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Minas antipersonas: herencia camboyana

Camboya fue escenario de una de las dictaduras más terribles. Este conflicto, encabezado por los Jemeres Rojos, dejó a su paso un genocidio y millones de minas antipersonas esparcidas por todo el territorio.

Camboya es el país más minado del Sudeste Asiático, ya que se estima que más de dos millones de minas siguen sin explotar. Esta situación afecta tanto a la población como al desarrollo económico nacional, debido a que estos campos de minas son una de las causas de la pobreza de un país que depende primordialmente de la agricultura. Cuando las guerras terminan, los efectos permanecen mucho tiempo después.

Las minas antipersonas están diseñadas para matar o incapacitar a sus víctimas. A diferencia de otras armas, las minas terrestres son accionadas por las víctimas y están programadas para que exploten cuando una persona tropiece con ellas o las manipule. Los sobrevivientes necesitan dolorosos y largos tratamientos que, muchas veces, debido a los altos costos, no se pueden permitir. Normalmente la atención médica es necesaria por el resto de sus vidas y encontrar alguna actividad para desarrollarse laboralmente se vuelve complicado. Además, suelen vivir en zonas rurales sin acceso a los servicios básicos.

Todos los días personas mueren o pierden extremidades por pisar una mina terrestre. Por ello, desminar se ha vuelto uno de los objetivos principales de países como Camboya y de organismos internacionales que velan por los derechos humanos.

En los últimos años se han logrado avances significativos, como la creación de la Convención sobre la prohibición de minas antipersonas de 1997. De esta forma, se compromete a los Estados a garantizar una mejor calidad de vida y un mayor acceso a la atención médica, a la rehabilitación física, al apoyo psicológico, a la educación y al trabajo a la mayoría de los sobrevivientes. Asimismo, el progreso tecnológico ha ayudado a diseñar drones que identifiquen, detecten y destruyan las minas terrestres que se encuentren enterradas bajo el terreno que sobrevuela.

A pesar de los esfuerzos del gobierno y organizaciones por limpiar las zonas contaminadas, continúan activas millones de minas. Hasta la fecha, las minas antipersonas son una realidad diaria para la población civil no solamente en Camboya. Las minas están causando un alto número de víctimas —la mayoría, niños— en lugares como Irak, Myanmar, Nigeria, Ucrania y Yemen. Muchos de los países se niegan a desminar porque carecen de los medios económicos para hacerlo o porque va en contra de sus propios intereses. No obstante, el objetivo de un mundo libre de minas antipersonas puede alcanzarse.

En las últimas décadas, el compromiso con la comunidad internacional ha permitido la disminución drástica del empleo de minas antipersonas y el desminado de miles de kilómetros cuadrados.

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