Heredé tus ojos, tu cabello
y la forma de tus dedos.
Ahora habitas entre ellos;
en el vacío y en el reflejo,
entre mis ramas sueltas
y mis hojas frescas,
en cómo acaricio la arena
y desato mis cuerdas.
En mi índice llevo tu nombre
y en mis palmas, los planos
y las líneas del pasado.
Mamá, aprendí a soltar la vida,
la última vez que nos tomamos
de las manos.