Quién sabe si en la oscuridad el ave note las cicatrices del suelo donde los mineros han arrasado bosque para hurgar los brillos de la tierra. Y aunque no sepa que es oro lo que buscan (…), tal vez pueda advertir que el suelo suda desamparos. (p. 75)
Quién sabe si la criatura, que está hecha para rastrear la tierra con antenas y resinas, morder tallos o cosquillear raíces, tiene alguna brújula que la oriente para bregar con abismos monumentales y sortear la soledad egoísta del cemento del muro. (p. 122)
Solo un poco aquí; María Ospina Pizano
María Ospina Pizano (Bogotá, 1977) recuerda, en una de sus intervenciones luego de que le fuera entregado el Sor Juana Inés de la Cruz 2023, a la poeta María Negroni (Rosario, 1951) con una de sus máximas –que ahora parafraseo–: la escucha es el motor. No únicamente la observación, que aunque importante y probablemente imprescindible, no otorga para una historia lo que sí hace el oído, saber escuchar. Una escucha atenta, que exige silencio, una presencia de cuerpo completo.
Es a partir de un recorrido que involucra a dos perras que, por distintas razones, se hallan en el completo abandono y finalmente reunidas en una casa dedicada a encontrarles hogar, una tángara migratoria que debe lidiar con las displicencias de la humanidad desconsiderada entre los territorios que albergan sus pausas, una puercoespín que, por la muerte desafortunada de su madre a manos de un salvaje desencuentro es salvada por una madre de familia que la alimenta con leche de su hija recién parida, y un escarabajo que, cual recién nacido sin referencias de la vida, se mira envuelto en las fauces del extravío a causa de aquellos que han invadido su territorio, que la autora erige este álbum de “personas no humanas” donde, sin aparente intención, se reaviva la intensidad de la obsesión propia del ser humano.
El resultado, girando a lo dicho en un principio, es un ejercicio de escucha tal como la que reivindica la autora colombiana en Solo un poco aquí (Penguin Random House, 2023), en la que el ejercicio literario clama habitar nuevos espacios y visiones a través de la mente de la fauna (doméstica y no doméstica), que sólo resulta verosímil –aunque no sea sumamente relevante en una ficción– y encantadora por la sensibilidad que la autora imprime en el relato. Como consecuencia, casi natural, invita a comprender a los animales desde la visión propia de estos. Sin que la construcción de la historia recurra a la vieja usanza de la minimización de la vida (propia) del ser humano y su (¿probable?) insignificancia para resaltar la importancia de la flora y la fauna des-conocida(s). No hay cabida para la comparación: no tendría sentido. No nos llevaría a ningún lugar. Nuevamente la valía de la observación.
* * *
Solo un poco aquí bebió para su nombre de los versos hallados en Lo pregunto de Nezahualcóyotl:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
Una suerte de poema que no sólo revela la esencia de este diario de re-encuentros fortuitos de quienes se revelan de pronto olvidados, sino también la importancia del presente, de no olvidar la áspera verdad de lo que no dura, de todo aquello que por servir, bello u horripilante, se acaba. Que la vida es breve, pero sensible, no por ello menos valiosa. Repleta, encima, de sonidos, cantos, roces, ladridos, pensamientos disformes, formas ajenas.
Por si lo anterior no fuera ya demasiado, una llovizna de reflexiones que, aunque en apariencia no se revelan profundas, son imposibles de olvidar, porque nos atañen, cerca o lejos, con toda su humanidad sobre nuestro cuerpo o el de alguien alrededor de la vida nuestra. Es un mundo que nos ha alcanzado en casi todo sentido. La migración, el despojo, la deforestación, el extractivismo, la militarización, la defensa del pueblo, las crisis, tener que habitar en la calle (consecuencia de la marginación, la gentrificación), el tráfico ilegal de especies, la invasión de los territorios, la precarización, el duelo, la soledad. De esta forma se hace más estrecha la cercanía con el entorno. Como si a cada paso fuera posible posarnos desde otro espacio para echar un vistazo al mundo.
Quizá sin intención, Ospina Pizano hace que nos demos cuenta la capacidad tan limitada a la hora de observar, de estar completamente alejados de contemplaciones que en primera instancia no nos sumen nada en la cotidianeidad. Como si los pasos dados por los otros dieran lo mismo. Es una dolorosa y urgente sentencia que demuestra que las más de las veces nuestras observaciones son apenas significativas, sin profundidad, casi como por accidente. Pero lo que importa, la revelación vital, son las preguntas a que esta reflexión incita, para luego asirse a la curiosidad más pura y así profundizar con en el otro, cuestionarse, no dar por sentado, quizá apostar por otro modo de mirar y racionalizar.
Sólo un poco aquí, María Ospina Pizano, Penguin Random House, Ciudad de México, 2023, pp. 224