Miguel Medina: Levantando sueños

Miguel Medina es una prueba de que todo lo que pensamos se puede hacer realidad con esfuerzo, constancia y, lo más importante, amor por nuestro deporte.

Por: Miritza Rojas
Levanté el teléfono con emoción de haber conseguido esos dígitos que me ayudarían a contactarlo: Miguel Ángel Medina, entrenador, profesor y atleta. Un grande del deporte mexicano que calificó a los juegos olímpicos de 1968, y cuatro años después participó en Múnich.
El teléfono sonaba y sonaba, del otro lado de la línea una voz yucateca y femenina me respondía cordialmente: ¿Con quién deseas hablar?… ¡Claro! Te lo comunico.
-¡Bueno! ¿Quién habla?
Esa fue la primera frase que escuché de Miguel Medina, antes de entablar una gran charla llena de emociones, anécdotas y lecciones de vida.
Empezando con fisicoculturismo, Miguel Ángel empezó a adentrarse al mundo de las pesas hasta llegar a la halterofilia. No tenía idea de cómo llegar a unos Juegos Olímpicos, él solo entrenaba en su gimnasio de la casa y ahí logró la marca olímpica; sin embargo, había que comprobarlo en campeonatos nacionales.
“Aquí en Mérida hubo un campeonato universitario, fue la primera vez que competí en 1959. En el ’70 hubo el campeonato de segunda fuerza y gané, rompí tres récords, y todo. La verdad era muy fuerte; era un flaco fuerte, fuerte.”
Compitió en Campeonatos Nacionales quedando siempre entre los tres primeros lugares y en el año de 1966 se preparó para su primera competencia internacional, evento preolímpico y selectivo a los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Fue preseleccionado para competir en los XIX Juegos Olímpicos  representando a México en 1968. Lamentablemente fue descalificado.
Con un inconformismo total, el haltera explicó que existía un levantamiento llamado press olímpico: “No te podías mover, ni la punta de los pies, según los jueces”.
Conforme contaba la historia de su descalificación, su voz demostraba ese sentimiento de injusticia: “Si doblaste mucho la espalda te marcaban foul; si no, no te marcaban foul, como vieran ellos. El peso no tenía nada que ver.”
“Yo siempre decía: No pueden ver a un come chiles como mexicano fuerte porque lo descalifican”. Aún con este enojo, tras ser descalificado, Miguel juró llegar a unos Juegos Olímpicos.
Comentó que no tenía ni la menor idea de que eran los JJ.OO; él entrenaba por entrenar.
“Fui a Juegos Olímpicos y ya cuando me descalificaron me aporré en la pared; un show, porque no era justo, hice mi levantamiento, tengo las fotos, está todo eso”.
Aún con el mal sabor de boca, el atleta aún activo, con un tono de voz alegre dice que participar en los JJ.OO le dio mucha satisfacción. Sin lugar a dudas, llegar hasta esas circunstancias implica muchos sacrificios.
Al principio, Miguel Medina entrenaba por amor a la camiseta, sin becas, hasta que llegó al Centro Deportivo Olímpico Mexicano, nueve meses, casado y con hijos.
Siguiendo con las anécdotas alegres, surgió una historia ahora graciosa, pero que en el momento lo avergonzó.
Eran alrededor de 28 competidores que dividían en dos grupos: A y B.
“A mí me tocó estar en el grupo ‘débil’, por decir ‘grupo débil’ y ‘grupo fuerte’”.
En ese grupo, quedó en tercer lugar y un reportero se acercó a felicitarlo; Miguel le hizo la aclaración de que aún faltaban 14 competidores y que la competencia no terminaba. Sin importarle nada, el reportero empezó a entrevistarlo.
“¿Y qué te gustaría ahorita? Pues me gustaría un litro de cerveza porque hace seis meses que no tomo cerveza”.
Sentados en la mesa, Miguel empezó a recibir telegramas con felicitaciones por la primera medalla de bronce.
“Quedé en tercer lugar por decir de las preliminares, ahí fue el error y grande, porque a mí me dio mucha pena, a mi esposa fueron y le preguntaron y dijo: No, no puede ser por la marca que mi marido hace”.
Todas estas experiencias marcaron la vida de un joven a quien no le interesaba nada y que, sin lugar a dudas, forma parte de la historia deportiva mexicana.
“Sólo entrenaba porque me gustaba y no pensaba que trascendiera tanto eso. Ahorita estoy en el salón de la fama, estoy en el botón olímpico, en México hay un monumento dónde está mi nombre y todos los que competimos en JJ.OO en el 68, 72,… o sea, que yo ya pasé a la historia sin proponérmelo en realidad. Ya después, de viejo, estoy viendo el alcance que tiene todo eso”.
A los 77 años de edad dedica, mínimo, 3 días a la semana para entrenar y se mantiene activo en el ámbito deportivo, compitiendo y motivando a la juventud.
Miguel Medina es una prueba de que todo lo que pensamos se puede hacer realidad con esfuerzo, constancia y, lo más importante, amor por nuestro deporte.
Después de viajar un rato por el pasado, lleno de historias dignas de recordar, este gran atleta, con una voz relajada, llena de alegría y satisfacción, se despidió agradeciendo la entrevista que le había hecho recordar sus glorias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *