Poco sabía yo;
La tribulación se alejó,
Esta ocasión limpio mi manto
Sin dejar espacio a los lamentos aclamados
por el dominio proclamado.
Con la estrella de frente
Quemándome la mente,
Un augurio de desastre
como en tiempos ancestrales
Me provee de la fuente
de un episteme inmensurable.
Dios entregó un saber disfrazado
de alguarismo incalculable,
Merecedor el valiente seleccionado.
Espero a los astros alinearse,
Encontrarse con la fuerza grave,
Atrayéndose con soberbia;
Una perfecta armonía,
Despótica pantomima
de la ecuación infinita.
Conocimiento absoluto,
Lujo del bienaventurado iluminado,
Absolviendo con cálculos exactos.
Poco sabía yo,
Que en el amor hallaría la figura divina,
La fórmula perfecta
que me elevaría a la alabanza
¡La única!
¡La certera!
¡Jamás encontrarás el toque celestial
en el egoísmo narcisista!
Cisma terrenal e ideal,
Rompimiento con lo presencial
hacia lo espectral.
Pequeño era yo,
Mas ahora el cosmos
lo contengo en pro.
El universo envejeciendo
en mi discernimiento,
Enfriando el pasado,
Templando lo coetáneo,
Calentando el futuro millonario,
Circulando en el mismo espacio.
Eones fusionados con mi cuerpo inspirado,
Exclamando un soliloquio maravillado:
¡Ex nihilo!
Profiriendo con la gracia
de mi libre albedrío:
¡Creatio ex materia!
Acogiendo la teofanía que
con su dedo me ha tocado:
¡Deus ex machina!
Eterno era yo,
Uno con el núcleo,
Etéreo con el mundo,
Disipado por el halo del amor entregado.
Astron del omnímodo,
Implosión de mi pensamiento,
Concentración de la creación.
Infinito era yo…