La otra violencia

Hoy, con el recrudecimiento de conflicto isarelí-palestino y la enésima crisis migratoria en Ceuta y Melilla, conviene no volver a sacar conclusiones apresuradas ni mirar hacia otro lado. La indiferencia y la ignorancia también son, de alguna manera, otras formas de violencia.

Estas páginas se vuelcan en las habitaciones vacías y en los ojos de quienes me las abrieron. También en sus cicatrices, sus contradicciones, su solidaridad y sus temores. En definitiva, este libro habla de seres humanos.

En el vientre de la Yihad; Alexandra Gil.

A principios del año pasado, durante los últimos alientos de normalidad del mundo que perdimos, tuvieron una aparición fulgurante en las carteleras de los cines de arte en México dos propuestas sobre radicalismo islámico que desestimaron la pirotecnia de los ataques terroristas perpetrados en las grandes capitales occidentales para buscar abordar el fenómeno desde sus orígenes.

La primera de ellas fue De padres a hijos, de Talal Derki, un sirio de ascendencia kurda que abandonó durante algunos meses su apacible vida en la Berlín multicultural para embarcarse en un proyecto en formato de documental sobre la vida de una familia del norte de Siria, cuyo patriarca simpatiza activa e ideológicamente con el grupo yihadista Al-Nusra, una ramificación de la organización Al-Qaeda. Derki pasó dos años buscando capturar el momento en que los niños, adoctrinados por su padre, dejan atrás su infancia para convertirse en soldados de la Yihad.

La otra cinta a la que hago alusión es El joven Ahmed, un drama de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne —reverenciados por la grandiosa Rosetta, de 1999— concebido, según sus propias palabras, como un «elogio a la impureza». Ahmed es un adolescente musulmán que vive en la periferia de Bruselas y que va radicalizándose paulatinamente bajo la influencia de un imán al que le profesa veneración absoluta, al punto de intentar a asesinar a su tutora escolar en el nombre de Alá.

Recurro a este par de referencias porque me parecieron trabajos muy bien logrados y documentados sobre un tema que deberíamos tratar más a menudo en las mesas de debate. Además, me permite recuperar el nombre de Alexandra Gil, zaragozana especializada en yihadismo y seguridad, que desarrolló buena parte de su obra periodística en Francia y que escribió un libro imprescindible sobre una serie de testimonios de familias occidentales —algunas de tradición cristiana— que vivieron la radicalización y huída de algún hijo a territorios controlados por el autodenominado Estado Islámico: En el vientre de la yihad (Debate, 2017). Con Alexandra habré intercambiado algún correo y mensajes directos que no terminaron por traducirse en una charla más profunda, pero recomiendo encarecidamente la lectura de su libro y los reportajes que publicó en El Español.

Hoy, con el recrudecimiento de conflicto israelí-palestino y la enésima crisis migratoria en Ceuta y Melilla, conviene no volver a sacar conclusiones apresuradas ni mirar hacia otro lado. Israel tiene motivos políticos más allá de exterminar a la Yihad Islámica y Hamas para mantener un conflicto armado con Palestina y los migrantes no representan la amenaza que la derecha reaccionaria en Europa nos quiere hacer ver. La indiferencia y la ignorancia también son, de alguna manera, otras formas de violencia.

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