentro más errores: cortes de edición y fallos de continuidad extrañísimos, un Jack Nicholson que colinda con la autoparodia y lo insoportable que es Mark Wahlberg, más que nada. Pero al final da igual. Nadie en su sano juicio diría que esta es la mejor película de Scorsese, pero bien podría ser mi favorita. Fue entonces que me puse a pensar que la vida es eso: uno se agencia cositas que multiplican la valía de una obra cien veces más que el trazo preciso. Cuando termina me quedo con ganas de poner a todo volumen a los Dropkick Murphys y destruir todo a mi paso. Igual están los veinte minutos finales que son una pasadez de lanza inverosímil pero cada que la veo me tiene con las manos sudando. Sin embargo, sobre todas las cosas está Leonardo DiCaprio entrando por la ventana de Vera Farmiga, soportando un tormentón, con Van Morrison cantando Comfortably Numb de fondo. Esa escena me cambió la percepción sobre el cine a los quince años: sí podía aspirar a ser feliz parapetándome frente al televisor. Entendí muchas cosas del amor con esa escena (y me faltan un millón aún por entender) y elegí el tema de mi tesis de licenciatura también a partir de ella. Uno a veces se comprende a partir de este tipo de cosas, quién sabe por qué, y entonces el mundo, por un ratito, tiene cierto sentido. Puede verse en Netflix.

  1. The Other One: The Long Strange Trip Of Bob Weir (Mike Fleiss, 2014)

Qué bonito documental. No tenía muy ubicados a The Grateful Dead y su importancia social/musical, y esto es muy revelador al respecto, si bien no deja de ser un homenaje a Jerry García y reivindicación de Bob Weir como segunda espada. The Grateful Dead termina siendo una de esas bandas hijas de su contexto temporal, sin el cual resulta incomprensible: el hipismo, la contracultura, la paz y amor como bandera, los setenta. De igual forma, vuelve a presentarse ese tema recurrente que es el endiosamiento del artista, y las consecuentes avalanchas negativas -o dolorosas, quizá- que conlleva. García quería ser artista, y lo endiosaron. ¿Las responsabilidades de uno, como artista, crecen? ¿Hay que ser otra cosa? ¿Ser músico no basta? Weir se afirma artista, jamás gurú; qué irresponsable puede ser, muchas veces, ese cursi lugar común que hallamos resignificando a la religión tradicional cuando dotamos de importancia sobrenatural al artista que, decimos, nos da vida. Puede verse en Netflix.

  1. John & Yoko: Above Us Only Sky (Michael Epstein, 2018)

Creo que hay dos líneas conductoras bien padres en este documental, ambas contadas mediante el proceso de grabación de Imagine. La primera es la ruptura que John Lennon buscaba establecer respecto a su etapa (y consecuente personaje) derivada de los Beatles. La segunda, una necesaria reivindicación de Yoko Ono en pos de eliminar por fin el maniqueísimo tratamiento como enemigo público. Lennon fue parte de la banda más importante del siglo XX, y lo que buscaba al salir de ella no era otra cosa sino ser John, y ser John es un concepto muy lejano a simplemente crear música de calidad y mantenerse vigente. Lennon entró en una transformación en artista radical, con bases ideológicas muy establecidas e innegociables; que fuese coherente, sensato, o lo que sea, es otra historia y tampoco es el punto. Yoko fungió como una especie de creadora a su lado, y es también padrísimo encontrar aquí cómo concebía el arte y el mundo, siempre como un elemento proclive a ser intervenido o transformado. Acá también: que fuese una buena o mala artista es otra historia, y tampoco es el punto. La idea de esta pareja era bien, bien interesante; si le sumamos el proceso de creación de uno de los álbumes más inquietantes de la historia, de la música, pues queda algo padrísimo. Puede verse en Netflix.

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