Foto: Ana Mohzo

Foto: Ana Mohzo

Una isla, dos mundos

Estoy en La Española, la isla que fue bautizada por Cristóbal Colón durante su primer viaje del llamado «descubrimiento del nuevo mundo». Para ser más precisa estoy en el lado dominicano y, aparentemente, el que vale la pena visitar. ¿Cómo así?

Actualmente, La Española es el territorio en el que se encuentra Haití y República Dominicana. Con la llegada de los españoles, la población de los nativos taínos fue eventualmente abatida, en gran parte por las enfermedades que trajeron los colonizadores y el excesivo trabajo a marchas forzadas. Así fue como esclavos provenientes de África fueron importados y, junto con los recursos de la isla, explotados.

Los futuros descubrimientos de tierra y riqueza en el resto de América menguaron el interés español por la parte occidental de la isla. Entonces, una tercera parte de esta (la que fue llamada por sus nativos Ayiti), fue cedida a Francia, quien también se benefició de riqueza y gloria a costa del territorio caribeño.  

Aun cuando Haití fue el primer país de América Latina que lograra su independencia y abolición de la esclavitud, el país no logró salir a flote pues se ha visto azotado por una serie interminable de tragedias e infortunios. Por 122 años estuvieron en deuda con su colonizador, Francia, quien exigió un pago de indemnización por reclamo del territorio. Los intereses de préstamos impagables, las olas de corrupción, violencia y desastres naturales han hundido en el abismo al país caribeño convirtiéndolo en uno de los países más pobres del mundo y poco accesible a los ojos de turistas.  

En la actualidad, Haití recibe 1 millón de visitantes al año, de los cuales, la mayoría son nacionales viviendo en el extranjero, que vienen de vuelta a pasar tiempo con los suyos. El país vecino dominicano, en cambio, recibe en promedio 7.5 millones de turistas y tiene un poder adquisitivo siete veces mayor. Misma isla, dos mundos.

Si bien el turismo, como cualquier industria, se beneficia de números a escala, como viajera, me llaman cada vez más destinos remotos, poco entendidos y en ocasiones, argumentalmente, peligrosos. Desde este lado de la isla pienso en Haití y cuánto me hubiese gustado cruzar la frontera, sin que ponerme en riesgo fuera parte de la ecuación. Sí, la historia definió el rumbo de la isla y probablemente de algunos destinos más.

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