Llegamos a la conclusión de que hoy, día internacional del libro, se presentaba ante nosotros una oportunidad inmejorable de rendirle homenaje a una editorial mexicana independiente: Los libros del perro.
El ajedrez es un juego tan siniestro y personal; Hugo Roca Joglar
La analogía más simple para cualquier ajedrecista es pensar en el tablero como en la vida —estrategia, movimiento, cálculo y, más práctico aún, perder o ganar—, pero cualquiera sabe que esto no es del todo cierto. El ajedrez puede ser azaroso y la vida puede ser un ejercicio calculado milímetro a milímetro. Quizá la única certeza sea la irreversibilidad de los hechos: pieza tocada, pieza jugada. Un soplo y nada vuelve a ser como antes. El tiempo cataliza las diferencias. El niño que habitaba en Hugo Roca Joglar quería ganar cada partida, pero odiaba controlar las posibilidades del juego porque prefería la magia, el azar, el desorden. El hombre en el que se convirtió, en cambio, supo que cualquier movimiento implicaba una derrota porque la vida, como el ajedrez, es un juego siniestro y personal. Habitado por ambos, el cronista opuso niño a hombre: brutalidad a infancia. Y el resultado es este libro: un trazo que ilumina la memoria de un niño hacia su encuentro con el ajedrez, interrumpido por la realidad que el presente impone al hombre. La noción del tiempo está alterada; el pasado quiere ser presente, y el presente apenas se insinúa en flashazos que en lugar de iluminar, oscurecen: el primer escarceo con las piezas frente a la narración de una matanza del narco en Garibaldi, la promesa de la partida con el abuelo frente a la reconstrucción de un asalto en una ciudad del caos. Porque el mundo sólo tiene sentido si cabe en sesenta y cuatro casillas.
Falsa muda es un poemario que surge de la reflexión de la poeta Giselle Ruiz tras haber entrevistado a quince mujeres; quince historias distintas que tienen voz, piel, cuerpo y un plumaje especialmente diseñado para resistir en un mundo donde tener un par de alas no es suficiente para volar contra el viento y contra lo que se presente o esté impuesto. Se necesita fuerza y empuje, y Giselle logra darle esa fortaleza a sus piezas poéticas. Sus poemas son el eco del grito silenciado de muchas mujeres. Los roles de género, los estereotipos, la sexualidad, las condiciones fisiológicas y reproductivas son la raíz de un contexto femenino al que sólo se puede acceder si eres mujer; una jaula tan literal como metafórica y recurrente de la que somos víctimas. No nos hacen falta alas, lo que nos sobran son jaulas, barrotes físicos y mentales que nos alejan de nuestra propia naturaleza. El canto de las aves ha de escucharse y Falsa muda es el órgano vocal de una lengua, de una unidad armónica que hoy tiene más ganas de ulular que de escapar.
La fiesta del dolor y otros cantos; Odette Alonso
En los versos de Odette Alonso se asoma un trozo del exilio, de la permanencia de un lugar al que se termina por pertenecer con el paso del tiempo. Como si aquella pertenencia a la que se logra uno sólo pudiera alcanzarla escribiendo. O siendo poeta, como ella. La fiesta del dolor y otros cantos comprende una poesía que puede palparse apenas al abrazar las palabras. Hay versos que culminan en espacios comunes a los que hay que llegar a través de un camino no construido hasta ahora. Hay que descubrirlo. La poesía es descubrimiento. Ser el dolor, o abrazar el dolor, o comprender el dolor, o permitir que el dolor nos consuma o permitir al dolor existir sin más, como si únicamente nos hiciera compañía. Y es que uno puede poner en el lugar del dolor cualquier sentimiento que se antoje, para comprender la universalidad de los espacios que se describen. (O podemos también ceñirnos a uno sólo, a un sólo hecho: la ruptura.) Y todo va tejiéndose a discreción, con el paso de los versos. Vamos haciendo paradas en ese camino. Hay cantos que ornamentan los silencios. Hay un sonido que aparece y desaparece, una canción que ha viajado desde Cuba, símil de un silbido discreto pero hipnotizante, como un hilo que todo conecta pero que también separa. Existe el mar, miradas que se abrasan en espera de que algo las conmine a encontrarse o separarse para siempre. Hay un faro. Hay cantos y ventanas. Hay luces y relámpagos. Hay habitaciones y heridas. Hay miedo y amor. Hay onirismo y realidad fantástica. Piezas todas de un museo de la memoria que se mueven por entre calles de subida y olas espumosas. Toda pieza componente de una historia que incita a una discreta pero profunda (re)interpretación. La poesía de la poeta cubana es una invitación a la admiración pictórica de la partida y la memoria. La poesía, la suya es, entonces, una imagen, la que uno se ha dibujado en el recorrer. Una maravilla del lenguaje. ¿Podrá la lengua inútil / repetirlo después?
De un campo de lirio; Alma Karla Sandoval
De un campo lirio evoca, desde su título, un sentimiento bucólico del lenguaje, que busca, en esencia, lo más primitivo del ser. El poemario está dividido en tres partes: Algo tienen las flores del campo santo, Como el esposo de Ana Ajmátova y Cárcel y muñeca. El primer capítulo del libro empieza con una herida que intenta cicatrizar para avanzar con impulso. En esta lira, lirio, se tiene presente a Chavela Vargas, quien se preguntaba qué tenían las flores del campo santo. Buscar y no encontrar, la esencia del ser humano. Pura contradicción. Desde la perspectiva y vida privada de la poeta rusa Ana Ajmátova, la segunda parte se vincula con el momento pandémico actual. Se puede esclarecer una estructura acmeísta, aproximando la realidad existente al lector o lectora. Se aprecia una historia de amor truncada por el confinamiento, aunque la palabra, el hilo que quiere mantenerles unidos, viaja a diferentes países del mundo. Sin embargo, la vida como el amor debe continuar: “Estos”, le respondo / es el país del ahora y es la vida. En la última entrega del libro abre con un epígrafe de Juan Manuel Roca, en Monólogo de Emma Goldman. Mencionar a la anarquista y activista rusa es un canto más al feminismo: Mujeres bellas son las que no callan. En esta parte hace un llamamiento transversal a los derechos de la mujer, al caminar erguidas. Además, es más incisiva en su lenguaje porque busca la denuncia a través de la metáfora. El final sirve de ejemplo, a través de la esencia de lo natural, de la sociedad imperante: Un poema de varios centímetros, / erecto, es el poema / que todos quieren escuchar.
Las palabras de Julia Piastro en Blues de Nadie conducen a Ciudad de México, a un pequeño cruce de caminos en una inmensidad donde la búsqueda de identidad es una constante. Escuchando a los lugares y sus detalles, consiguen atravesar y recorrer su anatomía a un ritmo particular, mientras oyen los latidos de lo cercano y reconocido, que en algún momento parecen convertirse en ajenos e indescifrables: descubriendo en el mundo exterior su propio mundo interior. Son las cinco. Esta ciudad no tiene mar. Me alejo de mis bordes. Pienso en el viaje: estar inmóvil mientras todo se incendia. Su poesía y sus impresiones, sujetas a una elasticidad y una subjetividad claramente marcadas por la cartografía y la temporalidad, nos hacen pensar en el movimiento, eso que permite desplazarnos constantemente como piezas de un rompecabezas formado por los términos de práctica cultural, identidad y territorio. También nos hace reflexionar sobre lo urbano, un concepto de compleja interacción entre lo material y lo simbólico, algo que imperceptiblemente abarca cultura. Una cultura entendida como la capacidad de otorgar sentido a todo lo que nos envuelve en la cotidianidad. Aquella que enmarcamos en un espacio físico y temporal determinado y que nos recuerda el interés humano por no perder nunca la capacidad de significar; para que nuestras vivencias y recuerdos, como las de Julia, no se acaben escuchando y viendo únicamente a través de formatos caducos y análogos. Hablar de un sitio particular, de todos a la vez, de lo que se oye y lo que no, del que se marcha y regresa, de lo que era, es o será parece conformar la letra que acompaña a este blues que, como todo lo que cuesta ser apreciado y reconocido, se mueve en los márgenes. Desde donde parece nacer la poesía más sincera.
La felicidad era un pequeño trozo de mármol; Matza Maranto
Escrita con una mirada sutil y desgarradora, La felicidad era un trozo de mármol peregrina dentro de una historia familiar donde las preguntas no buscan ser atendidas ni resueltas, sino algo distinto, algo que no se llega a saber, pero que irremediablemente se desprende de la penumbra y la melancolía. Asimismo, la voz de Matza Maranto se proyecta indivisible, universal, y se acerca con cautela y tesón a la fe, o mejor dicho al ejemplo circunstancial y vívido que deja la fe en la vida de un hombre, el cual al perderlo todo, se atrinchera después de la tragedia dentro de lo más hondo de sur ser y se cuestiona con el fin de soportarlo todo. Como decía Manuel Vilas: Ojalá hubiera una forma para saber cuánto hemos sufrido. Dentro de esta lectura hay un acercamiento que intenta narrar bajo la luz de los años, la vida, sus sombras y sus intimas procesiones.
No habrá retorno; Claudia Morales
A través de sus distintos esquemas narrativos, vidas, espacios y tiempos, las tres historias desenvueltas en esta novela nos revelan un mismo objetivo compartido por los personajes: llegar a un lugar donde se pueda comenzar una vida. Gentiles vaivenes de Nueva York a Centroamérica, pasando por Chiapas, nos permiten descubrir uniones y sombras que vamos descifrando junto con los personajes poco a poco. Los claros y marcados rasgos orales logran que nos adentremos en las historias profundamente. Al principio tenemos a Dorrey, que comienza relatando débilmente la vida de Marcey Jacob, que se vuelve, más bien, un viaje a su pasado, a través de un relato en español mezclado con un inglés intermitente. Tenemos también la vida de Oliver, con una infancia rota que busca llegar al “Otro Lado”. Y por último Claudia, quien a través de recuerdos y de las pláticas que tuvo con su abuela, logra reencontrarse con sus raíces y con su familia; de esta manera logramos ser testigos de rituales y leyendas que construyen la identidad cultural y el arraigo. La novela también nos revela escenarios contrastantes del sueño del norte con la realidad del sur, lo que nos permite desplegar una cruda cosmovisión: la migración. Después de envolvernos en esa mezcla de historias y en vestigios de memorias para revelarnos verdades ocultas, logramos descubrir que cuando se trata de los recuerdos, efectivamente, no habrá retorno de lo ya vivido.
Bajo los pies de Judas; Marcelino Champo
Bajo los pies de Judas es un recopilatorio ecléctico de cuentos, diálogos e intervenciones cuyo eje central es precisamente lo inclemente del mundo de los desamparados: aquellos que no tienen Dios a quien rezarle ni tan siquiera dignidad. Consta de tres partes: De aquí somos, Bajo los pies de Judas y Acá entre nos. Así, San Judas, patrono de las causas perdidas, impregna un mundo de personas y situaciones límites en la condición humana: en la pobreza extrema, en la violencia extrema, la prostitución, la mendicidad y la desolación ante un gobierno que no hace absolutamente nada por hacerles justicia. Hay diálogos muy mordaces y llenos de humor negro, dobles y triples caras: las necesarias para enfrentarse a un mundo atroz. No deja de ser interesante la visión de las prostitutas mediante un juego que entremezcla narrador y escritor en un contexto que quiere darles voz, no sin cierto paternalismo. Como vemos en el diálogo del relato Suspiros, del recopilatorio De aquí somos:
Me decías que querés escribir un libro, ¿y pa’ qué? ¿pa’ qué querés escribir un libro de gente como yo?, solamente vas a encontrar amargura y chingaderas, nada bueno.
O el más crítico todavía Feliz cumpleaños:
—…Y el cabrón quería entrevistarme, ¿cómo ves? Luego me decía que iba a escribir un libro de “sexoservidoras”, de “trabajadoras sexuales”. Putas, güey, se dice putas, aunque anden ahí poniéndoles flores a las palabras; de todas maneras te tienes que empinar pa’ poder comer, qué más da si alguien llega y te dice: “Disculpe, ¿usted es sexoservidora, cuánto cobra por sus servicios?”. Pura riata, llegan, te ven, les gustas, te llevan a un pinche cuarto y una ahí dizque de cariñosa, de amable, aunque por dentro estés rezando porque crees que ya no vas a regresar (…)
Distingo las tres partes, que hacen de este un libro que desafía al lector y a sus propias creencias: la primera, De aquí somos, nos habla quizá del México auténtico, sin turistas ni coloridos: clases sociales, profesiones y deseos entremezclados bajo una misma lluvia torrencial, en unas mismas calles compartidas. Este setting se ata con el cortometraje Bajo los pies de Judas, que relata el infortunio y la miseria de lo que fuera una maquila, su incendio y su posterior reconversión a prostíbulo. Marcelino muestra muy hábilmente la situación del prostíbulo mediante ficciones que tienen lugar en este, mezcladas con la visión de la directora que realiza el cortometraje y las voces que intervienen en el filme. Por último, mi favorito: Acá entre nos, el recopilatorio que muestra diálogos cotidianos de personajes que luchan por sobrevivir mientras tienen, a su vez, la gracia de enamorarse, de reírse, compadecerse y de ayudarse entre compañeras, así como de burlarse juntas de las garras del patriarcado en su máximo esplendor (la prostitución). Al final, gracias a Marcelino Champo, estas situaciones extremas y quienes las viven son señaladas: se les da voz sin concesiones ni condescendencia.