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Caminar hacia la libertad en Uganda 

El viaje que Nach Mao comenzó con 23 años para “huir de los horrores del Congo” le llevó a instalarse en Uganda, país que acoge al mayor número de personas refugiadas y solicitantes de asilo de África, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).

“Soñaba con iniciar el camino hacia la libertad, dejar atrás la inseguridad y echar a volar mi música”. Nach Mao tiene 30 años, nació en Goma, en la zona este de la República Democrática del Congo, y hace siete años que decidió salir de su hogar en busca de “una vida tranquila”.

El viaje que Nach Mao comenzó con 23 años para “huir de los horrores del Congo” le llevó a instalarse en Uganda, país que acoge al mayor número de personas refugiadas y solicitantes de asilo de África, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur)

“Después de la guerra hay una especie de trauma entre los supervivientes. La población se enfada e, incluso, se matan entre ellos. Es como estar envenenados por la maldad”, dice Nach Mao. Él, que asegura que Goma, la ciudad donde creció, es “muy problemática”, abandonó el lugar porque “después de sobrevivir a la guerra, si no salía, no iba a avanzar”. 

Goma, una ciudad marcada por los conflictos

Según Acnur, “una ola de violencia”, tanto en Kivu del Sur como en la provincia de Kivu del Norte (capital Goma) “ha obligado a miles de personas a huir”. El avance de grupos armados como el M23 (Movimiento 23 de Marzo), activo en el este de República Democrática del Congo desde 2012, desemboca en que “los conflictos y la inseguridad prevalezcan en la región y, por tanto, el riesgo de desplazamiento sea alto”.

La Agencia de la ONU para los Refugiados alerta de que muchas de las personas desplazadas se instalan en asentamientos temporales y alojamientos improvisados. Los datos de Acnur indican que desde marzo de 2022, “con el incremento de las violaciones a los derechos humanos de la población civil, 3,3 millones de personas han sido desplazadas tan solo en las provincias de Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur”. 

“Aunque en República Democrática del Congo las cosas puedan parecer tranquilas la situación política no es pacífica, los rebeldes siguen allí y siempre están tramando algo, no sabes cuándo pueden volver a atacar”, dice Nach Mao y asegura que, en la región, “las cosas nunca cambian, siempre es lo mismo”. 

La música como salvación

Cuando Nach Mao decidió caminar en busca de su lugar en Uganda lo hizo con una mochila cargada de sueños: “Quería ser artista y, para que me fuese bien en mi carrera, tenía que estar en un sitio donde pudiera salir y volver a casa por la noche sin que la gente me siguiese”. Hoy, tras siete años en Kampala (capital ugandesa), ha logrado dedicarse a la música. 

Tiene un estudio de música en la azotea de la Alianza Francesa de Kampala, entidad para la que el joven, además, trabaja como responsable de programas culturales. Es técnico de sonido, ha producido para numerosos cantantes congoleños y ugandeses, canta su propia música y es DJ en fiestas electrónicas, pero también toca afrobeat, folclore, hip hop o rumba congoleña. La música, subraya, se ha convertido en su salvación. 

Nach Mao no recuerda cuándo decidió dedicar su vida al sector musical. “Crecí con ello, lo hago desde adolescente y, finalmente, se convirtió en mi único medio de vida. Estoy donde estoy gracias a ella”, explica. Además, recalca que lo que más le gusta de su trabajo “es ver a la gente feliz”. Su padre, cuenta, es médico y “ve a la gente llorar”, pero lejos de ese dolor hay un más allá donde las canciones de Nach Mao “transmiten alegría y no tristeza”.  

Foto: Nach Mao.

En busca de la paz

Los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) muestran que, en el año 2022, Uganda recibió en torno 397.600 personas migrantes de República Democrática del Congo, un país azotado por una crisis humanitaria derivada de la histórica explotación de sus recursos naturales. Ya el investigador Siddharth Kara denunciaba esto en su libro Cobalto Rojo, el Congo se desangra para que tú conectes: “El Congo ha tenido la desgracia de tener siempre y en abundancia el elemento clave que demandaba la economía mundial del momento”. Tal es el caso que, según revela el libro, aproximadamente el 75% del suministro mundial de cobalto se extrae del Congo. La explotación de estos recursos naturales, sostiene Siddharth Kara, está provocando “un auténtico delirio” en la República Democrático del Congo. 

Reside en hechos como el anterior una de las claves para entender la migración de los congoleños a países fronterizos como Uganda que, en palabras de Nach Mao, “es uno de los países más acogedores de África”. Asimismo, señala que lo que más le gusta de Uganda es que “la mayoría de personas refugiadas se sienten como en casa”. 

Los trámites para salir del Congo “no fueron fáciles”, dice el joven. Cuenta que para instalarse en Uganda debes pasar antes por los campos de refugiados, donde “te registras como persona refugiada y solicitante de asilo”. Una vez se obtiene la documentación necesaria, expone Nach Mao, “hay que volver a los campamentos para revisiones o actualizaciones”. Todo ello se hace con un único objetivo: “Encontrar la paz”. 

Empezar de cero “es muy complicado”

Establecerse en un país extranjero, subraya el músico, “es muy complicado”. Desde su punto de vista, lo más difícil es conocer la vida social y aprender el idioma. En Uganda, aunque el idioma oficial es el inglés, “hay otros idiomas como el suajili y una gran parte de la población lo habla”. Esto se presenta como una dificultad a la hora de “ir al mercado o coger el transporte público”. La clave para adaptarse a la nueva realidad “es ser valiente”, indica. 

Durante sus siete años viviendo en Uganda, el joven ha regresado en tres ocasiones a Goma, donde aún se encuentra su familia. Desde que salió de la ciudad, su vida ha cambiado: “Al menos ahora tengo acceso a Internet”. 

Sin embargo, reconoce que, aunque tiene acceso a “muchos más recursos”, lo más valioso ha sido encontrar “la paz y la tranquilidad con la que tanto soñé”. En Uganda, dice, “la gente es más tranquila y, aunque hay malas personas en todos los sitios, al menos aquí las personas no se pegan a menudo. No se matan”. 

El camino para Nach Mao continúa de la mano del sosiego y de la serenidad. “Quiero crecer, conseguir más público y viajar por todo el mundo para tocar mi música”, sostiene. Aunque es consciente de que el recorrido “no será fácil”, ahora sabe que lo que lleva en la mochila no son sueños rotos. Lo que lleva  “es la intención de salvar vidas con la música”. 

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