En México (cito a Perogrullo) no hay gran tradición de literatura alrededor del deporte. Esto se puede explicar, quizá, por un mal de raíz: el (mal)trato que por lo común dan a la palabra las secciones deportivas de los diarios. No se forjan buenos cronistas ni pulcros redactores, y el paso del papel periódico al bond o cultural es, así, muy difícil.
La pluma y el achique. Historias del futbol; Alejandro Toledo
Llevo tiempo pensando que, quizá, una de las gran revoluciones pendientes en el periodismo deportivo tenga que ver con la apuesta por integrar decididamente perfiles de otras fuentes que renuncien conscientemente al tropel de lugares comunes a los que se suele recurrir para salir de paso en las crónicas y las coberturas.
Esta tesis la refuerza La pluma y el achique. Historias del futbol (Universidad Autónoma de Nuevo León), de Alejandro Toledo, una bitácora sobre su trabajo como cronista deportivo en el periódico El Universal, tras haber desembarcado del periodismo cultural y la literatura.
En una época en la que el periodismo de exclusivas y las mesas de debate están acaparando los espacios que en otro tiempo le pertenecieron a los contadores de historias, el libro de Toledo se adhiere conscientemente a la idea de entender al futbol como un mecanismo para ejercer el oficio con dignidad y propiciar otro tipo de conversaciones en términos sociales, culturales y puede que hasta sentimentales.
Resulta interesante que Toledo, para subsanar las lagunas en cuanto a formación táctica y técnica del juego, se refugió en las premisas del periodismo y en las posibilidades de la literatura. Llegar como «vaquero intergaláctico» a ese nuevo mundo le permitió tejer historias que le plantaban cara y se oponían fervientemente a la respuesta programada, aunque, como él mismo lo dice, salirse de ese juego implicara traición.
El recorrido que propone el autor comienza remontándose a los orígenes del Clásico Nacional en México, entre Chivas y América, cuando el futbol, eclipsado por los toros, el beisbol y el boxeo, era, más bien, un deporte de minorías. De esa rivalidad emergente entre provincianos y capitalinos, entre nacionalistas y resto del mundo, que entonces no tenía posibilidad alguna de rivalizar en términos de atención con Germán Valdés Tin Tan ni con las gestas del general del Ejército Rojo Nikolái Vatutin, surgió uno de los grandes mitos fundacionales del futbol mexicano como espectáculo de masas.
Dentro de esa primera parte de la ruta consagrada a la memoria del futbol nacional, Toledo recupera dos perfiles imprescindibles sobre dos de los personajes más entrañables de la historia de nuestro deporte: el legendario entrenador Ignacio Trelles, «un hombre de futbol que dominaba las palabras con artes de literato» y que rehúye a la pasión por el futbol al considerarla como un sentimiento que sufre una exageración y a alguien como él, claramente, no le gustan las exageraciones. El otro es del jugador, árbitro, entrenador, directivo, cronista en radio y televisión y comentarista Fernando Marcos, quien, entre otras confidencias, no dudó en calificar a Ángel Fernández, otra gloria de la narración deportiva, como «un mentiroso agradable, simpático», que, además, «tiene muy buena voz».
La segunda parte del libro transcurre con una voluntad más extraterritorial, empezando por un ejercicio biográfico en torno a tres finales de mundiales: México 1970, Estados Unidos 1994 y Francia 1998 —la renuncia deliberada a México 1986 se la debemos a Proust y los tomos de En busca del tiempo perdido. Aquí, si se me permite, me detengo para volver a la idea de origen. Cuenta el autor que para el Mundial de 1994 al editor en jefe le pareció una gran idea que la cobertura del certamen corriera a cargo de un especialista deportivo y de otro, también periodista, más alejado de la fuente. Eso, que a día de hoy sería impensado, tuvo todo el sentido del mundo. Tras su trabajo cuatro año antes, Toledo se ganó por derecho propio la posibilidad de repetir en Francia —acaso existe una venganza más cruel y poética para un escritor y periodista cultural reconvertido en cronista deportivo que cubrir un Mundial de futbol en Francia.
Luego, en el libro desfilan textos sobre Ferenc Puskas, Bobby Charlton, Pelé, Zidane y Ronaldo, hasta llegar al que, para mi gusto, es la mejor pieza del libro: un ensayo sobre El miedo del portero ante el penalti, la novela de Peter Handke que llevó al cine Wim Wenders, cuyo protagonista Bloch, un antiguo portero de futbol, destila un aura kafkiana que Toledo, dando rienda suelta al hombre de letras, disecciona como nadie.
Todo esto no hace más que constatar que La pluma y el achique. Historias del futbol reivindica un tiempo anterior en el que la consigna, por sobre todas las cosas, era contar le mejor historia posible.
El libro está disponible en la tienda en línea de la Editorial Universitaria UANL.