El Calcio representa un estilo de vida para los italianos y, como tal, tiene sus pecados. Cada uno tiene su propia gravedad; dejar tu equipo para fichar con la Juventus podría ser el más grande. Hacerlo te convierte en un jugador odiado para los aficionados que antes te amaban. Y existe algo peor, que es ir del Napoli a la Juventus, ya que no sólo es una traición deportiva, sino ideológica dentro de un viejo conflicto entre norte y sur, ricos y pobres, de la repartición de pollos de la que hablaba Trilussa en La Statistica. En los últimos años se recuerda a Higuaín, quien pasó de ser ídolo en Nápoles a que su cara apareciera en los papeles higiénicos.
Hay un caso muy peculiar dentro de ese grupo de «traidores». Ese es el de Fabio Quagliarella, un napolitano que de niño soñaba con levantar títulos como capitán en el antiguo San Paolo, pero se fue pronto a la Juventus por motivos que no fueron económicos ni deportivos. Inició su carrera en el Torino, luego fue a otros equipos, otras categorías y, finalmente, se asentó en Serie A con la Sampdoria y el Udinese, equipos en los que se convirtió en uno de los mejores delanteros italianos, llegando así a la Azzurra y más tarde al Napoli.
En Nápoles empezó a cumplir un sueño, primero dirigido por Roberto Donadoni y luego por Walter Mazzarri, formando un gran tridente en ataque con Ezequiel Lavezzi y Marek Hamsik, convirtiéndose en ídolo rápidamente. Llevaron al Napoli a la Europa League, lo que le valió para ser convocado por Marcello Lippi a Sudáfrica 2010. A pesar de la temprana eliminación italiana, marcó uno de los mejores goles del torneo. Todo iba bien y el techo aún era alto.
Empezó la temporada y todo seguía igual, iba titular en la ida contra el IF Elfsborg en Europa League. Sin embargo, en la vuelta fue suplente de un tal Edinson Cavani, quien marcó sus primeros dos goles de los 104 que hizo con el Napoli. Al terminar el partido, Fabio pidió explicaciones de por qué no había jugado. Le contestaron que lo habían vendido a la Juventus.
En cuanto se dio a conocer la noticia, pasó de ser uno de los ídolos de Nápoles a una de las personas más odiadas. Insultos hacia Fabio y su familia, y jerseys incendiados eran las imágenes que se repetían en los medios. El número 27 del San Paolo partía al Olimpico de Torino, aunque en un inicio con el 18, porque el 27 ya lo tenía el serbio Milos Krasic. Prometió llevar el dorsal 27 toda su carrera, menos los años mencionados con la Juventus, en honor a su amigo Niccoló Galli, quien murió en un accidente de moto. De hecho, el número fue retirado del Bologna, club en el cual militaba el prometedor central, hijo del exportero Giovanni Galli, al momento de fallecer.
En la Juventus no terminó de rendir como se esperaba. Ganó tres veces la Serie A en cuatro años, pero jugó solo 50 partidos como titular. Uno de los mejores delanteros italianos se había estancado y había perdido su sitio en la selección. Todo lo que había logrado se esfumó con el pasar de los años.
Regresó al Torino en el 2014, donde todo comenzó, y luego a la Sampdoria, el club que lo vio explotar. En Génova se ha convertido en una leyenda, reconocido como el mejor delantero de la Serie A en el 2019, año en el que fue el capocannoniere con 26 goles, superando a Cristiano Ronaldo. Sin embargo, eso no sería el mejor momento de Quagliarella en aquel año, ya que, unos meses más tarde, un hombre fue sentenciado a cuatro años y medio de prisión. Pero, ¿por qué era una buena noticia esa sentencia? Hay que regresar al 2006 para entenderlo.
Cuando Fabio empezó a recibir cartas en que se le amenazaba de muerte y se le acusaba de tener nexos con la Camorra, la mafia napolitana, y hasta de pedofilia, incluso en alguna ocasión llegó a recibir en su casa un ataúd con su foto. Ante el constante acoso, decidió acudir a Raffaele Piccolo, un policía a quien conoció unos años atrás por un problema de contraseñas, y desde ahí nació una amistad. Durante la etapa de investigación, la familia Quagliarella lo acogió como uno más. Le regalaban boletos, playeras firmadas y lo que pidiera.
Pasó mucho tiempo, el acoso hacia Fabio no paraba, y cada vez era peor. Por eso, Vittorio Quagliarella, padre del delantero, citó a Raffaele en un restaurante para platicar del asunto y sobre el acoso que empezaba a sufrir Piccolo, presuntamente de las mismas personas. Ya reunidos, Vittorio le pidió a Raffaele que le mostrara los mensajes que recibió, a lo que este respondió que los había borrado. Esto creó sospechas en el señor Quagliarella, quien fue a la fiscalía y se enteró de que no se había recibido ninguna denuncia en todo ese tiempo.
En ese momento, la policía empezó a investigar el caso, y pronto se dieron cuenta que Raffaele Piccolo no era quien decía ser. En realidad, era un cartero que se dedicaba a acosar personas. Entre ellas estaba Fabio Quagliarella, con las facilidades que le brindaba su profesión. Todo esto salió a la luz en el 2017, cuando sus abogados le permitieron a Fabio hablar del caso, dando detalles incluso de su salida del Napoli.
En el 2010, el club comenzó a recibir las cartas de Piccolo donde calumniaban a Quagliarella. En un inicio, el jugador tuvo todo el apoyo de Aurelio Di Laurentiis, propietario del club, pero la situación se volvió incontrolable con el tiempo y causó su venta a la Juventus, a pesar de que su sueño era triunfar en su tierra. Por muchos años se le acusó de traidor y él jamás se pudo defender, continuando su carrera con la esperanza de que algún día todos conocieran el verdadero motivo de su salida, y así fue.
Al poco tiempo de que se conociera todo, en un Napoli vs Crotone, se vio colgada en las gradas una pancarta que decía “En el infierno que has vivido, enorme dignidad. Nos volveremos a abrazar, Fabio. Hijo de esta ciudad”, cerrando así ese capítulo.