El arte de actuar es no actuar: Esteban Soberanes

Un artista completo domina todos los escenarios. Se nutre de la música, la literatura y el arte. El teatro es la fuente donde germina el poder de su interpretación. Habitante de la memoria cinéfila mexicana gracias a icónicos trabajos, Esteban Soberanes Rojas nació en la Ciudad de México un 15 de marzo, en medio de una familia que lo arropó con música y baile.

Consciente siempre de que su destino era actuar, la perseverancia y disciplina lo llevaron a cultivarse con auténticas leyendas del teatro y a presentarse en sets de cine y televisión dirigido por un conjunto ecléctico de cineastas, a través de más de 30 años de carrera.

Platiqué con el camaleónico actor sobre sus inicios, los grandes momentos, el proceso actoral y lo que está por venir. 

El pequeño Esteban del kínder, a los 3 años, ya sabía que quería ser actor. Te forjas en las tablas con el maestro Héctor Mendoza y formas parte de la Compañía Nacional de Teatro. Te escuché decir que pisar el escenario es un privilegio. ¿Cuáles consideras que son las virtudes más importantes de la actuación, de la representación de la realidad? 

Lo primero que se viene a mi mente es que en un escenario, o a la cámara de cine, no se le puede mentir. O vives la representación como real y tomas los estímulos ficticios como verdaderos o no será verosímil tu actuación. Por lo menos para mí así es, me tiene que ir la vida en ello. Entonces sí, pisar un escenario se convierte, realmente, en un privilegio, en un goce y un gusto. La delicadeza consiste en que las cientos o miles de operaciones complejas que tienes que formular en tu cabeza y en tu cuerpo parezcan sencillas ante el espectador. He tenido la oportunidad de estudiar a través de las neurociencias el mecanismo del cerebro del actor y me emociona aún más.

El actor requiere de un mecanismo neuronal de desactivación de la propia personalidad y esto tiene que ver directamente con la desactivación de la ínsula y el precúneous. Estos se desactivan para que el actor entre en su personaje. Esas son zonas muy importantes en el cerebro, porque tienen que ver con la identidad, en quien soy yo. Por tanto a este proceso se le llama la {supresión de la identidad}, para ser poseído por el personaje  y vivir lo que se conoce como {experiencia en primera persona ficticia}. Allí radica, para mí, la maestría de un gran actor. Hacer todas estas operaciones, sin que se note nada, es un arte. El arte de actuar es no actuar. 

Yo soy a través de los demás, es decir que mi cabeza no solo debe formular un personaje construido desde mi mente, incluida la ventana de Yohari y ya, sino que debo dejar un espacio a lo que los otros personajes piensan de mí, del personaje. Tengo que verme en los ojos de los otros personajes y de esa manera termino de construir todas las fases de mi personaje, de esa forma no resulta para mí un personaje plano, sin fundamento, sencillo, sino que se complejiza en su estructura total.

Y claro que no puedo dejar de mencionar la bifrontalidad del actor. Me parece que aparte de suprimir la identidad y dar espacio a ese otro que me habita, nos faltaría hablar de las dos líneas de pensamiento que conviven en el cerebro o mente del actor, y estas básicamente, y de una manera simple, serian: lo que yo sé que el personaje no sabe.

El actor debe atender a llegar a su luz en cierto momento, a checar en el instante que la utilería se encuentre en su lugar (que eso se hace antes de iniciar la función), pero durante la escena suceden mil cosas que el ser actor debe resolver, o saber llegar ante la cámara si de cine hablamos y bailar con ella sin salirse de cuadro o de la distancia ideal para no salir de foco, ayudar al compañero si se ha quedado en blanco o a entrado a un jardín del que no puede salir. Todo esto sin perder el personaje que habita en mí y que no se ha enterado o no debería enterarse de todas esas cuestiones técnicas que el actor si sabe.

Peter Brook destaca lo que decía Aristóteles en su Poética. El campo de las neurociencias empieza a comprender científicamente. Aquello que los que nos dedicamos al teatro sabemos de forma práctica, hace tiempo. Pero yo recibo con mucho agrado y entusiasmo los estudios de las neurociencias. 

¿Cómo fueron esos primeros años teatrales para ti, Esteban?

Para mí el teatro encierra la mística que me inculcó mi formador Héctor Mendoza, después José Caballero, Luis de Tavira, Martin Acosta, Mauricio Jiménez, David Olguín, Michel Didím, entre muchos otros grandes maestros y directores. Y esto tiene que ver con el respeto al escenario, a mí y a mis compañeros, con el ser extremadamente puntual y estudioso, con no frivolizar con el texto y estar en escena, en el aquí y el ahora. Con dejar que el cuerpo entienda, no solo la mente y sus procesos cerebrales. Entender el texto y sus subtextos. Hacer un trabajo de mesa exhaustivo. 

En esos primeros años teatrales aprendía quién era Esteban en el escenario, y también quién era ese otro que me habitaba, cómo hablaba, cómo se movía, cómo reaccionaba, cómo se sentaba o de qué forma ponía las manos, dependiendo también de la época en que sucedía la obra, cómo sentía el amor, el odio, la incertidumbre o cualquier emoción o sentimiento que requiriera la situación que viva el personaje, en qué parte de mi cuerpo tenía tensión o no, si era buena mi elocución y si mi dicción era perfecta o no. 

Y eso lo encontraba y lo perdía en los ensayos, que para eso son. Después de un largo proceso de ensayos, finalmente después del estreno, sabía quién era yo esas dos o tres o cuatro horas que duraba la obra, pero el personaje todavía encontraba aciertos, las otras dieciocho horas del día no sabía realmente quién era yo, Esteban. Estaba todavía muy lejos de saber quién era como persona y me faltaba descubrir y depurar mi técnica como actor. Pero todo era nuevo y maravilloso y me consumían las ganas de estar en un escenario, viviendo los procesos actorales que horadaban mi cuerpo y espíritu. 

En más de 33 años de carrera, has transitado entre el cine, el teatro y la televisión. ¿Cuál de los tres espacios escénicos te apasiona más y qué diferencias medulares encuentras en cada uno de ellos?

Los tres espacios me parecen fascinantes. En 1990, inicié mi carrera profesional en el teatro Santa Catarina de la UNAM con la obra Enemigo de Clase de Nigel Williams, dirigida por Benjamín Cann, por la que fui nominado como actor revelación por la crítica y el público. Los actores de cada disciplina defendían férreamente su trinchera, los de teatro odiaban a los de cine y los de cine a los de teatro, la televisión era un arte muy menor, que quien lo hacía, era menospreciado por ser “gente de televisión” y prostituir su trabajo, decían.

Yo tuve la fortuna de ser uno de los actores de esa época que rompió ese paradigma: lo mismo hacía teatro con los grandes directores y actores de esa época, que cine con las figuras más importantes y televisión bajo la producción de Silvia Pinal, siendo dirigido por figuras como el maestro Arturo Ripstein, Benjamín Cann, Francisco Franco entre otros.

Nunca me creí eso que les causaba tanto enojo, porque yo, lo mismo hacia una, que la otra y las tres. La médula, como le llamas, en actuar para cien o quinientas personas en un teatro, es inmediata, la energía va y viene, tienes un inicio, un conflicto o un nudo y un desenlace, más todo lo que te he platicado al inicio. Un actor debe ser forjado en las tablas, en el teatro, y de allí podrá hacer todo lo demás, casi siempre BIEN.

En el cine, la medula cambia un poquito, porque estás trabajando para una cámara, para el ojo de Dios que todo lo ve, tienes por lo regular unos planos o tomas muy cercanas, allí se ven tus ojos, tu boca, tus manos claramente y el director enfatiza esos detalles a voluntad. Aquí, tu modulación debe ser completamente otra a la del teatro, el medio tono garantiza la credibilidad de la verdad. 

El filmar la escena uno, después la diez, volver a la cuatro, ir a la veinticinco y regresar a la dos me fascina. Me gusta ir armando ese rompecabezas invisible, saber cómo o en qué emotividad dejaste la escena dieciocho para tomar la diecinueve y entretejer o bordar finamente un personaje, me encanta.

En la televisión, para mí, y ahora con las series nuevas de ocho, dieciséis o doce capítulos, es la misma emoción que me causa el hacer cine.

Después de participar en algunos cortos, trabajas a los 21 años con Jaime Humberto Hermosillo en La tarea prohibida (1992), una película retadora, de trama incestuosa. ¿Qué recuerdas de esta primera experiencia en largometraje?

Uy, La tarea prohibida, mi primer largometraje con uno de los directores más polémicos de los 90’s y con un guion muy atrevido de Arturo Villaseñor, que sobrepasaba la mentalidad de la población de México en ese momento. 

Filmar al lado de Jaime fue estupendo, ensayamos seis meses como si fuera una obra de teatro, dentro del teatro El Galeón, aprovechando la escenografía del maestro Alejandro Luna, por la obra que allí se representaba La tarea con María Rojo y Ari Telch. La misma historia que en la película La Tarea, pero sin José Alonso.

Filmamos La Tarea Prohibida en cuatro semanas, tiempo récord para cualquier película. No pude tener más suerte que filmar la secuela de La Tarea, con la mismísima Maria Rojo, estrella y diva del cine nacional, quien desde entonces me dice hijo y me obliga a decirle madre, lo cual hago con mucho gusto y cariño. Siempre estaré agradecido por todo el cariño, apoyo y compañía que me dio en el rodaje y en los 34 años que tengo de trayectoria.

Más tarde llega El callejón de los milagros (1995) y Jimmy, personaje icónico, inolvidable. ¿Cómo fue filmar con Jorge Fons y ese tremendo cast? ¿Qué aprendizaje te dejó actuar al lado don Ernesto Gómez Cruz?

Bueno, hablar de El Callejón de los Milagros es hablar de los actores más prolijos, cuidadosos, esmerados, preparados y reconocidos de la industria cienematográfica mexicana y es hablar de uno de los más grandes directores que dio este país, Jorge Fons.

Tengo tantos recuerdos en mi cabeza que se agolpan solo al leer el título de la película, que no sabría cuál es más importante para tratar de describir.

Empezaré por hablar de la dulzura de Jorge, de su manera tan lúdica de dirigirnos, del profundo respeto y valor que tenía por los actores y las ganas que nos provocaba al estar cerca de él. 

Filmar con Fons era vivir un juego constante de creación en el set, en donde el actor proponía y él aceptaba, y en la mayoría de las ocasiones, superaba nuestra propuesta con su ojo tan atinado por la clase de director que era. Ejemplo: en una escena saliendo de la bodega en el bar de los reyes antiguos, de Don RU, le digo a Jorge:

 -Oiga maestro, como en la primer escena Don Ru me regaló los calcetines y las trusas, ¿qué te parece que cada que tenga un encuentro sexual con él, me dé un regalo?  Y así marcamos también la falta de atención que ya no tiene con su esposa y con el Jimmy sí.

Y dice: Sí perfecto a ver tráiganle un regalo al Jimmy.

Y le digo: Sí, así chiquito, un detalle

Y dice Jorge: ¡No!  Uno grande, que se vea. 

Y entonces mientras paso por detrás de ellos, frente a la cámara, mientras discute con el poeta y sin hablar, le digo GRACIAS, enseño mi regalote. Esos detalles me parece que dan información que no viene en el guion y que nutren al espectador y hacen más vivo o real a un personaje. 

O en la escena que llega Abel, el hijo de Don Ru a correrme de la cantina, a mí se me ocurre tirar el salero de los nervios y después tomar el salero y tirar la sal por encima de mis hombros, lo cual el espectador lee como un personaje supersticioso, sin que venga en el guion o yo diga una sola palabra. Eso me gusta construir con mis personajes, de esa forma engancho con el público de distintas maneras.

El maestro Ernesto Gómez Cruz… hablar de mi querido amigo y maestro es hablar de un monstruo de la actuación. Los Caifanes es una película que me voló la cabeza hacia finales de los años 70’s, en donde yo, con 10 años, la veía por primera vez, aunque fue filmada en 1967. Nunca la he dejado de ver. Es una de mis películas recurrentes, con un guion maravilloso de Carlos Fuentes y Juan Ibáñez, director de la misma. 

Yo conocía al maestro Ernesto Gómez Cruz de un cortometraje anterior, y aunque ya nos conocíamos, no dejó de ser comprometedor, tenso, difícil y muy gracioso también, filmar la escena del baño enjabonándonos desnudos, siendo ambos heterosexuales en la vida real y homosexuales en la ficción. Hacer ese tipo de escenas en 1994 era seguir rompiendo paradigmas, queriendo o no.

La película se estrenó un 5 de mayo de 1995 en el antiguo cine Latino en Reforma. Mi padre, contador, un hombre común, estaba sentado a mi lado, junto con mi madre y hermanos. Al llegar la escena de los baños lentamente, poco a poco, se fue hundiendo en el sillón hasta casi desaparecer. 

Estuve nominado al Ariel en una categoría que no me correspondía y que años después la Academia instauró, aunque todo Bellas Artes en esa entrega dijo que ese Ariel era mío.

Profundo carmesí (1996) y El coronel no tiene quien le escriba (1999) significaron intervenir bajo las órdenes de un director exigente, con un estilo muy teatral: Arturo Ripstein. El uso del plano secuencia y la sordidez de sus espacios son elementos en los que cualquier histrión mexicano sueña desenvolverse. ¿Cómo se dieron estos trabajos? ¿Qué te dejaron estos rodajes y qué tanta libertad al actuar otorgaba el maestro Ripstein?

Cuando me hizo llegar el maestro Arturo el guion de Profundo Carmesí, la descripción de mi personaje decía claramente: “Cantinero, Güero de rancho”. Y como yo siempre he sido un actor echado pa lante, propositivo, que me gusta construir y acercarme al personaje lo más pronto posible, ya habíamos tenido juntas y ahora que nos íbamos a ver hasta Cananea, un pueblito metido en la sierra de Sonora listos para filmar, pues me fui corriendo a que me destiñeran el cabello y lo pintaran de “Güero de rancho”. No esperé hasta llegar al set. La sorpresa fue para el maestro Ripstein, cuando me vio bajar de la camioneta después de 12 horas de camino. Me dijo, con su puro en boca y mano: ¿Y ahora a usted que le paso? A lo que yo muy frescote y en tono amigable contesté: ¿Que me paso de qué o qué? El maestro, en ese momento, me vio con unos ojos brillosos y una ligera sonrisa en la comisura del labio: ¿Pues qué le paso en esos pelos? ¿Quién le dijo que se los pintara? Y yo como siempre traigo mi texto en la mano y lo uso con separadores y marcado con colores, rápidamente lo abrí y le dije con cara de no entender: pues aquí dice: Cantinero, “GÜERO DE RANCHO” ¿Qué no? A lo que pegó una carcajada acompañada de un grito a maquillaje bajo el sol ardiente de Sonora, para que volvieran el cabello a mi color, lo cual no pudo suceder ya que me lo habían desteñido casi casi con el alma del diablo. Imposible fue ese suceso. 

Y creo que desde allí le caí muy, pero re que te muy bien al maestro Arturo Ripstein, de hecho, creo que mi única escena, que sí filmamos con Daniel Giménez Cacho y Julieta Egurrola en la cantina, no existe en la película y él hizo que mi nombre esté junto a todos los demás, no solo en internet como parte del elenco, sino directamente en las impresiones de las cajas de las películas que se venden, en sus tiendas de prestigio.   

Con respecto a El Coronel no tiene quien le escriba, antes de ir a hacer el casting leí el libro de García Márquez y me enamoré del guion de Paz Alicia Garciadiego. Fue una experiencia francamente maravillosa para mí trabajar al lado del río Papaloapan con un pueblo entero, que camiones y camiones bañaron de tierra roja, las casitas maquilladas, etc.  Y el reparto otra vez era el mejor que se podía tener, la película está llena de grandes actores y actrices 

Trabajé por segunda vez con Salma Hayek después de El Callejón de los Milagros en donde  éramos unos jóvenes y con Giménez Cacho por tercera vez. Conocí a la chica Almodóvar Marisa Paredes, a quien le robé un gallo de pelea que representaba al pueblo y a su hijo muerto. Volví a trabajar con mi güerito querido Fernando Lujan, con mi hermanito Odiseo Bichir, con el Rafa Inclán y mi gordo querido que en paz descanse Ernesto Yáñez, a quien en una escena, dentro de una de las casitas con techo de lámina y a 45 grados de calor, se nos vino a bajo una luz gigantesca, entre la silla de ruedas donde estaba sentado su personaje y yo, que estaba paradito a un lado. Nos salvamos de pura chiripa. 

Los planos secuencia de Arturo son una maestría de precisión, de reloj suizo y esto tiene que ver con lo que comentaba arriba: la precisión del actor, la bifrontalidad, saber a dónde llegar y a qué altura ante la cámara, cuándo levantarte, cuándo caminar y a qué ritmo, en comunión con la cámara, palpitando al mismo tiempo el corazón de los actores, camarógrafo, fotógrafo y técnicos, soltando los textos y poniendo atención a todo. 

Tener conciencia de dónde está la cámara es vital para sobrevivir en el set con Arturo Ripstein. En la secuencia de la cantina donde entra Salma, me pidió después de algunas tomas que no salían que tomara del cuello a ese otro actor y lo moviera para que no se saliera otra vez de cuadro, porque ya estaba muy enojado Arturo y aquello iba a terminar muy mal y así lo hice. 

Yo creo que por esa precisión que siempre tuve en la película y en sus planos secuencia pude tener una dedicatoria que viene siendo como una estrellita en el colegio, en forma de un autógrafo, que plasmó en mi gorra de El Coronel, que aún tengo y aun se lee: Con Admiración para Soberanes, Arturo Ripstein. O el autógrafo de Paz Alicia en el libro de la película diciendo: Para Soberanes, el Esteban que forjo su Sastre, con Maestría de Coronel. Solo una escritora como Paz plasmaría en dos segundos algo así y aunque tengo muchos recuerdos muy queridos de esa película, estas son las medallas que recibí con mucho cariño y humildad, y así las comparto con ustedes, sin ninguna pretensión, más que el gusto de compartir.  

Pienso en Un mundo raro (2001), Zurdo (2003), Somos lo que hay (2010), La otra familia (2011) y Cantinflas (2014), donde también tuviste interpretaciones imborrables, atravesando una industria que evoluciona de forma constante. ¿Cómo ha cambiado la producción cinematográfica con los años? ¿Recuerdas algunas anécdotas personales de estas películas?

Bueno de entrada ya no se filma en 35mm ni en 16mm, antes tenías que ser muy preciso, no gastar material. Ahora tienes súper cámaras con las que filmas en video todo lo que quieras las veces y el tiempo que quieras. La producción va avanzando al igual que los materiales.

Te contare una anécdota de Zurdo y Cantinflas para no extenderme demasiado.

Zurdo, una película de Carlos Salces, fue la primera película mexicana con efectos especiales y con música original de Paul Van Dyk. Nunca olvidaré cuando recorría los sets a las 4 am en compañía de mi amigo el fotógrafo Carlos Hidalgo y el trabajo con el elenco. Me preguntaron en el casting si yo sabía manejar motocicleta, porque tenía escenas en moto y una escena de un derrapón como de 7 metros, y tenía que frenar justo al lado de la cámara con el niño estelar montado conmigo y sin tirar la cámara. 

Dije muy seguro que sí, pero que necesitaría la motocicleta que iba a ocupar en la película para conocerla. Dijeron que la enviarían a mi casa, también preguntaron si en una semana podía volver a la agencia a hacerle el derrapón en la calle al director y dije que sí. Obviamente yo nunca había andado en motocicleta, pero siempre me habían gustado. Lo único que sabía era andar en bicicleta y recorrer la ciudad, la montaña y el desierto en ella. 

Pensé que serían los mismos principios de la bicicleta pero con más peso. Al otro día llegó la motocicleta a mi casa y ese mismo día contraté a un instructor de Harley que me enseñó en una cancha de futbol con tierra a manejar, derraparme y bajar de la moto con gracia. Al séptimo día llegué a la agencia, hice el derrapón en la calle varias veces y filmé la película.

Te hablaré un poco de Cantinflas: mientras yo cruzaba mi penúltimo año, de cuatro, en la Compañía Nacional De Teatro, daban pocos permisos de trabajar fuera de la CNT, pero conseguí una semana para interpretar a Manuel Medel, rival de Cantinflas muchos años en la vida real. Fue maravilloso trabajar con Oscar Jaenada y ver su proceso actoral. Me emociona trabajar con actores tan completos como él, me hice muy amigo de Javier Gurruchaga, cantante de la Orquesta Mondragón, estrella de la movida española, todo un personaje en la vida real, hicimos buen equipo en el set. 

Después de la escena en mi teatro, donde estoy maquillándome frente al espejo, llegan Cantinflas y sus amigos y yo los corro de una manera muy fea, porque yo sabía la relación que tuvieron tan tirante en la vida real y aumenté un “wiwiwi la france de no sé qué cua, si como no”, o algo así dije, y el fotógrafo Carlos Hidalgo me dijo una flor muy linda sobre la construcción de mi Manuel Medel y esa me la llevé a casa como premio para mi corazón.

Eres chilango y en tu familia siempre hubo música y baile. Creciste escuchando a José José y Juan Gabriel, mientras veías las películas de Pedro Infante. Sé que te gusta también el cine de David Lynch. ¿Qué otras influencias delinean tu trabajo, Esteban? 

Sin duda influyó en mí el cine de Jorge Fons, Ripstein, Hermosillo y Calzals. Yo crecí con películas como Los Caifanes, Canoa, El Apando, El castillo de la pureza, El lugar sin límites, El imperio de la fortuna, La trampa, dirigida por Raúl Araiza, La Tarea, El cumpleaños del perro, etc. Y claro, las películas de Pedro Infante, los Soler y todas las de la época del cine de oro mexicano. 

Ciertamente crecí viendo las películas de Lynch; creo que las vi todas. Soy muy fan de Coppola, creo que también he visto todo su cine. Me gusta el cine de Alan Parker, como Angel Heart. El cine de Spielberg. Soy súper fan del cine argentino y me gusta el cine español desde muy chico. Me encantaría trabajar en ambos países. Tuve el gusto de trabajar con el maestro Federico Luppi en 1996 en Men With Guns y con Oscar Jaenada en el 2013 en Cantinflas como ya dije, interpretando a Manuel Medel y con la maestra Marisa Paredes en El Coronel.

Me gusta el cine de superhéroes y me encantaría doblar películas de caricaturas, soy fan del cine en general. 

El arte escénico requiere disciplina, compromiso, además de esa compleja bifrontalidad entre actor y personaje. ¿Cómo te preparas tú antes de salir a escena o filmar en el set? ¿Eres puntual al guion o te interesa agregar ciertos detalles al personaje? 

Antes de salir a escena, en un teatro, necesito estar en silencio. Normalmente no como nada hasta después de función, respiro, estiro, preparo mi cuerpo, froto mis manos y me lleno de energía, hago ejercicios de voz y elocución, empiezo a caminar como camina el personaje y a colocar en mi garganta el tono adecuado. Reviso la escenografía y mis elementos de utilería que voy a utilizar, me pongo mi vestuario y me unjo del personaje, rezo para que la energía creadora hable a través de mí y me permita tocar por lo menos el corazón de un espectador. Siento mariposas en el estómago y salgo a escena.

En el cine pasa más o menos lo mismo: espero en mi camper repasando una y otra vez mis textos de la o las escenas que voy a filmar, pienso en la energía que debe tener esa escena y el porqué. Me emociona mucho salir del camper al set guiado por algún asistente de producción. Me siento muy feliz de entrar a un set y ver las luces y todo puesto para jugar, me gusta jugar bien. Si todos los departamentos lo hacen perfecto yo debo hacerlo igual por respeto a todos. Soy muy feliz filmando.

Soy puntual al guion, pero me gusta agregar detalles o cambiar textos que creo que no diría mi personaje, o no de esa forma. Aunque hay directores que no quieren que cambies o agregues nada, también lo puedo hacer. Normalmente estamos muy de acuerdo el director y yo en caso de cambiar algunas cosas o agregar otras. 

Tu trabajo en televisión es constante desde Los parientes pobres (1993), pasando por Mujer, casos de la vida real (1990-2007), Guerra de ídolos (2017), La Guzmán (2019) y recientemente El Rey, Vicente Fernández (2022) y Senda Prohibida (2023). ¿Qué satisfacciones te han dejado estos seriales? ¿Qué otros proyectos tienes en puerta y con qué actores, actrices y cineastas te gustaría colaborar en el futuro?

Lo que siempre busco al grabar es que mis directores o directoras queden contentos con mi trabajo. Crear juntos me llena de gozo. Y cuando el fotógrafo me dice cosas como “es un honor verlo trabajar frente a mi cámara”, como me sucedió en Senda Prohibida, o los técnicos, que para mí saben mucho, porque siempre están grabando y ven todo tipo de actores, me levantan el dedo pulgar después de una escena en señal de muy bien, pues soy muy feliz. Esas son las satisfacciones que yo me llevo a casa, es lo único que en verdad me importa. 

Y después, gracias a las redes sociales, recibir los comentarios del público de diferentes países en donde estas series pasan, pues me llena de mucha satisfacción que mi trabajo destaque o guste.

Referente a los proyectos, acabo de filmar un cortometraje impactante del que no puedo hablar mucho por ahora, con dos buenos directores y el premiado fotógrafo de La sociedad de la nieve, Pedro Luque. Espero verlo pronto en festivales y que sirva para su fin social.

Me encantaría trabajar con todos los directores que egresan de las escuelas de cine en México, me gustaría trabajar con mis amigos y conocer gente nueva también. Me gustaría trabajar en España, Argentina y Colombia, me gusta lo que generan en sus industrias, y estoy abierto a contar historias.

Acabas de cumplir 55 años. Te actualizas constantemente con cursos y seminarios. Incluso tocas en una banda de rock, lo que te vuelve un artista completísimo. ¿Qué consejo le das a los jóvenes que comienzan su carrera en el mundo de la actuación, del arte, aquellos que sueñan con, en algún momento, interpretar a un personaje tan único como Jimmy? 

Sí, tengo la fortuna de tener una banda de amigos con los que canto y preparo conciertos cada diez años por las actividades de cada uno, pero canté blues en el Lunario, en el 30 aniversario de Real de Catorce, y en su 33 aniversario en el Hilvana. También canté en el Segundo piso Live con una célula de real en trío o cuarteto. Canté con Javier Gurruchaga de la Orquesta Mondragón en el tiempo que filmamos Cantinflas en un homenaje que hicimos con mi banda María, para recaudar fondos para mi amigo José Cruz Camargo, fundador de Real y ayudarlo a visibilizar lo costoso que son los tratamientos y medicamentos de la esclerosis múltiple. 

También he cantado salsa en el Salón Los Ángeles y el sindicato de músicos con una agrupación de Tepito que se llama Orlando y su Gente, amigos que quiero mucho. He grabado algunas rolas en el estudio de KB producciones con mi amigo y hermano Iyari Hernández, desde boleros hasta pop. Y me quedé con las ganas de grabar un disco de ranchero con mi adorada productora musical Annette Fradera, pero algún día levantaremos ese proyecto.

Sí, tomo clases constantemente. Ahora estoy tomando un curso de Comportamiento no Verbal, muy interesante. Y otro de Comportamiento Criminal y Psicopatología Forense en el Consejo Mexicano de Neurociencias. Me gusta tomar todo lo que puedo que llama mi atención.

Consejos: Dedícate a otra cosa.

Si ya pasaste el renglón anterior, sinceramente observa si tienes talento, ingresa a una buena escuela de teatro, estudia mucho, y nunca dejes a un lado tu sueño. Si descubres que tienes un don, recuerda que el mayor don que tiene un ser humano es compartir su don. Si algún día te pones muy soberbio date un par de cachetadas. Y agradece siempre, siempre el pisar un escenario.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *