Letras vacías

Precisar solo lo importante, ¿qué es importante? Lo que estorba y lo que suma, porque prescindible es lo que no aporta, lo que nada ocupa. Ni el vacío, ni la abundancia. Hay obstáculos tan infructuosos como necesarios, triunfos tan irrelevantes, tropiezos que son maestros, lecciones que además de perversas son rentables, para el aprendizaje o para la condena.

Descubrir que el mundo de las ideas es totalmente diferente al mundo tangible y de dolor; redescubrir que los anhelos no devienen de la razón, sino del deseo; inventar que el adiós que nunca nombraste es el adiós que tu ausencia no oculta. Imaginar que habrá un retorno, cuando las palabras ya pronunciaron, en la oralidad y en la escritura, que la atracción y el amor se desvanecieron de la realidad.

Nace una canción cada que la melodía y las letras se unen al unísono del amor y la duda. Y aunque se ha desvanecido la inspiración en musas diversas, no sé por qué me obstino en visitar este escenario cada amanecer.

¿Cuál historia quieres que te cuente? ¿La de las letras vacías? Es un cuento breve, innecesario y perpetuo. En él se deposita un deseo, que más que deseo, es un río.

“Él no quería leer mis letras

Él solo quería encontrar las suyas,

y para ello, leyó las mías y no pronunció ni una sola palabra,

y por eso las dejó, como si nunca hubieran sido escritas,

y por eso nunca escribió, pero tampoco volvió a leerlas.

–

Él no quería mis letras,

aunque mis letras le adoraran,

ignoró que él las dictaba,

aunque se asumía inspiración”.

Precisar solo lo importante, esto es, vivir a toda costa, a toda faena, a todo golpe y a todo aplauso; no importa si eres inspiración o poeta, éxito o fracaso. Serás leído mientras más lo ignores y anhelarás nunca haber escrito, ahora que se va.

El cuento de las letras vacías se escribe y se percibe, desde el perpetuo orden de la ritma, del esfuerzo por olvidar a quien más se ama, habiéndose olvidado del verdadero amor, confiando en la fama póstuma, a lo Pessoa, a lo nuestro.