Monk, el héroe imperfecto de otro tiempo

La primera vez que escuché a 

Monk estaba bajo la luz tenue

de un viaje ácido. No tenía 

idea de lo que era eso que oía.

Fue como si me arrojaran por

las escaleras. Quise traducir 

ese sonido, esos ligeros golpes

al piano. Parecía un galope de

caballo encima de una nube.

Parecían cien centuriones en

batalla.

monk; León Plascencia Ñol

Así como Todd Haynes desmontó todos los lugares comunes inherentes a las biopics en el cine con Mi historia sin mí, una mirada posmoderna con múltiples actores y facetas en torno a Bob Dylan, es posible reconocer en monk (Editorial UANL, 2024), del poeta, narrador y editor jalisciense León Plascencia Ñol, un soplo de aire fresco al género biográfico desde la poesía.

Quizá Plascencia Ñol navegue por caminos parecidos a los que propusieron Rodrigo Fresán en Los jardines de Kensington, una biografía especulativa sobre James Matthew Barrie, el creador de Peter Pan, y Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder, una biografía novelada que rellena los huecos, recrea escenas y fabula diálogos sobre el romance entre la última Lady Chaplin y legendario autor de El guardián entre el centeno, pero no hay duda de que estamos ante una obra tremendamente singular.

En un poemario construido a partir de siete tracks de un disco imaginario, el autor reconstruye la figura de Thelonious Monk y dota de un altavoz a los personajes clave en la vida del músico de jazz: su esposa, sus dos hijos, su mecenas, críticos musicales —donde reivindica al intelectual marxista Eric Hobsbawm, cuyas maravillosas reseñas musicales han sido eclipsadas por su reputación como historiador— y, desde luego, sus devotos —que en este caso están representados por la voz del propio autor, para quien Monk es una suerte de dios tutelar—.

La aproximación de Placencia Ñol a la leyenda de Monk denota tres cosas: una acentuada melomanía, una curiosidad intelectual inclaudicable en torno a una de las piedras fundacionales del bebop —con el que el pianista guardaría una relación ambivalente— y una no menos admirable obsesión y rigurosidad por el trabajo de archivo.

El pulso coral del libro se sustenta en la ambición de reparar en ese carácter magnético, extravagante y, para buena parte de sus detractores, errático del músico, derivado de una depresión con ciclos bipolares y una esquizofrenia no diagnosticada. Los versos de Plascencia Ñol intentan descifrar ese coqueteo perenne de Monk con el caos abrazando su genialidad sin paliativos, buscando las fuentes del «murmullo colectivo del tamaño exacto del alivio» y «la noche primitiva» que conmocionaron a Julio Cortázar en aquel concierto en Ginebra que inspiró el texto insertado en La vuelta al día en ochenta mundos.

Si Thelonious Monk, con ese stride harlemiano irrepetible, dejó patente que el jazz podía ser interpretado y reinterpretado desde distintos lugares, León Plascencia Ñol defiende que la literatura biográfica no tiene porque ser un recuento solemne de datos convertidos en granos de maíz o una efigie de museo con apenas sombras, sino más bien un mapa emocional para explorar el rastro de un héroe imperfecto de otro tiempo. 

El libro está disponible en la tienda en línea de la Editorial Universitaria UANL.

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