Foto: Cortesía.

Lo peor que puede hacer un escritor es aburrir: Diego Muzzio

El argentino examina la figura del doble en su galardonada novela El ojo de Goliat, publicada por Entropía.

Es difícil escapar de la culpa, no importa lo profundo que se entierre dentro de la memoria, los recuerdos siempre terminan por abrirse camino, atormentando en pequeñas dosis hasta que es inevitable afrontar lo que en algún momento se hizo. También es cierto que, para conservar la vida en situaciones de riesgo, el ser humano es capaz de realizar actos abominables, cosas que quizás nunca se creyó capaz de hacer. En la guerra los individuos tienen un contacto constante con la muerte, deben vivir en medio de una carnicería atroz y presenciar tanto horror que la psique se deforma, tanta barbarie empuja a cruzar un umbral que no tiene retorno posible. La persona puede escindirse después de ese tipo de experiencias traumáticas, ser dos individuos diferentes: el que se era, y el que ha mirado dentro del abismo, ambos cohabitando dentro del mismo cascarón. 

El ojo de Goliat (Entropía, 2023), la más reciente obra de Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969), ganadora de la cuarta edición del Premio Fundación Medifé Filba de Novela, nos relata una historia que contiene capa tras capa de culpa, terror y locura. Muzzio conjuga unos narradores cuya ordalía crea un terror que se mete bajo la piel y que permanece latiendo. La ambigüedad que gobierna el texto, sumado a la atmósfera opresiva y la figura del doble muestran cómo el miedo puede transformar a alguien llevándolo a hacer cosas innombrables, convirtiéndolo en otro. 

Al sanatorio del psiquiatra Edward Pierce llega a altas horas de la noche el primo del escritor inglés Robert Louis Stevenson llevando a su hijo adoptivo, quien fue rescatado en condiciones traumáticas mientras se ocupaba de inspeccionar un faro en un islote en el Atlántico Sur. El ingeniero David Bradley no dice una palabra, solo se quita la ropa, se tira al piso y se pone a nadar en seco hasta quedar rendido. Siempre que está despierto hace lo mismo, sin tregua. Su padre no sabe qué hacer y le entrega al psiquiatra un diario que el ingeniero escribió los días que estuvo en el faro de Goliat y lo que contiene es una puerta de entrada al infierno, a cosas tan horribles que deben ser parte de un delirio. Pierce queda con la tarea de indagar a qué se debe el extraño comportamiento de Bradley y ver si existe una manera de curarlo. Un caso que transformará su vida de muchas maneras, mostrándole el otro que también lo habita.

Por las páginas de El ojo de Goliat transitan El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson, Alicia en el país de las maravillas, la Biblia, Ernst Jünger y Horacio Quiroga (quien tiene un cameo fascinante). 

A continuación, una charla que tuvimos con el autor acerca de esta obra.

¿Cómo surge la idea para El ojo de Goliat?

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de escribir una historia que tuviera como escenario principal un faro. Los faros siempre me parecieron lugares muy extraños, sitios encantados. Seguramente no soy el único en pensar esto, porque hay muchos ejemplos en la literatura y el cine. Yo diría que es casi un lugar común la idea del faro como un sitio peligroso, donde todo puede suceder. Por eso me parecía en algún sentido arriesgado tomar el escenario del faro como centro de la novela. Pero las ganas de escribir una historia donde hubiera un faro y donde también pudiera incluir la Primera Guerra Mundial que, como todo el mundo sabe, fue uno de los conflictos más terribles y salvajes de la historia, fueron más fuertes que la prudencia y empecé a escribir la novela sin saber muy bien adónde iba, como me sucede siempre. Parto de una idea muy general y, al avanzar en la escritura, la historia va tomando forma.

¿Fue necesario investigar sobre faros y la Primera Guerra Mundial antes de empezar a escribir? 

No, no hice ninguna investigación sobre la Primera Guerra porque es un tema que siempre me interesó y sobre el que leo asiduamente, pero sí tuve que investigar algunos aspectos técnicos sobre los faros.

En El ojo de Goliat hay influencias claras como Jekyll y Hyde, Alicia en el país de las maravillas y otras obras mencionadas dentro del texto. ¿Qué otras influencias no tan evidentes fueron importantes durante el proceso de escritura?

Imagino que a la hora de escribir uno pone a interactuar, consciente o inconscientemente, a muchos autores que nos han formado, como lectores primero y como escritores después. De algunos de ellos podemos dar cuenta, de otros no, pero seguramente andan por ahí, en algún lugar del texto. De los que puedo dar cuenta son los que ya nombraste, y también Borges, Bioy Casares, Quiroga, Conrad, Melville… Al menos, me gusta pensar que ellos también andan por ahí, escondidos y asomando de vez en cuando entre los pliegues de la historia.

En la segunda parte del libro nos encontramos dos diarios (el de Bradley y el de Evans), ninguno de los cuales es fiable, ni sus autores. ¿Cómo trabajas esa figura del narrador poco confiable?

Creo que tanto Bradley como Evans están totalmente convencidos de lo que escriben en sus diarios. Ellos describen su realidad, lo que ven y lo que perciben. Y, al momento de escribir sus experiencias, yo estoy tan convencido como lo están ellos mismos. Bradley tiene momentos de duda, instantes en que advierte que hay algo que no está funcionando en su cabeza, pero son momentos muy breves y luego es engullido otra vez por la vorágine de su delirio. Lo que me propuse fue simplemente mostrar lo que ven y perciben, luego es trabajo del lector decidir si pueden creer o no en lo que cuentan los personajes.

Los sucesos sobrenaturales que ocurren en el faro podrían no ser únicamente alucinaciones, sino tener un significado distinto, que al final nadie se molesta en investigar. Que el lector busque esas respuestas por fuera del texto y dentro de su propia imaginación es importante. ¿Cómo lo ves?

Pienso que el significado de esas alucinaciones está justamente en el pasado de Bradley y de Evans. Hay un secreto en el pasado de Bradley, una falta o pecado irreparable que ha cometido en la guerra, un drama oculto que es lo que trata de desvelar el psiquiatra Pierce, como camino a la estabilización psíquica. Las pistas de ese suceso, el desencadenante de la locura de Bradley, están en el texto; al menos, eso me propuse, que estuvieran ahí, un poco ocultas, pero reconocibles para el lector. En el pasado de Evans, en cambio, no hay secreto. No sabemos por qué enloquece y hace lo que hace. Solo contamos con suposiciones. Todos esos sucesos sobrenaturales, entonces, son de alguna forma resultado de la culpa.

La ambigüedad y la atmósfera son muy importantes en El ojo de Goliat, logrando crear una sensación de terror que se mete bajo la piel. ¿Cómo trabajas esos elementos?

Justamente intento crear esa sensación con la atmósfera, sobre todo. Si pensamos en las películas del género, los mejores momentos son cuando la amenaza está ahí, pero es invisible. Me encantan los ambientes que crea Lovecraft, pero las largas descripciones de sus monstruos y dioses me resultan aburridas y terminan por borrar el terror de la lectura. Hace poco, por ejemplo, leí un texto en donde los fantasmas son tantos que uno como lector termina por naturalizarlos. Creo que es mejor sugerir que mostrar. Y con cuentagotas.

¿Tus novelas favoritas donde la atmósfera sea primordial?

El desierto de los tártaros, La invención de Morel, El corazón de las tinieblas.

La guerra y sus atrocidades también están presentes en “La ruta de la mangosta” (incluida en Las esferas invisibles). Esos escenarios antiguos parecen más ricos e interesantes que nuestro presente hipertecnológico y ultraconectado. ¿Cómo es para ti?

Sí, para mí lo son, tal vez porque soy un lector muy volcado hacia el siglo XIX y XX. Sin duda me gustan mucho más los ambientes del pasado, esas ciudades apenas iluminadas por farolas a gas, por ejemplo. Hoy la luz inunda nuestras ciudades, todo es visible, todo es abordable. Al Alvarez habla en uno de sus libros sobre esto: Night: An Exploration of Night Life, Night Language, Sleep and Dreams.

¿Cómo surgió la idea de ese cameo de Horacio Quiroga en El ojo de Goliat?

Apareció un poco de casualidad, en una de las últimas correcciones del libro. Me pareció que la historia de Evans podía haber interesado a Quiroga y me gustó el desafío de intentar escribir un texto como lo hubiese hecho él. Espero que el maestro me haya perdonado el atrevimiento.

La sugerencia en los elementos sobrenaturales, el explicar poco, es algo que también está presente en las nouvelles de Las esferas invisibles. Lograr sostener esa sensación de terror no es sencillo. ¿Puedes dar algún consejo a los jóvenes escritores que busquen algo parecido en sus textos?

Mi consejo es mostrar poco, trabajar con la sugerencia y tener muy en cuenta la tensión en la historia. Pienso que lo peor que puede hacer un escritor es aburrir. La descripción interminable de hechos supuestamente terroríficos, de fantasmas o de monstruos no genera terror sino aburrimiento. Al menos eso es lo que me sucede a mí como lector.

La escena con Anne, la antigua pareja del psiquiatra Pierce, es perturbadora y muy extraña y pone en tela de juicio las percepciones del médico, el único que no estuvo bajo la influencia del faro. ¿Cómo preparaste esa escena?

También es una escena que apareció en una de las últimas correcciones y que, en efecto, pone en tela de juicio la salud mental del psiquiatra… Pierce no estuvo bajo la influencia del faro, pero sí estuvo en las trincheras y dirige una institución mental. Es decir, está cercado por la demencia y además es adicto a la morfina. Pierce es una bomba de tiempo.

Pierce, aunque al parecer triunfa con sus tratamientos en identificar la culpa que carcomía a Bradley, también comete un error al descartar las partes sobrenaturales del diario, tachándolas de entrada como parte de un delirio. Pero era imposible para él creer algo así, ¿verdad?

Por supuesto. Pierce no puede creer en todo eso, porque su especialidad es justamente estudiar e intentar remediar el delirio de sus pacientes. Pierce es psiquiatra, también un investigador en su campo, no puede plantearse ni un segundo la veracidad de la experiencia de su paciente. Pierce, incluso, reniega de la literatura de ficción.

También hay signos ominosos en el sanatorio, en el presente, cuando los otros tres pacientes comienzan a seguir a Bradley y pasan tiempo juntos. Pierce nunca investiga eso tampoco ni lo encuentra extraño, pero el lector se pregunta si allí podría estar sucediendo algo más…

Exacto, aunque Pierce tal vez no preste mucha atención a eso. El psiquiatra se encuentra en un estado de tensión especial y seguramente sus capacidades de observación se encuentran en ese momento en particular un poco disminuidas.

¿Quiénes son tus referentes en el género fantástico?

Borges, Cortázar, Bioy Casares, Quiroga, si tomamos el terror como parte del género fantástico, Poe, y debo olvidar muchos otros…

¿Qué puedes contarnos sobre tus próximos proyectos?

Estoy escribiendo un nuevo libro compuesto por tres nouvelles. Lo que sé hasta ahora es que hay elefantes que van pasando de un relato a otro.

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