El tercer rostro de Rorschach

Por ahora soy 
el paisaje de magnolias 
sin brotar 
del pueblo que abandonó 
el rey Minos,
porque me abandonó 
el camino;
en este laberinto 
el bravo toro me observa,
siente el hervir 
de la furia recorrer la espalda,
observa pacientemente 
la huida 
que recorro una y otra vez;
al correr de la cornamenta,
el camino se abre 
únicamente hacia adelante,
como entregándome 
a un desastre inevitable;
me resigno 
a no poder ver más allá del laberinto,
por lo que abro los brazos 
y le doy la bienvenida 
al Armagedón. 

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