Por ahora soy
el paisaje de magnolias
sin brotar
del pueblo que abandonó
el rey Minos,
porque me abandonó
el camino;
en este laberinto
el bravo toro me observa,
siente el hervir
de la furia recorrer la espalda,
observa pacientemente
la huida
que recorro una y otra vez;
al correr de la cornamenta,
el camino se abre
únicamente hacia adelante,
como entregándome
a un desastre inevitable;
me resigno
a no poder ver más allá del laberinto,
por lo que abro los brazos
y le doy la bienvenida
al Armagedón.
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