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Editorial

Ana y la lana

La estructura del deporte en México es un enredo que ha sido aprovechado por hombres y mujeres de mala voluntad, a quienes lo que menos importa es el atleta, sea éste de alto rendimiento, amateur, escolar, trabajador o paralímpico.

Los deportistas mexicanos han sobrevivido a una especie de mafia legal que hace lo posible y lo imposible para impedir que desarrollen sus talentos y sus habilidades en competencias nacionales e internacionales.

El gobierno, como parte del Estado, ha jugado siempre en contra de niños y jóvenes que creen en el deporte como un medio para hacer posibles sueños y esperanzas. Para cumplir con ese objetivo, se esmeran todos los días con sacrificios de todo tipo, en la pista, en la alberca o en el tatami. Además de vencer la resistencia del cuerpo y de los rivales, el agón nacional debe imponerse a un edificio burocrático, que, paradójicamente, no ha hecho deporte; o en los casos más infames, ha obtenido grandes beneficios con sus triunfos. Sí, la serpiente que se come la cola. El caso de Ana Gabriela Guevara, responsable del despacho de deportes y cultura física del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es emblemático.

La sonorense, como muchos otros funcionarios, se quejó, cuando pudo, de la plataforma deportiva nacional. Aún contra ella, abrió un camino nuevo en el atletismo femenil, en los 400 metros planos. Luego, con la publicidad de la televisora más importante del español (Televisa), que la seguía en cada competencia del Serial Mundial, logró acumular una gran fortuna. Y después, presa de la ambición y la hybris, quiso ser gobernadora de Sonora por el Movimiento de Regeneración Nacional o del Partido del Trabajo. No pudo. Perdió las internas, ante Alfonso Durazo. Se le pudo ver “haciendo campaña” en un hotel de la avenida Álvaro Obregón de la colonia Roma, en la Ciudad de México. Papel impropio para una funcionaria a la que se había encargado una ficción: convertir a la Conade en una fábrica de grandes atletas.

Ana -sobre quien siempre se sospechó su análisis clínico de testosterona en la sangre- no tenía intereses deportivos; eran políticos. Como buena competidora, quería más de la entrega total a un presidente, Andrés Manuel López Obrador, al que sólo importa el béisbol. Quería su propio monedero. Y se volvió en monedero.

La original basquetbolista, convertida en velocista por entrenadores cubanos, convirtió a la Conade en otra caja chica -se sabe que son muchas- del régimen lopezobradorista. No era, lógico, ella la destinataria de los recursos. Era “La Lucha”. Dinero invertido -mejor- de otra manera. Esos recursos fueron destinados a campañas políticas; no en los atletas. Ana sabe, eso sí, cómo se maneja la lana. Y sabe que el enredo de la institucionalidad del deporte mexicano. Puede hacer lo que quiera con el dinero, la discrecionalidad le permite decir que… todo es un asunto de… instituciones y de, lo suyo es el entretejido, de instituciones.

Lo que no puede soportar, como muchos otros, es que pese a todo los mexicanos son capaces de ganar: aún contra ella.

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