La lengua del mar

Mi cabeza se concentra únicamente en este momento, y me siento a descansar, después de lo que ha parecido un siglo.

Por: Silvia G. Hernández

Atrapo el aire con la boca como si de una mariposa esquiva se tratara. Noto el pequeño estallido de oxígeno entrando en mis pulmones, y el calor del sol en contraste con el frío del agua salada que me cubre por completo.

Dejo que mi cuerpo ceda a la flotabilidad y que la corriente me meza.

La calma es total. El medio acuático se me antoja conocido, debido a las reminiscencias que mi cerebro vincula con el líquido amniótico.

Mis oídos, taponados por el agua, escuchan la lengua del mar. Ese tono vibrático me inunda.

La atención es plena.

Mi cabeza se concentra únicamente en este momento, y me siento a descansar, después de lo que ha parecido un siglo.

Y vuelvo a plantearme, como hacía cuando era una niña: ¿podría ser una sirena?, ¿vivir siempre así?

Amparada por el agua, protegida.

Deseo, deseo.

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