Escuché que en la cumbre
del sur,
el cielo es distinto.
Que la bóveda celeste
se ilumina
para escuchar las plegarias
de sus habitantes
a mitad de la Intempesta.
Desde entonces
ansío visitar aquella tierra,
porque
en el mapa de mi
alcoba nada se asoma ya,
salvo el rostro
de la muchacha que perderé
en el Guadalquivir.