Huxley y la percepción del Tercer Ojo

Él, al igual que muchos de sus contemporáneos, fue predicador de un estado de consciencia que, hasta la fecha, nunca antes había sido alcanzado; llamémosle felicidad.

MUY IMPORTANTE LEER ANTES DE CONSUMIR — No queremos que os dé un mal viaje. Eso es lo último que queremos)

  • INGESTA: Estas páginas siguientes han sido sumergidas en ácido lisérgico.
  • DIGESTIÓN: Puede que creáis que se trata de un solo texto. No es así.
  • ASIMILACIÓN: Solamente bajo un estado de visión completa se abrirá el tercer ojo. Absténganse los tuertos.  

“Este es final,
hermoso amigo.
Este es el final
mi único amigo, el final.

De nuestros elaborados planes, el final,
de todo lo que permanece en pie, el final.
No más seguridad o sorpresa, el final
Nunca te miraré a los ojos… de nuevo.”

“TheEnd”- The Doors

El final —y paradójicamente el inicio— de esta historia empieza en la cama de un hospital. Un hospital situado en Los Ángeles, California, prácticamente idéntico al que describió Ken Kesey en Alguien voló sobre el nido del cuco. Un hospital psiquiátrico recién sacado de una producción pornográfica de alto nivel: repleto de enfermeras cachondas, celadores desquiciados (la mayoría de ellos también violadores en serie), locos sumisos a un sistema cuya ayuda les resulta inútil y, por último, LA MANDAMÁS: una Enfermera-Madre-Superiora más manipuladora que Joseph Goebbels en plena campaña dictatorial. 

En la planta superior del ala este es dónde van a parar los pacientes que están en las últimas, los casi muertos. Normalmente, a los casi muertos les colocan junto a las salas de lobotomía para que puedan seguir creyendo en lo que significa estar vivo. En una de las camas de dicha planta, un pobre canceroso está a punto de sentir el filo de la muerte. Intenta hablar, pero al tratarse de un cáncer de laringe altamente avanzado, debe transmitir sus últimos deseos mediante una nota. No, mejor no, no nos remitamos demasiado a los hechos históricamente aprobados. Eso sería demasiado aburrido. Sería mejor si, en vez de una nota, diera a conocer su último deseo mediante algún tipo de telepatía conyugal, desarrollada por ambos contrayentes tras muchos años de sometimiento a bizarras y grotescas experiencias psicodélicas, autoprescritas por el marido y sus maestros/acólitos. Una nota habría sido demasiado formal, además de un detalle demasiado riguroso a nivel histórico. Pero si algo ha quedado claro a lo largo del tiempo es que la rigurosidad histórica no es más que una simple ilusión, una de las múltiples herramientas del sistema opresor y represivo que nos controla.

—Cariño, por favor, antes de irme, en mi último hálito nada me agradaría más que me inyectaras esto —el canceroso junta anular e índice sobre su sien, al puro estilo de Travis Bickle (antes incluso de que el mismo Travis Bickle fuera concebido), y tiende una jeringuilla repleta de un líquido transparente a su mujer, que se encuentra sentada en el lecho de su casi muerto esposo.

—¿Y qué coño es esto si puede saberse?

PAUSA PARA UN INCISO LARGO.

Dudo que, según los estamentos oficiales, éstas fueran las últimas palabras de Laura Huxley al leer la mente de su marido. Alguien de la talla de Laura Huxley jamás pronunciaría una palabra como coño a modo de interjección. Se trata de una dama hecha y derecha, por el amor de Dios. Italiana de nacimiento y virtuosa del violín, fue la encargada de administrarle 100 microgramos de LSD mediante una intravenosa a su marido para que pudiera morir en paz. ¿Pero a quién cojones le importa eso? Teniendo en cuenta que el rigor histórico es tan solo una ilusión perpetrada por el maligno sistema que nos oprime y reprime, estoy seguro al doscientos por ciento de que Laura Huxley dijo coño al verse envuelta en aquella situación. Una situación pssssicudélicoeutanásica. Segurísimo. Dijo COÑO, EN MAYÚSCULA. Porque no hay nada más precioso que un COÑO EN MAYÚSCULA. Se trata de la fuente de la vida. En él, todo ser nace. En él, todo ser muere. Todo está conectado por hilos invisibles que se enredan hasta concebir lo inconcebible: UNA CONEXIÓN CELESTIAL DEL CARAJO. Una conexión en la que confluye toda la historia de la humanidad a partir de su creación misma. Porque dicha conexión celestial no existía hasta que alguien la puso por escrito. Es algo que suele pasar, la existencia de algo en base a lo escrito. Dios, ciencia, lenguaje. Todo. 

En este caso, el encargado de ponerlo todo por escrito fue Aldous Huxley. Él, al igual que muchos de sus contemporáneos, fue predicador de un estado de consciencia que, hasta la fecha, nunca antes había sido alcanzado; llamémosle felicidad. Curiosamente, él habló de la felicidad mucho antes de la existencia de una fórmula mágica que acabó por aislarse en pequeños trozos de cartón. Hablo de ello mucho antes de que Hoffman y Leary hicieran de las suyas. Mucho antes de que Ginsberg y Cassady se juntaran con los Alegres Bromistas. Mucho antes de que los Ángeles del Infierno se pintaran las caras con Day-Glo y se volvieran pacíficos (por lo menos una noche). 

Aldous Huxley fue el primero en hablar del soma, La Salvia Divina, salvadora de universos y arregladora de traumas psicológicos inconcebibles. La herramienta de control definitiva. Curiosamente, fue conocedor de la sustancia de la sabiduría mucho antes de su síntesis. El soma era una droga hipotética, capaz de mantener a sus consumidores apaciguados y felices, usada como herramienta de control social y político por unas élites cuyos motivos ocultos permanecerán por siempre guardados bajo llave en lo más hondo del infierno, custodiados por el mismísimo Satanás y su perro de tres cabezas, Cancerbero. 

Quitando mis divagaciones sobre el infierno, no se trata de un planteamiento que se aleje mucho del estado social y político actual. En Un mundo feliz, Huxley tuvo una… 

…una…

…una…

… llamémosle revelación cósmica.

En Un mundo feliz, Huxley tuvo su primera revelación cósmica.

Diez años más tarde de su publicación, el químico Albert Hoffman sintetizó la primera muestra conocida de LSD-25, el Santo Grial de la percepción psicodélica. Poco después de su descubrimiento, el ejército norteamericano (bajo órdenes explícitas de la CIA) no tardó en realizar varios experimentos humanos para tratar de aislar sus cualidades. ¿Su objetivo? El mismo que los supermalos de Un mundo feliz: EL CONTROL ABSOLUTO. 

Llegados a este punto, lo mejor será que tecleéis MK ULTRA en el buscador de Google. Acojona que no veas. Además me ahorraréis el latazo de tener que explicarlo todo yo. En la era de la información hay que saber filtrar, y la verdad es que esa movida es larga de contar. Larga que no veas. 

Tras múltiples experimentos humanos con LSD, pasó algo —llegamos al punto de ruptura—: Hubo otra revelación cósmica, esta vez, mucho más preocupante. La sustancia, cuyo fin era el control de masas, falló estrepitosamente. Tras ingerir las muestras proporcionadas por el mismísimo ejército, todas aquellas cobayas humanas mutaban en seres de luz y sabiduría, capaces de ver patrones dónde no los había. O por lo menos, dónde nadie se había molestado en buscar. De repente, seres destinados a la obediencia perpetua adquirían una suerte de consciencia divina que les impedía seguir cumpliendo órdenes. El ejército tuvo que cesar de inmediato aquellas prácticas aberrantes. Tal expansión mental era peligrosa para el régimen establecido. Con lo que no contaron es que aquella sustancia se expandiría como la Armillaria ostoyae por todo el país, haciendo que estallara una revolución artística e intelectual que hizo temblar los cimientos de la humanidad. 

Entraron en juego sustancias similares, como la mescalina, el peyote, la ayahuasca y demás hongos psicodélicos. Si la marihuana ya era una sustancia conocida en los bajos fondos de las grandes ciudades, ésta adquirió una condición mucho más espiritual, reveladora de mundos aún por descubrir. 

Las puertas de la percepción, publicado en 1954 (mucho antes de todas estas elucubraciones), tuvo mucho que ver en el terremoto mental descrito. Muchas de las figuras mesiánicas que habían participado en la expansión del LSD eran conocedoras de su mensaje. Gente como Alan Watts y Timothy Leary en el ámbito más filosófico; Allen Ginsberg y William S. Burroughs, en el vital; Ken Kesey, Jerry Garcia o Jim Morrison en el de las travesuras. 

FIN DE LA PAUSA.

—Cariño, por favor, necesito que lo hagas cuanto antes. Las puertas del cielo acaban de abrirse.

Laura Huxley coge la mano de su marido, temblorosa y pusilánime ante la inminente soledad que la azotará hasta el día de su fallecimiento. Contempla la jeringuilla que su marido le tiende a duras penas.

—Pero, joder, me cago en todo —y por qué no, me parece divertidísimo que Laura Huxley también dijera joder, me cago en todo antes de inyectarle un compuesto fractálico líquido a su marido—, ¿estás seguro de esto?

—Al ciento por ciento, cariño —dice antes de que su última revelación cósmica, tras expandirse por todo su sistema sináptico, le lleve al más largo letargo. La revelación cósmica definitiva.

Sólo así aparecerá el único y verdadero mesías, predicador de mundos errantes y contradictorios, maltrechos por la estupidez y la estrechez de miras de sus dirigentes. Mundos concebidos a través de visiones fractálicas, solo posibles tras la ingesta del fruto prohibido del Edén. Sólo así, tras morder la manzana se nos revelará el paradero de las puertas al Paraíso.

***

“Todos los dioses están hechos en casa,
y somos nosotros quienes tiramos de sus hilos,
y así, les damos el poder para tirar los nuestros”

¿Qué buscaba Huxley en aquellos exacerbados estudios sobre el acido lisérgico?  Camino de salida o respuestas fluorescentes en bucle, no es casualidad que a Huxley, como a un gran etcétera de escritores y artistas, este minúsculo líquido le revelara una realidad subversiva, infinita, muy escondida en la moralidad y en el miedo a la luz de la razón. Sin embargo, Huxley se detuvo a estudiar durante prácticamente toda su carrera la percepción y la fuerza que ejerce sobre nosotros ese Status quo de las cosas, eso a lo que llamamos realidad. Una realidad que se maquilla en nuestras poses habituales, Pero, ¿y si pudiéramos deshacerlo todo? Y si tras nuestra cotidianidad se escondiera la mayor de las epifanías ¿Y si el cielo de repente se iluminara por luces de neón? Quizás me detendría unos segundo más en cada despedida del sol,  quizás el cuerpo rígido que cargo habitualmente respiraría si mis rodillas se hacen peceras liquidas y se transforman en una cola de sirena. Quizás castigaría menos mi cuerpo y lo elevaría por cargarme en este viaje terrenal que no durará eternamente. 

—En la punta de la lengua de Huxley— El acido lisérgico es respetado por muchos otros intelectuales, puesto que él no llevó a cabo un uso recreativo de esta sustancia sino que la convirtió en una vía para el autoconocimiento, ya que no hay nada que aterre más al ser humano que sus propios adentros, los cuales no queremos revelar por si aparecen nuestros peores fantasmas. Una nueva forma de experimentar nuestra existencia, una forma oculta y transcendental, un atajo para poder ver de qué está hecha la conciencia y de qué inmaterial está hecha esta realidad mística que alberga todo lo imperceptible en nuestros paupérrimos sentidos. 

Huxley llevó a cabo su interés por visibilizar la experiencia alucinógena, el despertar de lo divino en lo cotidiano, dentro de una realidad muy contraria a la espiritualidad, una sociedad enferma de tecnología y obsesionada por el culto a lo material y superficial. Una premonición que después exageraría en su obra más reconocida Brave New world, donde auguró la deshumanización a través del consumo de sustancias como el SOMA, o quizás sería más correcto decir la humanización exacerbada, en un mundo donde se priorizan las máquinas y la sofisticación tecnológica en detrimento de la ética humana. 

Mediante sus estudios exhaustivos de la medicina Moska, como lo determinó en su recopilación de Escritos sobre la psicodelia y experiencias visionarias (etimológicamente, Moska es la denominación con la que el hinduismo, religión en la que Huxley estaba profundamente interesado), en los que define la liberación de las ataduras del Karma. En sus escritores revela esta forma de atrapar la realidad, contemplándola con asombro, pues todo es cuestión de percepción —no ve igual el mundo una niña que un mendigo— y mediante el LSD se potencian los estados de conciencia.

Aldous Hulxey se acompañó de esta sustancia hasta el día de su muerte, acompañado de un descanso absoluto —y de lo más psicodélico— antes de partir. Pues sólo se trata de eso, de ser capaces de asombrarnos con la simple esencia de las pequeñas cosas, de darnos cuenta del paso fugaz por la vida, tras la cual no podremos llevarnos ninguno de nuestros objetos. 

Ya lo avisaron los aztecas en sus rituales de mezcalina para poder vislumbrar profecías en las que hablaban con las deidades, no se trata de hacer apología a las drogas, pero tampoco hay que temer a aquello que habita en nosotros. Volver a lo primitivo, a la raíz, a la molécula de Dios. No estoy hablando de neo-hippies colocados en un festival, tampoco del neo-chamanismo que obtiene más beneficios que Amazon, con su venta masiva de espiritualidad enfrascada en un bello tarro artesanal; hablamos de poder enfrentar nuestra realidad con una visión divina, como si descorcháramos el champán para celebrar un nacimiento. Consumir este tipo de sustancias con la mano en el corazón y afrontar aquello que habita en nosotros: la muerte, que algún día vendrá a buscarnos y quizás no seamos tan afortunados de poder pedirle a Laura que nos inyecte unos gramos. 

RESPIRO

SUSPIRO

(Exterior: un bosque o eso creíamos, iremos muy lejos, querido amigo) 

He venido al medio, al medio de la nada, la nada según mi mente civilizada, vengo al encuentro del químico y tengo un LSD en mi bolsillo que aún no me he tragado y desde ya empiezo a temer, sólo veo arboles y montañas, el cielo está azul, lo registro en mi cuaderno, por si mañana ya no estoy.  Me lo trago con mis manos que con escamadas tiemblan, persigo la herencia de un tal Huxley al que quiero bendecir con este viaje, ésta pócima sagrada enfrascada en una gota, una gota que contiene la Eternidad, y ¿por qué temer a una ridícula gota? ¿Por qué ese miedo a adentrarnos en nosotros mismos? ¿Qué contiene esa sustancia mágica? ¿No es acaso la formula de lo etéreo, la percepción? Nada más confuso que aquello que no se pude describir ni nombrar, aquello que sólo se puede vivir. Una gota que contiene la llave que abrirá el todo, la nada, lo eterno, la respuesta. ¡Qué diablos! Esa lámina ya está en mi lengua, trago saliva que haga conmigo lo que quiera, soy todo oídos, todo boca, cascadas de agua, un tren en llamas, un desierto, toda la maleza. Que venga a mí esa Diosa o el mismo diablo, quien lo que tenga, preséntese aquí. Por un segundo me arrepiento pues llega miedo, qué sensación tan humana, tan animal, todos tienen miedo; un gato, un perro, una lechuza en medio de la oscuridad, ojos negros y brillantes, que observan ¿y qué observo yo? No los miro a ellos, estoy en mis adentros ¿y qué hay allá adentro? Me doy cuenta de que soy parte de un todo, una pieza insignificante de este inmenso puzle, soy parte de toda la tierra, las antes de televisión, aquel libro que devoré, soy parte de esa atmósfera humana conformada por todos quienes vinieron y se fueron, a pesar de que mi conciencia humana me haya dicho que soy más, no viviré mas que ese árbol que me observa desde lo alto, no viviré mas que el cielo, en lo que me queda aquí trataré de respirar. Bendeciré a la muerte antes de que venga, aquí y ahora, ya puedo detenerme a contemplarlo todo desde la pupila parpadeante de mis ojos sedosos. 

***

La elección de Aldous Huxley

Camarada, ahora que estás alegre
y por tanto eres sincero,
dime: ¿dónde te gustaría morir
y hacer que tu amigo enterrase
lo que tú fuiste una vez?
“¿En lo alto de una colina
con una vista apacible
del país donde en calma todo permanece?”…
Dios santo ¡Yo no!
Yacería en la calle
allí donde dos arroyos se encuentran,
con un intenso rumor que llega
a los oídos,
mientras dentro del cerebro tocan
marchas de vida y muerte,
de gloria, júbilo y miedo,
de la paz que se muda,
del fragor de la contienda
y de desbandadas de ejércitos en estampida.
Libre, allí me conmocionaría
lejos de los hundidos ritmos
de mi indolente esencia.

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