I
Hablar de la obra de Marcel Cohen, Carta a Antonio Saura[1], escrita alrededor de 1981[2], nos plantea la condición para analizar, en palabras de Levinas, cómo la subjetividad “se independiza del tiempo”[3], gracias al fulgor de la nostalgia. Allí, donde el autor expresa a través del ladino[4] toda una época suspendida en el recuerdo, figura mediante la cual surgen una serie de conceptos, referidos ya no a la proyección óntica del texto, sino a la exterioridad que plantea el uso del lenguaje desde la memoria.
Sin embargo, el recuerdo no es el comienzo, sino aquello que constituye un fragmento de la multiplicidad. Ya que “la profundidad de nuestra psiquis no conoce el “yo”, sino tan sólo su suma”[5], como afirma Sabina Spielrein.
De ahí que Catherine Chalier comente:
El verbo «crear»[6], bará[7], significa dar el ser a una existencia fuera de sí, poner una realidad nueva y distinta. Una realidad que no se sostiene en absoluto en una relación de necesidad ni de dependencia…[8]
Por eso, la importancia de pensar aquí la multiplicidad fuera de la individualidad, desde la geografía lingüística del judeoespañol, se vuelve primordial. Ya que este movimiento establece toda una reconfiguración social del mundo en función de la intertextualidad. No por nada Cohen le dirige la carta[9] a un amigo[10], que funciona al mismo tiempo como una metáfora de la otredad. Si bien la carta tiene un destinatario, también es un vehículo para conversar con los otros, con los que ya no están.
II
Ahora bien, en el capítulo VI de la carta nos encontramos que Marcel Cohen le platica a su amigo, el pintor Antonio Saura, sobre: “David el bueno, salonekli y[11] ijo de rey”[12]. Imagen fiel de un personaje emblemático en la memoria del autor[13], el cual parece estar situado en un espacio entre el sueño[14] y la imaginación. Sin embargo, la realidad emerge cuando nos cuenta:
«David, le gritábamos, ahora no es tiempo de matarse. Ven a tomar café y ponte la pijama…»[15]
Como si a ratos la tristeza pudiera más. Y David pasara de convertirse en rey a transformarse en alguien consumido por el dolor. A pesar de ello, la historia no termina ahí, pues Cohen nos dice:
Finalmente nos miraba a nosotros, pero sin reconocernos realmente, como si fuera él un rey descalzo, la cabeza llena de sueños…[16]
Esto nos lleva a preguntarnos: “¿Y nosotros qué somos?”[17], siguiendo la línea conceptual de Levinas. Ya que aquí surge un puente intersubjetivo donde el tiempo se libera en el establecimiento de la relación misma. Es decir, sabemos que nos encontramos en el límite de la individualidad, donde Catherine Chalier afirma que está: “el instante de la palabra”[18]. Por lo tanto, un nuevo acontecimiento surge desde la alteridad reconfigurando nuestra percepción, justo en el momento en que leemos: Carta a Antonio Saura, bajo una perspectiva social y ontológica.
De ahí que las palabras puedan convertirse en una cinematografía de la añoranza, donde la tristeza y la nostalgia se codifican para volverse un testimonio de resistencia frente a la historia. Quizá por eso Marcel Cohen le comenta a su amigo:
Las palabras son tu verdadero lugar y tu esperanza. Cabe ser un loco para pensar que, en ellas, puedas ser un día extranjero de ti mismo. En lo más profundo de ti sabes que las cosas, o al menos el sentido que tienes de las cosas, nunca se muere.[19]
Así que por más que los tiempos sean difíciles, nos queda un espacio de libertad, una proyección hacia los demás que rompe la distancia, construyendo una relación entre textos y palabras, que nunca se va.
NOTAS:
[1] Aquí empleo el título acotado que proviene de la edición: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). A cargo de Raphael Rubinstein, cuya traducción al inglés incorpora también la versión en ladino del texto. Su título original es: Letra a Antonio Saura ke kreya azer retratos imaginarios por un sefardi de Turkia ke se akodra perfektamente de kada uno de sus modeles.
[2] Cfr. Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006).
[3] Emmanuel Levinas, De la evasión, Edición, Introducción y notas a cargo de Jacques Rolland, trad. Isidro Herra (Madrid: Ed. Arena Libros, 1999/2011). Pág. 77.
[4] Ladino o Judeoespañol, es una lengua que se habla actúalmemte en la comunidad sefardí. Uno de los primeros registros que se tienen de ella, es la Biblia de Ferrara en 1553. Su construcción gramatical incorpora vocablos de diversa procedencia. Volviéndola una lengua rica, cuya historia y tradición retrata la diáspora sefardí.
[5] Cfr. Sabina Spielrein, La destrucción como origen del devenir, UNAM, 2021.
[6] Las comillas angulares son del original (N. del A.).
[7] Las itálicas son del original (N. del A.).
[8] Catherine Chalier, La huella del inifnito. Emmanuel Levinas y la fuente hebrea (España: Herder, 2004). Pág. 30.
[9] “Letra” en ladino es: Carta. Tal y como se puede ver en la traducción de Rubinstein y en mi abreviación posterior.
[10] Para ver con más detalle la biografía de Cohen y su amistad con el pintor Antonio Saura, les recomiendo el análisis que aparece en: Myriam Moscona y Jacobo Sefamí, comp., POR MI BOKA. Textos de la diáspora sefardí en ladino (y versiones en español contemporáneo) (México: Lumen, 2013).
[11] Por lo general se utiliza la: i, como conjunción en el ladino. Por detalles así, el texto es original tanto en su composición como en su idea.
[12] Aquí sigo la edición de Raphael Rubinstein. Sin embargo, un fragmento de este capítulo también se encuentra traducido al español en: Myriam Moscona y Jacobo Sefamí, comp., POR MI BOKA. Textos de la diáspora sefardí en ladino (y versiones en español contemporáneo) (México: Lumen, 2013).
[13] En el texto, se nos dice que David era: “padre de una de mis tyas” [tías]. Los corchetes son míos para puntualizar la relación con el autor que tiene el personaje. Véase: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). Pág. 77.
[14] Curiosamente se dice en el texto que siempre está cantando viejas canciones, como si fuera al mismo tiempo un juglar y un cronista. Véase: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). Pág. 77-80.
[15] La traducción del ladino al español es mía y proviene del texto en su versión original en: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). Pág.80. Lamentablemente no se encuentra publicado en: Myriam Moscona y Jacobo Sefamí, comp., POR MI BOKA. Textos de la diáspora sefardí en ladino (y versiones en español contemporáneo) (México: Lumen, 2013). Por último, el entrecomillado corresponde al autor.
[16] Esta traducción del ladino al español también es mía y proviene del texto en su versión original en: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). Pág.80. Tristemente tampoco se encuentra en: Myriam Moscona y Jacobo Sefamí, comp., POR MI BOKA. Textos de la diáspora sefardí en ladino (y versiones en español contemporáneo) (México: Lumen, 2013). Cabe decir por último, que la palabra que usa Cohen para: sueños, en ladino es: “souegnos”. Un uso distinto al común que es: “suenyos”.
[17] ¿Quién es uno mismo?, lección talmúdica pronunciada en el 30° coloquio de intelectuales judíos, el 11 de diciembre de 1989, incluida en: Emmanuel Levinas, Nuevas Lecturas Talmúdicas, Jorge Medina Delgadillo Ed. (España: Sígueme, 2017). Pág. 101.
[18] Catherine Chalier, La huella del infinito. Emmanuel Levinas y la fuente hebrea (España: Herder, 2004). Pág. 203.
[19] Una traducción mía del ladino al español, correspondiente al texto en su versión original en: Marcel Cohen, In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura (Israel: Ibis Editions, 2006). Pág. 75.