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Roma: una máquina del tiempo

Entendí que ‘Roma’ no era precisamente una película de otra época, sino una ventana a otra época.

Por: Andraujo

El rímel, corrido. Su nariz absorbió lo que pudo antes de ponerse en pie. Corrían los créditos de ‘Roma’ cuando mi vecina de butaca dio su veredicto final: es la película más bonita que he visto en mi vida.

‘Roma’ se ha convertido en un fenómeno inusitado por exclusivo. El director con mayor crédito entre el público mexicano –a Iñárritu se le reprocha lo mamón, mientras que el bonachón Del Toro parece destinado a no conectar con quienes no creen en los monstruos- lanzó su nuevo proyecto en festivales, después lo llevó a cines esporádicos y culminará disponible en Netflix. Entre quienes aún le hacen el feo a las plataformas por streaming y juran que el cine debe verse en gran pantalla –yo entre ellos-, conseguir boletos ha sido un drama. Nadie quiere quedarse fuera de ‘Roma’.

La primera opinión que escuché referente a la película fue una conversación entre dos locutores cincuentones, oriundos precisamente de la Colonia Roma. La vas a adorar, cabrón, dijo quien la había visto, porque los sonidos… Los sonidos, cabrón, los sonidos. Sí, los sonidos. Entendí que ‘Roma’ no era precisamente una película de otra época, sino una ventana a otra época. Alfonso Cuarón no recreó un escenario: recreó la atmósfera. Los olores; cómo chingados recreas los olores en una película, pronunció otro espectador en la fila del baño tras la experiencia. ‘Gravity’, en 2013, fue una experiencia audiovisual que era obligatorio atestiguar en el cine –dudo que exista cosa más aburrida que esa película en un avión o camión-; ‘Roma’ es una máquina del tiempo. ¿Qué es Cuarón? ¿Cineasta o mago?

Es curioso que, entre tantos debates que surgieron tras obras como ‘Gravity’, ‘Birdman’, ‘The Revenant’ o ‘The Shape of Water’ respecto a su manufactura nacional desde la silla del director pero estadounidense –bueno; directamente hollywoodense– en todo lo demás, ‘Roma’ sea eminentemente mexicana. No sé qué pueda sentir el espectador extranjero al verla, pero no será en absoluto cercano; es un drama sacado de las entrañas de la sociedad mexicana. Un argumento que solo puede suceder aquí: con esos personajes. Relata una sociedad machista en la época de los setentas, pero que encuentra su continuación en la actualidad: no es una película atemporal, en absoluto.

No considero importante –en lo que a este texto se refiere- entrar a analizar el filme como tal. Prefiero permitir que cada quien lo viva a su modo; como una experiencia de vuelta al pasado, con las expectativas que a día de hoy son inevitables pero la menor información posible. Yo no alcancé a vivir en los setentas, pero dibujaré solamente la escena del automóvil manejado por el padre que, al llegar a casa, entra en el garaje con un cuidado milimétrico que le lleva a rozar paredes y ocupar espacios exactos.

Órale, pensé, esa manía mi papá también la tiene, todavía. Ya entendí.

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