Debajo de una cortina que se movía con el viento vi llover sobre los cerros, y la hierba crecía verde como los ojos de alguien que ya no me recuerda a mí, ni cómo la ceniza caía sobre la ciudad en esa nevada gris, en ese día gris en que mis últimas palabras fueron una ucronía: si te quedaras, si-te-quedaras; pero fue en vano, y te fuiste, las montañas te abrieron el camino.
Entonces yo me fui al mar con las mariposas que por allá vuelan en ese jardín azul, un buque tenía mi nombre, y también tuve que partir; perdido, por el mar y el viento, llegué, la playa era de sal sobre sus párpados y su piel mulata, la besé como si bebiera amor y cariño y ella se ponía a bailar sobre su reflejo en los lagos; quise que durara por siempre, pero verla bailar, su cabello largo, su vestido, era ver una cortina que se movía con el viento.