¿Qué miran los otros cuando me miran mirar?
Sophie Calle
No nos comportamos igual cuando sabemos que nos vigilan. Y nos vigilan todo el tiempo, con nuestro permiso. Les ponemos nuestra vida al alcance para que hagan con ellas lo que quieran. Somos todos imágenes, índices en bases de datos, una huella de voz, conversaciones que enviamos a satélites. Somos perfiles automáticos, ocupamos un espacio en el mundo digital. Tener conexión a internet nos genera una sensación de ubicuidad, y al mismo tiempo sólo estamos en un sólo lugar.
Estamos viviendo un tiempo en el que nuestro contacto con el exterior, con todo y con todos, ocurre a través de dispositivos móviles. Lo conseguimos, tenemos el mundo en nuestras manos. Estamos empujando los límites afectivos de la normalidad para establecer nuevos órdenes en la sociedad. Nuestra comunicación personal dejó de existir y estamos generando más información digital que nunca antes. Estamos, sólo a través de nuestros teléfonos y computadoras, nos quedamos sin internet y dejamos de estar. «Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?». ¿Dónde estamos y en qué nos estamos convirtiendo?
Nos preocupa la protección de nuestros datos, y al mismo tiempo damos acceso a estos indiscriminadamente. Nos preocupa nuestra privacidad, pero estamos regalando información de nuestra vida sin pedir nada a cambio. En un afán de compartir pasamos a formar parte del big data. La única manera de permanecer al margen es no utilizar servicios tan normalizados que es imposible no necesitarlos.
¿Cuántos escalones tuvimos que bajar para terminar viendo el Aleph a plena luz?