Navego por internet. Clic, clic, clic, clic, doble clic. Ayer aprendí a jugar solitario -un poco tarde, pienso yo- y pasé las siguientes cuatro horas amontonando cartas en la computadora. Navego entre las recomendaciones que ofrece la célebre plataforma de música por streaming: compilación para el confinamiento / tu daily mix / tu descubrimiento semanal / tu radar de novedades. Nada. Vuelvo a lo conocido: Born To Run, el gran álbum de Bruce Springsteen, que arranca fulgurante con Thunder Road. Thunder Road es, entre otras cosas, la canción favorita de Nick Hornby. Es la pieza que puede resumir el leit-motiv de la carrera de Bruce Springsteen: la chica, el Cadillac y la huida; la ilusión del futuro promisorio fuera de casa (it’s a town full of losers / I’m pulling out of here to win). Hoy, sin embargo, futuro y huida son conceptos, pongámoslo así, inconcebibles.
Volví a pensar en Morrissey y su Everyday Is Like Sunday cuando leí un texto de Delia Juárez en Revista Nexos: Covidiario. Salí hoy a la calle para ver si había algo que contar. Nada. Todos los días son domingos. Aunque para los que estamos encerrados y haciendo labores de casa este año podría pasar como “el año del cansancio”. Cansancio físico, de hoy, y mental, por el mañana. Esto es una especie de día de la marmota: desayunar, bañarse -qué maravilloso punto de quiebre éste; una suerte de renacimiento-, recibir el súper -cuando toca-, comer, cenar. Entre medias queda toda clase de esfuerzo por matar el tedio. No sé qué leer, ni siquiera me concentro. Decidí abrir un Word y vomitar esto.
Mi mamá y yo tenemos la religiosa actividad de consumir un capítulo diario de The Office y otro de Curb Your Enthusiasm por las noches. A veces más de uno. Otras veces, cuando sobra el tiempo, buscamos bloopers de Seinfeld en Youtube. Sin embargo, creo que nuestra actividad favorita es consumir los conciertos que diversos grupos están liberando de manera gratuita: dos de Pink Floyd, uno de David Gilmour, el homenaje de Queen a Freddie Mercury, y los que se vayan sumando. Vimos también el Jersey 4 Jersey, comandado por un desvencijado Bruce Springsteen y el ya insoportable Jon Bon Jovi. Recibimos de cinco a diez llamadas diarias por parte del banco y un niño del edificio aledaño acumula dos semanas sin dejar de llorar. La televisión que tenemos es una suerte de refuerzo emergente: la nuestra recibió la cuarentena en un hospital de aparatos electrónicos. Todo está pausado, pero el reloj sigue su marcha y nosotros con él.