El periodismo y los viajes comparten una esencia: cuando se hacen bien, ayudan a acercarse a los demás
Ander Izagirre.
Benditas redes. Eduardo Sacheri, escritor argentino, comentaba en una de sus columnas para El Gráfico que “esté bien o mal, el fútbol para mí es, también, eso. Una llave que conduce a lugares más profundos. Más importantes”. Y sí. A mí me ha llevado a descubrir lugares, amistades y, algún día, estados de ánimo que supondría son excepcionales.
Esa llave, el futbol, me condujo a un post en Twitter donde se hablaba de un libro editado por Libros del KO, en su colección Hooligans Ilustrados. El libro en cuestión: Mi abuela y diez más. Su autor, Ander Izagirre (San Sebastían, País Vasco, España, 1976), nos lleva a una bellísima historia que gira alrededor de la relación familiar-afectiva a través del equipo de futbol de San Sebastián, en el norte de España: la Real Sociedad. Entonces abrió una puerta que, sin saberlo, me llevaría a otro sitio con más puertas por abrir y muchas (tantas) letras por descubrir.
Contar historias. La fuerza de las historias proviene de la palabra y nosotros necesitamos quién nos la cuente. Narrarlas no está al alcance de cualquiera. Izagirre aprendió de chaval a viajar por las letras de Verne, las aventuras de Tintín y crónicas periodísticas que sentían esas andanzas. Al ADN hay que ayudarle; el oficio se desarrolla de muchas formas. Afirma: “Desde pequeño tuve la curiosidad de conocer historias, las ganas de viajar, de conocer el mundo, de acercarse a la gente. El periodismo y los viajes comparten una esencia: cuando se hacen bien, ayudan a acercarse a los demás”. Ese impulso de curiosidad personal lo ha llevado (y a todos sus lectores) a través de trozos de historia que acompañan a los hechos.
Hallar, encontrar, descubrir la obra de un autor es jalar la punta de una madeja de estambre. No sabes la longitud, desconoces qué hacer con ella, ignoras si al final te gustará lo que te quede en la mano. Hay quienes lo hacen de manera pausada, otros intentan tener todo al mismo tiempo. Al final, con esa madeja, tejemos redes interiores, mantas o cobijas que cubrirán el corazón y la mente. Por eso, insisto, cada puerta que podamos abrir es una oportunidad de vivir otra vida.
Puertas abiertas. Avanzo, entro en otro de los espacios, tomo un diccionario y leo. Viajar (según la RAE) es: Traslado que se hace de una parte a otra por aire, mar o tierra. No especifica en cualquier caso, que deba ser manera física. A través de sus letras – llenas de humor e inteligencia – Ander ha hecho desplazarnos dentro de un cuarto lleno de puertas que nos llevan a diversos sitios del planeta y otros tantos puntos de la historia. Cada viaje con las letras de Izagirre ha sido diferente: lo hemos hecho a pie (Cansasuelos), cruzando los Apeninos para ir de Bolonia a Florencia; en bicicleta, ya sea a través los Pirineos (Pirenaica), con catorce crónicas extraordinarias, o por la historia del Tour de Francia (Plomo en los Bolsillos, Premio Marca de literatura deportiva, 2004); en el tiempo, con la biografía de un personaje que destacó por su entereza, como Luis Ortíz Alfau, o por lugares tan dispares como Chernóbil o Groenlandia.
Afirma que “lo mínimo exigible es contar una historia relevante, verdadera y atractiva”. El interés por ciertos temas no exime de “mantener cierto rigor periodístico, intentando ser objetivo pero no ser neutral”. Y nos lo ha hecho saber en varias de sus piezas escritas, como el reportaje para El País ‘Así se fabrican guerrilleros muertos’ (Premio Europeo de Prensa 2015), o su libro Potosí (Premio Euskadi de Literatura 2017), donde narra de manera brutal la injusticia y abusos que sufren los mineros de aquel lugar. Esta crónica se desarrolla a través de una niña, Alicia, en su vida dentro y fuera de la mina, una historia (tristemente) repetida a largo de más 500 años. Las historias dentro de la historia, la capacidad de recrear estados de ánimo, diseccionar los hechos y poder evaluarlos. “Contar la historia de la forma más fiel posible”. Oficio de periodista.
Llavero. Cada paso que doy me lleva más lejos, la madeja se va haciendo más grande. Cada página leída es una experiencia extra. Ahora decido qué hacer con lo que tengo. A veces (solo a veces) regresar es un paso adelante. Regresas a un autor (periodista) porque lo disfrutas, porque aprendes, porque te lleva. Al final, existe la posibilidad de dejar esa llave en tu llavero, que para eso funcionan. Siempre puedes volver a abrir esa puerta, siempre podrás recorrer esos caminos y encontrar cosas nuevas en cada travesía. Por eso a Izagirre lo disfrutamos cada vez que lo leemos. Hagamos maletas pues, que es tiempo de viajar.