Suenan los acordes de “Soy un moro judío”,
abres el vino,
me concentro en el lunar de tu índice
y me permito soñar con que al preguntarte
cómo quieres vivir el resto de tu vida,
me señales con ese dedo a mí.
Me estremezo de pensar
lo mucho que ansío ese futuro
y lo que reniego cualquier otra posibilidad
en la que no estés tú.
Como si de repente todo careciera de sentido,
o tuviera demasiado.
Como si beber café fuera sólo beber café,
o hacer la cama fuera un acto rutinario
donde las sábanas se reconcilian con las arrugas.
Si me imagino un día en el que no estés tú,
vivir será sobrevivir
y las manecillas del reloj sólo serán agujas
sin heridas que cerrar.
Si me imagino una vida
donde no te encuentro en los primeros pestañeos,
escribir será solo escribir,
y leer seguirá siendo leer,
pero a ti,
entre líneas.