El fuego nos separa: homenaje a Sylvia Plath

El fuego nos separa [1]

querida Sylvia, la combustión del aire que se extiende entre nosotras

es un manto de cenizas y recuerdos volátiles.

Hoy tendrías 89 años, soplo por ti las velas

mientras,

desde el fondo del estanque, fijas estrellas

gobiernan una vida [2].

Quizás es tu vida la que protegen,

entre sal, polvo y olas.

La luna se refleja en alguna orilla y quisiera darte la mano

[La luna no es una puerta [3]]

contarte que mi nombre y el tuyo son uno solo

y que eres como una madre de papel porque cuando acudo a ti

el frío abandona el horizonte mojado.

Entonces tú me dirías:

“No soy más madre tuya

que la nube que destila un espejo para reflejar su propio demorado

desvanecerse por mano del viento [4]”.

Escribo estas letras porque tú escribiste las tuyas

convirtiéndote en una perturbación en los espejos,

el mar que hace añicos el suyo gris…[5]

Escribo como si pudieras leerme a través de la tierra,

como si no te hubieras ido, tu cuerpo estuviera aún tibio,

y tu corazón palpitante de vida.

Te escribo y te escribiré siempre,

como si nos encontráramos por casualidad

y me susurraras en secreto con el viento:

¿es el mar lo que oyes en mí? [6]


[1] Extracto del poema “Llegando” (1962)
[2] Extracto del poema “Palabras” (1963)
[3] Extracto del poema “La luna y el tejo” (1961)
[4] Extracto del poema “Canción matutina” (1961)
[5] Extracto del poema “Los mensajeros” (1962)
[6] Extracto del poema “Olmo” (1962)

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