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Crónicas

Abrazo, beso y agito mis puños arriba (II/III/IV)

*Pido disculpas por tener que juntar tres crónicas en una, pero lo cuento más abajo.

El último partido de fase de grupos se jugó el miércoles 30 de noviembre. Esa mañana fue diferente, ¿afectaría a la cábala? No lo pensé hasta la hora del partido. Mi mañana fue tranquila, era un día entre semana, es decir, gimnasio y cowork –aunque no podría ir a esto último, porque la tarde estaba reservada al partido. En ese momento no tenía la magnitud de lo que iba a suponer ya no ese día, sino todo hasta el día de hoy, 9 de diciembre.

Esa mañana calurosa del 30 de noviembre –sigo con mi jet lag de estaciones, no es fácil de llevar, sobre todo a nivel emocional porque se produce un hackeo en el cerebro –decido ir al gimnasio. Allí hay unas seis pantallas en la planta baja, se trata de un edificio que incluye diferentes pisos donde tiene salas específicas para determinados deportes, incluso tiene una pileta. En tres de las pantallas televisaban el canal de la televisión pública argentina donde se está emitiendo todo el mundial. A las 12:00 daba comienzo Dinamarca–Australia, la gente no le dio mucha importancia. Se notaba un ambiente que solo pensaba en el partido de Argentina, escuché algunos comentarios desaprobatorios.

Antes de marcharme del gimnasio pregunto si van a estar abiertos a la hora del partido, me miran con cara extraña y me contestan que estarán abiertos, pero el partido se emitirá en todas las pantallas y quitarán la música para oír el juego. Me imagino que quien esté leyendo el artículo se estará preguntando por qué lo pregunto. Muy sencillo: el país se paraliza. Literal. Hay empresas en las que se ve el partido, donde escribo mis artículos para la revista, un coworking, ponen una pantalla con el partido oportuno del día. El mundial se vive.
Cuando salí de ahí me dispuse a prepararme para el partido, a las 16:00 daba comienzo, pero dos horas antes debíamos estar en el bar, para calentar.

La tensión estaba latente, iban contabilizando el tiempo de descuento para el partido y sólo había un resultado posible: Argentina debía ganar.

De igual manera, encontré a la gente más relajada que en el partido anterior, creo que vuelven a confiar. ¿Tendrán efecto los anuncios? Algún día debería escribir solo sobre los anuncios. Cada detalle cuenta, no sé si es porque soy de fuera y tengo otra mirada, pero se vive de otra manera el fútbol.

Ya sentados con nuestra comida, ese día menú del día y cerveza. Escucho cómo corean: «Vamos, vamos. Para ser campeón hoy tenés que ganar». Ahí empiezan los gritos y nerviosismo previos a escuchar el himno, un poco la misma dinámica que se dio en el anterior partido.

Esta vez en el bar había un grupo grande de niños, todos ellos varones, que ocupaban una larga mesa; mientras que los padres estaban por otro lado. Al principio no incomodaban pero conforme pasaron los minutos tenían comentarios demasiado groseros para su edad, creo que tenían entre 10 y 11 años, más o menos. Cierto es que nos encanta escuchar, las personas que somos de fuera, a una persona de Argentina “putear”, como bien dicen. No obstante cuando lo dice un niño y tales insultos que reclamaron a los progenitores, no es tan divertido.

El primer tiempo se sucedió entre los «sacalá boludo» y gritos de desesperación por esos remates no culminados, la gente corea y hace sonar las vuvuzelas.

Momento de suspense, que lo encapsula todo como un fundido a negro. Un corte sin precedentes. Están comprobando un posible penal. Dictamina que sigue el juego, a partir de ese momento ocurre algo inusitado el comentarista sin apenas respirar no deja de hablar. Se suceden muchísimos ataques, el momento llega a su punto culmen cuando termina el primer tiempo.

En el descanso del segundo tiempo se sucede una cábala o así nos lo hace saber Javier, un hombre que está yendo solo a ver los partidos al bar. En el anterior partido una chica se tumbó cerca de la pantalla porque hay como una tarima, esta vez también lo hizo. El gauchito Gil ya tenía ofrendas, pero otras personas se acercan y le llevan más presentes. Javier, este simpático señor que estaba la otra vez situado detrás de nosotros, en este intermedio decide ponerse detrás nuestra como marca la cábala.

Comienza la segunda parte. ¿Será cábala? No lo sé, pero Argentina marca los dos goles de la victoria que le hace pasar a octavos de final. La gente del lugar, todos nosotros coreamos: «Olé, olé, olé, ser argentino es un sentimiento que no se puede parar» y minutos antes de terminar el partido: «De la mano de Leo Messi todos la vuelta van a dar».

Octavos de final (III)

El sábado 3 de diciembre. Mesa reservada en el bar. Todo listo para disfrutar del fin de semana. Me despierto con energía, pero con un trancazo horrible. No puedo respirar y no paro de estornudar. Mi pareja presagiaba algo estremecedor y yo me uní al mismo raciocinio. Ambos pensamos que fue de dormir con el aire acondicionado –no se puede dormir, el calor es asfixiante. La cuestión es que con mi cara hinchada, el cuadro clínico que presentaba y las noticias sobre el aumento de los casos de COVID, teníamos que realizarnos un hisopado. Mi pareja dio negativo, yo salí positivo (aunque quisiera aclarar que primero se me marcó la T y después la C por lo que consideré que me hice mal prueba). De todos modos, marcaba un positivo y pusimos en marcha todos los protocolos.

Tuvimos que suspender todo lo planeado. Absolutamente todo. Igualmente yo me quería hacer una prueba en un laboratorio porque quería quedarme más tranquila.

Mascarillas, distanciamiento, ventanas abiertas para airear. Empezaba el confinamiento. Decidimos ver el partido juntos con distancia; yo en la puerta del balcón con la mascarilla, así podemos mantener las distancias de seguridad. Daba comienzo Argentina-Australia.

Octavos de final, considero, es la parte más decisiva de un Mundial, sabes que si pasas te haces imparable y solo puedes seguir escalando. En este partido tenía poca expectación debido al COVID y porque había roto una Kavala, pero lo estaba viendo y tenía la pulsera de «Vamos, Argentina». La tensión no dejaba de presionarme el pecho.

En el primer tiempo del duelo fue bastante impactante, primero de todo porque nadie apostaba por Australia. Sin embargo apretaban y eso mermaba en los jugadores de la albiceleste. Hasta que Messi, el capitán, metió el primer gol. Ese gol se escuchó en toda la ciudad, toda la gente gritando desde sus casas, incluso algunos iban en delay, fue un grito de victoria clamoroso.

En el segundo tiempo y con la ventaja, se notaba una Argentina no conforme y ahí volvieron con el segundo gol. La gente estaba alborotada, se veía a gente festejar en el balcón con camisetas y banderas. Compartían la alegría de ganar. Sin embargo, no todo estaba decidido, voy a modificar aquella mítica frase con permiso de mi equipo: «90 minutos en un partido son muy largos». En el minuto 77 marcó Australia rebotando en un jugador argentino. El silencio se apodero de la ciudad como si de una novela de fines del siglo XIX se tratará; cómo se empañó ese silencio en los hogares como una niebla espesa. No obstante, llegó el final y Argentina se clasificó.
Recuerdo esa noche en mi cuarto, confinada, los pitos de los coches, la gente coreando, disfrutando… Lo vi en redes sociales, era esplendoroso.

Cuartos de final

Argentina se enfrentaba a Países Bajos y yo ya tenía el alta del COVID –pero aún tenía que guardar unos días más de confinamiento.

Así que volvimos al mismo procedimiento: butaca al lado de la puerta del balcón, mascarilla y a ver el partido. Daba comienzo Países Bajos–Argentina.

No habían más cábalas, bueno que tenía que verlo sí o sí. Arrancaba el partido había un silencio en la calle desde hacía una hora más o menos, feriado nacional lo ponía más fácil. Arrancaba este partido definitorio para clasificarse en semifinales y estar más cerca de la final.

En este partido me ocurrió algo insólito, esta vez no podríamos dividir el partido en dos partes en la que se ve mejor el rendimiento a un equipo y después a otro. Argentina llevaba la delantera cuando marcaron el primer gol, pero sí que es cierto que el cierre hacia portería y que Países Bajos hizo un despliegue de delantera, puso los tiempos difíciles.

El problema llego casi al final del partido un momento clave que el marcador se puso 1-2 ganando Argentina. Empero el empate en ese minuto 11 o, al menos, así lo marcan en Internet. Vamos a explicarlo: el árbitro da 10 minutos de descuento y el gol del empate que hace que se vayan a prorroga se metió en el minuto 11 del descuento según marca Internet y que yo misma vi.

En otras palabras y en lo inaudito de este partido es el protagonismo del árbitro. Antonio Mateu Lahoz, quienes seamos fanáticos del R.Madrid o del Barça, lo conocemos bastante bien, según como se levantase ese día beneficiaba a un equipo o a otro, sacando tarjetas donde no correspondían o pitadas que no tenían que ver, enfangando y creando una polémica en un partido que ya viene con antecedentes (me refiero al clásico). No obstante, no podía dejar pasar esta oportunidad y lo volvió a hacer en un partido de cuartos de final, generó y creo la polémica. Ahora quienes deben responder por sus actos son los jugadores, pero no contamos quién encendió la mecha, no otro que Lahoz.

Topo Gigio

Ahora quedan semifinales que ya lo podré ver libre de COVID y tener tres meses de gracia. Por último y antes de terminar esta crónica, quería comentar el gesto de Messi que tanto le están criticando en redes sociales y medios nacionales de su país; aunque mucha gente ha salido a la palestra a defenderlo, sobre todo porque la crítica que se le ha hecho es desde el clasismo y el racismo.

Sí, lo reconozco soy del Real Madrid, pero me toca hablar sobre el gesto de Messi en unas pocas palabras. Lo hizo bien, sí. Ante un director técnico que ha usado su superioridad clasista para humillar a talentos del fútbol poniéndolos en la banca, ni el viejo y loco “Mou” se atrevió a tanto –o bueno, sí. La cuestión es que cuando te faltan al respeto solo con un gesto inofensivo puedes hacer bastante daño; bien hecho, Messi.

¡Ah! Otra cosa, dejad de criticar si Argentina se burla de Países Bajos al ganar un partido. Empezamos a sacar aquí todas las burlas de todas las selecciones, porque no terminamos… Y algo más que no se me olvida, la discriminación de ciertos medios de comunicación de Argentina hacia su selección; aunque qué voy a decir yo que soy española y recuerdo cómo trataron a nuestro querido Sabio de Hortaleza, Luis Aragonés; o ahora a Luis Enrique… Nada más que añadir.

Por Alba Otero

Periodista. Observar, escuchar y reflexionar, mi mantra periodístico.

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