Luego de reflexionar sobre el proceso creativo de sus Crónicas armenias —prologadas por Ander Izagirre y editadas por La línea del horizonte—, el periodismo narrativo y la imitación de voces en la literatura, la escritora y antropóloga Virginia Mendoza me habló de la existencia de una Villa del libro en Urueña, un municipio vallisoletano «con más librerías que bares».
En pleno proceso de inmersión, habiendo descubierto el vínculo del escritor madrileño David Trueba con ese pueblecillo medieval y amurallado con 188 habitantes, once librerías temáticas y cinco museos, me apresuré —con la invaluable ayuda de Virginia— a conversar con la periodista y dependiente de Primera Página, Tamara Crespo.
Ubicada en la llanura de Tierra de Campos, a la que Trueba define en su novela homónima como «un paisaje que exprimía la paleta de toda gama de amarillo y ocres», la librería especializada en periodismo, fotografía y literatura de viajes, es uno de los grandes reclamos culturales de la única villa literaria en toda España.
¿Cómo desembarca una periodista en una librería remota de un lugar con menos de 200 habitantes?
Mi historia con Urueña es anterior a la Villa del libro. Yo vine a trabajar a un periódico que Grupo Prisa creó aquí en Valladolid. En 2001, en una excursión descubrí el pueblo y me encantó. Mi esposo Fidel, también periodista, y yo, decidimos comprar una casa. Luego estuve trabajando en el norte de África, en Ceuta y Melilla, las dos ciudades autónomas españolas, pero siempre con el deseo de volver a vivir aquí. En 2014, con esa idea vieja de ver qué podía hacer en Urueña, con la Villa del libro ya inaugurada, fue la excusa perfecta. Y al pensar en una librería, no podría ser de otra cosa que no fuera de periodismo, al que le he dedicado casi 20 años de mi vida. Y desde 2015 montamos Primera Página.
Urueña tiene más encanto de lo que se piensa, ¿no?
Es un pueblo amurallado, precioso, con una ermita románica muy interesante. Tiene un paisaje impresionante, la llanura de Tierra de Campos. Me gusta la vida tranquila de campo. Fue como un flechazo.
Montar una librería especializada en periodismo es una apuesta con riesgos.
Realmente sí, aunque luego te das cuenta que no solo es un ámbito exclusivo para los colegas. Está que hay mucha producción y que también ha coincidido con un momento en que se está dando un resurgimiento de las crónicas de largo aliento en formato de libro. Luego vas descubriendo poco a poco que también pueden ser atractivos para el público en general, porque se están haciendo muchos trabajos de investigación o de periodismo internacional que despiertan interés en la gente.
Catalogar te da y te quita.
Lo de catalogar es lo que menos me gusta, sí (risas). Siempre digo: solamente para catalogar necesito cuatro vidas. Es un trabajo de una paciencia infinita, pero me aprendo mucho en el camino. Lo que no sé, lo aprendo porque me paro y lo investigo y digo: ah, este autor y este libro. Y luego con el feedback de la gente también se aprende muchísimo de autores.
¿A qué autores se recurren con más asiduidad?
El público se deja mucho aconsejar porque no es una librería de novedades. Tengo cosas especiales que la gente descubre aquí, como los libros de una editorial que se llama ContraEscritura. La gente viene y pregunta muchísimo por libros de Guerra Civil española y Segunda Guerra Mundial, suscitan mucho interés. Luego hay autores como Eduardo Galeano que siempre tengo y que gustan muchísimo. Ahora le estoy dedicando un tiempo a los mujeres pioneras del periodismo, procuro tenerlas porque no son tan conocidas. Tengo a Carmen de Burgos, que quizá es la más conocida; Luisa Carnés; María Luz Morales, la primera mujer en haber dirigido un periódico en España. Luego también tengo superventas: una novedad de Nieves Concostrina, periodista fantástica que ha estado varias veces aquí. Organizamos la presentación de su novela Antonia, que tuvo muchísimo éxito, y ahora ha presentado Pretérito Imperfecto, que va en su línea de contarnos la historia de otra manera.
Toda librería esconde un gran tesoro.
Hay uno que me gusta mucho recomendar, que es un libro de esos especiales que le deja una huella profunda a uno cuando lo lee: Goethe en Dachau, del holandés Nico Rost, editado precisamente por ContraEscritura. Es la historia de este hombre que estuvo internado en el campo de concentración, tuvo la suerte de pasar todo el internamiento dentro de la enfermería leyendo libros de la biblioteca del lugar. Es una historia a la vez dura y maravillosa de supervivencia. Tengo otro de Alfonso Armada, que se ha reeditado: Cuadernos Africanos, ahora se han cumplido 25 años del genocidio en Ruanda.
Existen muchos puentes entre el periodismo, la literatura de viajes y la fotografía.
Claro, claro, muchísimos: todos. El tema del fotoperiodismo es fascinante, y ayuda muchísimo que Fidel, fotoperiodista, haya estado cubriendo los grandes eventos del siglo XX, como la caída del muro de Berlín, las primeras elecciones democráticas en Rusia, el terrorismo de ETA en el País Vasco, la guerra del Golfo. Por eso, además de tener libros, tenemos recuerdos, fotos y cosas interesantes de varios continentes. Y luego eso también nos da pie a tener muchísimo material sobre literatura de viajes, que además me encanta.
El testigo de David Trueba en Tierra de Campos.
Cuando vi el título de su novela, pensé: tiene que venir a presentarlo aquí, a Urueña. Y, efectivamente, tiene algo de autobiográfico, porque el padre de los Trueba, que lo descubrí entonces, es de Tierra de Campos, de un pueblito de Valladolid que se llama Villafrades de Campos. Y luego aparte de que fue fantástica la presentación en sí porque vino con dos actores, venía rodando algo misterioso. No sabíamos si era un documental sobre la buena vida o cosas raras de los directores de cine. Resultó que era un largometraje, una película, Casi 40, que se estrenó el año pasado, en la que sale la librería, y dije: bueno, después de haber salido en una película de Trueba, qué más.
Difícil abandonar un sitio como éste.
Aquí la gente me lo dice mucho: qué bonito pueblo, debe ser fantástico vivir aquí y tal. Pero yo siempre digo que la búsqueda no es hacia afuera, sino hacia uno mismo. Me gusta el silencio, me gusta el lugar, pero puede ser cualquier sitio. Allá donde te toque hay que saber sacarle la vida a la parte buena. Aquí viene mucha gente agobiada por la ciudad, y pienso que la ciudad también tiene sus cosas. Y vivir en un pueblo pequeño también tiene las suyas, pero no soy mucho de idealizar lugares.