girar el cuerpo y abandonar
el gesto último
enfrentando el vacío
de la despedida
oquedad que atraviesa ese cuerpo
que ya ha girado
y lo fragmenta en
piezas
que se tambalean
para evitar el seísmo
y el golpe
marcho de casa de mi abuela
sin apartar la mirada
de su mano sola
que se agita -la agita-
entre barrotes blancos
desde un cubículo
de sombra,
queda la oscuridad sin cuerpo
que siempre arrastra
la despedida
mi abuela se niega al adiós
y yo lo hago con ella
su mano en movimiento
mis ojos que la siguen
se despegan
cuando la distancia impide la vista
cuando el tiempo paraliza el brazo
(nunca es la despedida,
sino el cuerpo)