En los cementerios todas las flores están muertas,
aunque de cierto modo no lo estén y solo tengan agua podrida humedeciendo sus
raíces.
Los árboles no son ellos,
son agua eternamente desbordada,
custodiada por ángeles de un material duro y pesado
invocando sentimientos apenas notables para la vida humana.
Miro fuera de la ventana (de mi cuerpo)
y por primera vez veo todas mis plantas y sus flores:
secas, ausentes de vida;
manteniendo una huida ininterrumpida y magistral fuera de todas mis órbitas.
Aquí solo hay cadáveres de flores.
Mantienen un lenguaje suave, susurrando todo lo que no quiero recordar.
Después me pregunto, ¿cómo puede haber rosales y pétalos abiertos en esta temporada?
Si yo soy su cementerio.