Antonio Praena, poeta, fraile dominico y doctor en Teología, nacido en Granada (Purullena, 1973), vive en Valencia desde el 2001, donde es profesor de Dogma y Estética en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Hasta la fecha ha publicado Humo Verde (Accésit Premio de Poesía iberoamericana Víctor Jara 2003), Poemas para mi hermana (Accésit Premio Adonais 2006), Actos de amor (Premio Nacional de Poesía José Hierro 2011), Yo he querido ser grúa muchas veces (Premio Tiflos 2013), Historia de un alma (Premio Jaime Gil de Biedma 2017). En el 2017 fue publicada por la editorial Fili d’Aquilone una antología de su poesía en italiano, Tra cielo e terra. Se encarga de la parte literaria en el espacio artístico multidisciplinar O_Lumen de Madrid. En diciembre del 2020 fue galardonado con el premio Emilio Alarcos por su nuevo poemario, todavía inédito, Cuerpos de Cristo.
¿Cómo nace este poemario?
Durante la primera ola de la pandemia, el que fue mi mejor amigo falleció debido a la covid19 en el hospital Gregorio Marañón de Madrid en unas circunstancias que no es difícil ni necesario imaginar. Teníamos la misma edad. Era 17 de abril. Durante un mes, en medio de lavadoras, turnos de tareas, desinfecciones profundas y el estupor de lo que de pronto estábamos viviendo, comenzaron a llegar poemas en que se expresaba esa situación y que, en gran medida, dialogaban con Francisco, que era su nombre. Esos poemas continuaron llegando tras su muerte. No eran poemas angustiados o tristes, sino que en ellos predominaba la gratitud y el empuje de la esperanza. De repente fue cristalizando un libro, contra todo pronóstico, pues no me planteaba ni siquiera escribir, ya que el último poemario mío, Historia de un alma, apareció en diciembre de 2017 y estuvo muy activo en 2018 debido a los premios que le dieron. Ni siquiera me apetecía pensar en la escritura. Soy lento, de los que prefiere que pasen años entre cada libro y que cada uno aporte aunque sea un milímetro de novedad. Pero las cosas no son como uno piensa.
Esos poemas tenían en común, con otros poemas que tenía reservados o eran poemas de circunstancias, el hecho de ser poemas dedicados a alguien, poemas cuyo nacimiento, identidad, forma y finalidad eran los demás. El conjunto se mostraba vivo y, sobre todo, compartía el denominador común de la alteridad. Además de una dimensión trascendente, una preocupación social y una nueva implicación de la experiencia personal.
¿Por qué Cuerpos de Cristo?
La perspectiva y el tono cristiano de los poemas es evidente y sorprendía incluso a a su autor, pues, en lo sustancial, los otros, los demás, se presentaban como mediaciones de Cristo: Cuerpos de Cristo en el mundo y en la historia. Una cita del Evangelio de San Mateo, capítulo 25, se convertía en la clave de bóveda del edificio poético: “cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Se trata del discurso escatológico del Evangelio de San Mateo. Por ello su mensaje se extiende hasta el juicio final, atraviesa toda la historia. Teológicamente, la idea según la cual aquello que hacemos o dejamos de hacer a los mas pequeños lo hacemos o dejamos de hacer a Dios, se traduce a través del concepto “sacramentalidad”. Es decir: con Dios nos relacionamos a través de las mediaciones en las que Dios mismo sale a nuestro encuentro.
Los otros, más aún, aquellos que más requieren de nosotros, son sacramento de Dios en el mundo y la historia. Aquí lo religioso y lo ético alcanzan su cumbre y se dan la mano. Por ello, los poemas dedicados apuntan a los demás; son de los otros, son para los demás, para aquellos a quienes están dedicados y les dan sentido y forma. Ellos son Cuerpos de Cristo, presencias reales y sagradas de Cristo, aquí, ahora y siempre. El título no podía ser otro. Como en anteriores ocasiones, algunos buenos amigos me advertían de las resistencias que un titulo así podía despertar. Personas con una religiosidad muy tradicional encuentran chocantes algunos escenarios, lenguajes y modos de mi poética. Para otros lectores algo reacios a algunos lugares literarios cristianos, siempre se tratará del libro de un cura. Es una especie de estar en tierra de nadie. Pero el título tenía que ser ese, con todas las resonancias que pueda contener. A esas alturas, con lo vivido, me cansaba andar con tacticismo en una dirección u otra.
¿Qué editorial publica el poemario y cuándo estará disponible en librerías?
El Premio Emilio Alarcos lo publica Visor. No sé cuándo aparecerá. La situación actual no facilita la más rápida edición de un libro; quizá esté para el verano, aunque me gustaría, por las circunstancias que concurren en los poemas, que saliera pronto. Pero tenemos que atenernos a la planificación editorial.
¿Qué supone para ti este premio?
La tradición de un premio, la composición del jurado y la editorial son los elementos que hacen más o menos atractivo un galardón. Quizá no era la ocasión de presentarse a un premio, pero quería que el libro tuviera de entrada una visibilidad y distribución buena y eso me empujó a enviarlo, casi en una prolongación del plazo. Es una sensación rara la de casi pedir perdón por ganar un premio, pero es legítimo hacerlo y muchas veces necesario, pues en el reducido mundo de la poesía estas son pequeñas plataformas para presentar un trabajo y ofrecerlo honestamente, sin más pretensión que la que nos mueva a todos a publicar, esa necesidad comunicativa y de mostrarnos. La trayectoria del Alarcos y un jurado así es para mí la mejor alegría y el premio.
El jurado que ha galardonado tu último trabajo con el premio Emilio Alarcos afirma que es “un poemario elegíaco, producido por la muerte de un ser querido y mezclado con profundos y heterodoxos conocimientos teológicos”. ¿Hay consuelo posible ante la pérdida de los que amamos? ¿Un verso certero puede apuntalar una fe que se tambalea?
Es elegíaco en la medida en que toda la segunda parte discurre por los días de la enfermedad y muerte de mi amigo. Supongo que eso apunta directamente hacia la clasificación elegíaca. Pero podremos comprobar que el tono que predomina en el poemario es la gratitud por lo vivido y por la vida misma. Y una perspectiva peculiar, la perspectiva de la resurrección y la esperanza. Hay celebración y hasta ebriedad, en un contexto de compromiso humano, social, que es es intrínseco a la perspectiva cristiana. Me agrada especialmente el calificativo “heterodoxo” en la nota del fallo del jurado. Supongo que se refiere a la imprevisible, peculiar y poco frecuente convergencia del trasfondo espiritual cristiano con la forma y la estética por la que discurren los poemas, lo cual no es sino un rasgo frecuente en mi obra hasta ahora. Evidentemente, mi trabajo y vocación es la teología: ello se trasluce sin más esfuerzo en el estilo de los poemas.
¿Hay consuelo? Sí. Lo hay. De alguna forma, el libro es testigo de ello. Quizá su razón de ser. Quizá por ello vaya a salir publicado. Quizá era esa su misión y el poeta no sea, más que nunca en este caso, sino sólo un instrumento, algo que el mismo poeta agradece al Poeta Supremo, Dios. Ser causa y testimonio de consuelo, desde dentro del dolor, siguiendo el dinamismo de la encarnación, que salva desde dentro de la humanidad, la historia, el dolor y la muerte. No sé si un verso certero puede apuntalar una fe que se tabalea. Me inclino a decir que no. Lo cual no empequeñece la misión de la poesía, sino que, de forma realista y humilde, la pone en su sitio más genuino. Un verso puede abrir una puerta, pero es la persona quien debe cruzarla o permitir que la gracia de Dios la cruce y el encuentro salvífico verdaderamente se realice. No es tan sagrada la poesía como para salvarnos. Pero es mejor que así sea, porque las cosas capitales y trascendentes deben permanecer en los umbrales del misterio, de lo inefable. Ni un poema es el Evangelio ni el poeta es el Mesías. Pero un poema que abre una brecha y un poeta que durante un instante de gracia regalada de lo alto se convierte en mensajero de Dios, es ya, con mucho, algo que nos dignifica y sobrepasa.
Creo que fue Karl Rahner quien dijo que el sufrimiento es uno de los grandes misterios de la vida y que lo primero que preguntaría al verse ante Dios sería: ¿por qué el dolor? ¿Poesía y teología pueden ser herramientas para sobrellevar el sufrimiento? ¿Podemos realmente, parafraseando a Ramón Eder, conseguir que el dolor produzca una perla?
Rahner, que seguramente es el teólogo más importante del pasado siglo XX, pone voz a algo que arrastra la historia de la teodicea y de la teología. Porque es una cuestión perpetua de la historia de la experiencia humana. De otra forma, es lo formulado en el famoso “dilema de Epicuro”. Si el mal existe, ¿cómo puede existir Dios? Si el sufrimiento existe, ¿no se pone en duda la misericordia o el poder de Dios o ambos o Dios mismo? Pero claro, lo que es más profundo en el planteamiento de Rahner que nos recuerdas, Dani, es algo que no siempre recordamos. Y coincido plenamente con eso que intuyo en su fondo: la teología no puede desvelar por completo el misterio del sufrimiento y el misterio del dolor en este mundo. Debe intentarlo siempre, con todas sus fuerzas, sin cesar, pero sabiendo que no llegará a una solución plena. Porque, creo, encontrar una solución racional definitiva al sufrimiento significaría de alguna forma justificarlo, encontrar su encaje y legitimidad en las claves de lo aceptable. Sólo en una perspectiva última y definitiva, cara a cara con Dios, podremos tener perspectiva y luz clara para entender, en un entendimiento que será amor, redimido y redentor; gozoso, glorioso. Mientras tanto, la manera de relacionarse con el mal sólo puede ser luchando contra él.
Por supuesto que la revelación cristiana afronta el dolor y el sufrimiento humano. La entera vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo es eso, nada más y nada menos. Pero sin la pretensión de agotar, dominar, en un discurso aprehensivo de la razón lo que es una experiencia más grande: una experiencia que se vive, que conlleva la acción, la entrega, la fe y el amor. No hay fe verdadera sin amor. La esperanza cristiana testimonia y promete algo que se puede gozar ya en este mundo. Pero no agotar: conlleva una entrega que se culminará en la vida eterna, en el abrazo, en el encuentro con Dios Padre en la persona de Jesucristo. En ese marco, en ese marco que no puede enmarcar y acotar, sino abrir a un horizonte mayor de comprensión, por supuesto: la poesía, que es palabra -y, en una clave teológica, palabra en la Palabra, en el Logos, en el Verbum-, por supuesto que es una privilegiada en ese servicio, en esa diaconía, en esa servidumbre humilde de hacer no sólo llevadero, sino humanizador, el sufrimiento. Si esa perla de la que habla Ramón Eder es la misericordia, por supuesto que sí. De distintas maneras y por misterioso caminos: tanto el más contemplativo como el más combativo poema no sólo pueden ayudar a sobrellevar el dolor, sino que lo pueden transformar en algo que nos nos destruya, transformando la razón, el espíritu, la sociedad y el lenguaje mismo. Y más aún: el sufrimiento debería transformarnos en personas que pasan por el mundo haciendo el bien.
En tu artículo teológico “Poesía y teología: un destino común”, afirmas que la poesía es un “decir lo universal de una manera nueva y decir lo nuevo insertándolo en el cauce de una tradición que, de esa forma, se presenta viva. Sobre ambas misiones rige un mismo destino: transitar en un éxodo continuo por el lenguaje, saliendo del lugar pisado apenas lo hemos habitado”. ¿Está condenado el poeta a la errancia y el extrañamiento? ¿Su hogar definitivo son el inconformismo, las afueras y los límites?
No, no creo que el poeta esté condenado a la errancia y al extrañamiento. Todo lo contrario: está llamado a la peregrinación y a la pascua permanente, que es un don, una invitación que se acepta y se agradece sin llegar a agradecer cuanto se debiera agradecer. Sin un horizonte de esperanza en un encuentro ya iniciado en esta vida con un Dios personal, ese caminar puede vivirse como exilio o destierro. Pero con la fe -y el compromiso con algo verdadero y vivo-, estamos ante un viaje apasionante. Y entonces eso que llamamos inconformismo, afueras, límites, se transforma en profetismo, umbrales y crecimiento creativo.
Desde el primer poemario es patente en ti una voluntad por conjugar lo teológico y lo posmoderno, citas a santo Tomás de Aquino, El Sermón de la Montaña o a Hans Urs von Balthasar para después hablarnos de cocaína, pantalones de elastano, culturistas tatuados, grúas, grafitis… ¿Herencia de los novísimos? ¿Marca de la casa? ¿Todo tiene cabida en el arte?
Lo de marca de la casa… bueno, quizá. Reconozcamos el hecho, sin atribuirle a esa marca una voluntad muy premeditada ni original. Si la poesía es un voto de escucha para que algo más se haga oír, sea. ¿Herencia de los novísimos? No en todo caso, voluntaria o buscada. Pero si, como creo, estamos insertos en una tradición, si estamos abiertos a las voces que nos preceden, porque la poesía no empieza ni acaba en nosotros, por supuesto que los novísimos nos han dejado influencia. Entendiendo también que el culturalismo poético no es el mero adorno o la recurrencia a datos eruditos, artísticos, o teológicos en este caso, sino la inserción, diálogo y transmisión de la cultura entendida como tradición viva.
Atendiendo a tu pregunta, además, hay quizá un elemento pop en mi poesía, en el sentido más genuinamente popular. Pues lo verdaderamente culto es no pretenderse cultos, sino leer la cultura que nos circunda, máxime tras las revoluciones comunicativas que no son nada novedoso ya, sino historia sin vuelta atrás. Tatuajes, culturistas, elastano… son lo que hay, pero la poesía ve en lo que hay algo más. No tiene nada de moderno y sí de realismo. Ya lo hacían Homero y Velázquez. Los caballos de la Ilíada son hoy motos rugientes; las muchachas sevillanas de Velázquez podrían ser yolis. Si la clasicidad es un parapeto frente al presente, no es una clasicidad bien asimilada. Por otro lado, quizá lo más genuino es la convivencia no meramente yuxtapuesta del planto teológico, clásico y pop en mi poesía. Bueno, eso dicen algunos.
Como profesor de estética ¿es lo terrible el precio que pagamos por lo bello o lo bello el premio por soportar lo terrible? ¿Son las dos caras de una misma moneda?
Desearía aclarar que mi especialidad académica no es estética; ni siquiera filosofía. Mi ámbito es el teológico y, más duramente aún, la Dogmática. Imparto una sencilla Introducción a la Estética en el marco de la carrera de Teología por necesidad institucional, más que nada. Pero me ha permitido leer y tener que aprender un poco al respecto. Las asignaturas en las que puedo resultar medianamente solvente son teológicas. La fórmula romántica es muy embaucadora. Al final entramos a su trapo. Aunque no recuerdo haber encontrado en autores medievales o clásicos una disertación sobre la belleza desde las claves de lo terrible. Este dato ya nos dice algo: que el binomio de lo bello y lo terrible responde a una concepción de la belleza muy del siglo XIX, y, por lo tanto, a una visión del mundo y del arte que es una más entre muchas. También, en ese sentido, nos abre una perspectiva que se puede sumar a una visión más metafísica, que une la belleza a la bondad y a la verdad. O a otras, de corte estoico, que la refieren a la virtud y a la moral.
No creo que lo bello sea la parte de lo terrible que aún podemos soportar. Ni lo terrible una dimensión de la belleza. Prefiero creer que lo verdaderamente bello produce en nosotros una conmoción que puede y debe desestabilizar y desencadenar en nosotros una trasmutación. En ese sentido, prefiero pensar que lo bello es la forma estética de la justicia. Y una huella de Dios. Puede ponernos en crisis. Y lo necesitamos; porque crisis, -pasar por el verbo cuya raíz es crinein, cernere, discernir- es una forma de acrisolarnos. Por ello sí que me gustaría señalar algo latente en el libro “Historia de un alma” a propósito de nuestro tiempo. Con la belleza me parece que lo que está sucediendo es su desmantelamiento. La fe en la bondad ya fue herida mortalmente por la historia del siglo XX. Y una larga agonía de la verdad se prolonga en nuestros días. La muerte de la verdad es el título del ensayo de Michiko Kakutani sobre el cuatrienio trumpista. La belleza, inherente a las otras dos, no recibe mejor trato. Lejos de ser destruida, es hoy rentablemente prostituida al servicio del mercado, la política, la necesidad de amor, de aceptación, de reconocimiento. Rebajada a tutoriales de maquillaje, operaciones estéticas, transformaciones corporales milagrosas, agencias de emociones, parques temáticos del sentimiento, profesionales de la decoración. Está omnipresente una belleza degradada, adulterada, barata y fácil; saturante con tal de obturar aquel horizonte suyo rayano con la bondad y la verdad.
Tomando prestados unos versos tuyos: ¿Alguna vez te has preguntado cuántos mundos se esconden en lo oscuro de este mundo?
Me lo he preguntado, pero, más aún, me he topado con ello. Historia de un alma, al que pertenece esa cita, es un viaje a los bajos fondos morales, bien vestidos y perfumados, que se camuflan en el brillo de la superficie satinada de una realidad interesada no precisamente en esconder, sino en cegar con sus destellos y tergiversar con su maquillaje.
¿Sigues anhelando en el mundo lo imposible? ¿Es la poesía una forma de acercarse al misterio?
La poesía es una forma de acercarse al misterio, de trasladarnos a los límites donde lo no pronunciado comienza a irradiar libremente. Pero, más que nada, la poesía es también una brecha a través de la cual el misterio se acerque a nosotros. Si un poema no nos lleva a los umbrales de lo inefable, sí que podría despojarnos de lo usado, desarmarnos para que el misterio nos toque, se acerque. Para ello no se necesita un estado elevado ni una contemplación trascendental. Quizá sólo vulnerabilidad y música en la inteligencia elemental de las cosas. Y sí. Muchos de los últimos acontecimientos históricos me han hecho despertar de un estado iluso en el que pensaba que habíamos alcanzado algunas metas de humanidad. Pero, por lo visto, no; un lobo sigue agazapado dentro de nosotros y bastan unos silbidos de arrebato para despertar lo peor. El pecado sigue acechando y por ello más necesario es crear condiciones para la Gracia. Más que anhelar lo imposible, ratifico mi compromiso con lo mejor, que es muchas veces lo más difícil.
¿Qué estás leyendo últimamente? ¿Alguna recomendación?
Sobre mi mesa hay varios montones de libros. No porque los esté leyendo todos, sino para no olvidar leerlos, responder a sus autores, dejar que llegue el momento de que se abran con la dignidad merecida. Estoy leyendo Semilla del Antiguo Testamento, de M. Victoria Atencia, con prólogo de María Zambrano; Lirios, de Jesús Aparicio; Jardín Gulbenkian, de González Iglesias; Leve, de José Manuel Gallardo; Sin piel, de Javier Lorenzo Candel; Reino de esponjas, de Pilar Verdú -maravilloso-. Y exámenes de las asignaturas de “Trinidad” y de “Moral teologal”. En fin, soy un desastre. ¿Recomendaciones? Recomiendo leer a Pilar Verdú –de los libros que están en mi mesa-, que merece un reconocimiento acorde a su talento; recomiendo a Carlos Marzal, que es inagotable y nos pone en estado de poesía absoluta; a Javier Lorenzo Candel: inteligencia poética sin concesiones.
¿Próximos proyectos?
Limpiar mi habitación, colocar libros, colgar en Moodle los temas de las asignaturas del cuatrimestre próximo, un par de entrevistas, terminar dos artículos. Y, ya en serio, recibir noticias de la editorial para ultimar las pruebas de Cuerpos de Cristo y organizar presentaciones a fin de leer en voz alta y en compañía este libro. Tengo muchas ganas de leer estos poemas en voz alta ante cuerpos de Cristo.
Como colofón, te cedo la palabra.
Gracias por propiciar la palabra. Gracias por esta ocasión para poder comunicarnos. Por abrir el santuario de la poesía, por tu misma obra, Días señalados, aforismos que al leerlos permanecen y calan más allá del primer momento. Gracias por esta entrevista en que quizá me he extralimitado. Espero que Cuerpos de Cristo esté pronto en nuestras librerías, que os guste o, al menos, abra esa grieta por la que la luz del misterio y de la resurrección nos llene de gracia y nos arrebate a otra dimensión, siempre en y por la Palabra.
5 respuestas en “Antonio Praena: «No creo que el poeta esté condenado a la errancia y al extrañamiento»”
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Recuerda a otro gran poeta: Antonio López Baeza q nos recordaba q la poesía era el lenguaje total y felicito al otro Antoni P. Porque desde su púlpito de predicador sigo enriqueciéndonos y acercándonos a la Vida singular y única del Cristo resucitado pero antes Encarnado: Verdad total, Bondad y Belleza únicas para tod@s
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