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Francesco Totti: ya no más

Cansado de engañarse a sí mismo, después de pensarlo por semanas -incluso meses-, platicarlo con los colegas, planteárselo en son de broma a los niños, discutirlo con la mujer y llorarlo a solas con el perro, llega el día en que el futbolista decide que ya no más.

La catástrofe ocurre entre los treinta y los cuarenta. En la flor de la vida, son unos viejos.

Algunos llegan en plenitud y otros con las rodillas deshechas. Y el resto, que son los más, no llegan.

Y esto, curiosamente, les sirve para envalentonarse. Soy un afortunado, estoy entero, es mejor que ya no más, piensan, mientras se observan las grietas de la pantorrilla; mientras recuerdan sus goles en algunos videos de Youtube o mientras buscan, sin éxito alguno, donde alguna vez estuvo la cintura.

Ya no más, se dicen mirándose al espejo, ensimismados en convencerse, más que otra cosa, de que la decisión es correcta.

Llega el día que el futbolista logra con el pensamiento lo que ya no puede con los pies. Antes podía, piensa; todavía puedo, pero mejor ya no más.

Tal vez los futbolistas nunca lo sepan, pero uno se va con ellos cuando se retiran.

Uno se va con aquéllos que, un día, fueron esos intrépidos incansables.

No hay escapatoria. Uno se va con ellos, porque, por muy mal que les vaya, y por si no lo saben, terminan convertidos en un bonito recuerdo de la infancia y de la adolescencia; la razón por la que nos bajábamos las medias hasta las espinilleras o nos sujetábamos el pelo con una agujeta.

Y los más afortunados, que aún los hay, quedan inmortalizados en los muros del barrio y en la estrofa de una canción que, cada semana, y en cada cumpleaños, se escucha en los alrededores del estadio.

Nota de autor: «Ya no más» fue escrito en mayo de 2017, con motivo del retiro de Francesco Totti, el hijo pródigo de Roma y, sin miedo a equivocarme, el mejor futbolista de todos los tiempos.

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